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19 agosto 2005

SATISFACTION

IMAGEN: "DSCF0012" de newwavepony


Se queja el cantante del famoso éxito de los Rolling Stones:


"No puedo obtener satisfacción...

cuando estoy mirando el televisor,

ese hombre viene a decirme,

cuan blancas deberían estar mis camisas,

pero él no puede ser un hombre,

porque no fuma los mismos cigarrillos que yo..."


Se mantiene aun candente el debate entre fumadores y no-fumadores: el derecho a hacer lo que me venga en gana con mis pulmones versus el derecho a que nadie ataque mi salud ni la de mis semejantes.


Los fumadores esgrimen que los automóviles contaminan la atmósfera repercutiendo negativamente sobre la salud colectiva y sin embargo nadie los prohibe. Los fumadores defienden que los accidentes de tráfico matan a más prójimos que los agentes cancerígenos sublimados en el humo del tabaco y nadie se atreve a suprimir el tráfico rodado. En resumen, los fumadores queman milllones de cigarrilllos en sus pebeteros demandando tolerancia.


Una vez rebasado el anticuado concepto de que un fumador equivale a cierto individuo degradado esclavo de su vicio, sustituído éste por otro mucho más moderno que identifica al fumador con un adicto (¿y por lo tanto un enfermo?), que además puede beneficiarse de múltiples terapias de deshabituación, ¿dónde estableceremos entonces el punto de inflexión de estas agrias disputas?.


Los no-fumadores claman una y otra vez por el punto final de tan pernicioso hábito; argumentan que la mayor tolerancia radica precisamente en proceder contra el acto de fumar, pero nunca contra los fumadores per se. A su manera, las autoridades sanitarias enarbolan reiteradamente campañas contra el tabaco, pero los mismos gobiernos a los que pertenecen priman el cultivo de la planta Nicotiana tabacum y obtienen los sustanciosos beneficiosos reportados por los impuestos especiales. La Hacienda nunca sufre anorexias.


Me da la impresión que mientras la balanza económica internacional continúe más inclinada hacia el platillo de los beneficios que generan los fumadores la cosa va a seguir más o menos igual. Entre tanto en la Universidad de La Rioja un grupo de investigadores ha demostrado que el incremento de 1 céntimo en el precio de cada cajetilla de tabaco permitiría que unos 35000 prójimos dejasen de fumar.


En términos generales, tengo la ligera impresión de que con el acto de fumar ocurre lo mismo que con el hecho de escribir (y con la circunstancia de vivir). Escribió un día Philip K. Dick: "me preocupa que la gente pueda sentir hostilidad hacia mí. Pero me imagino que no es posible vivir mucho tiempo sin despertar hostilidad; no es posible complacer a todo el mundo, porque cada cual quiere una cosa diferente. Si complaces a uno, disgustas a otro".


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