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27 mayo 2007

BASURA GENÉTICA


Estracto del artículo publicado en La REGIÓN EL 26 DE JUNIO DE 2005


El otro día estuve revolviendo en los cajones de ofertas de un videoclub y conseguí un ejemplar de segunda mano de "Gattaca" (1997). Desde entonces ando barruntando pensativo una serie de particulares consideraciones sobre el futuro de la humanidad. Y todo ello provocado porque el lema de la película se me ha quedado sobrevolando el ingenio como un denso nubarrón: "no hay gen para el espíritu humano". 


Este film de Andrew Nicoll, protagonizado por Ethan Hawke y una más que etérea Uma Thurman especula sobre la historia de un "no válido", una persona concebida de manera natural y no mediante diseño genético, inmerso en la vida de una sociedad donde la mayoría de los individuos tienen una carga genética superior a la suya.


¿Cómo será un mundo donde los padres o la sociedad misma pueda proyectar a su gusto nuestra identidad? ¿Desaparecerán la mayoría de las enfermedades que hoy en día nos torturan, a cambio de enfrentarnos a la incertidumbre científica que hoy en día todavía somos incapaces de comprender?


Mihàly Dés, director de la Revista Cultural Lateral, en su editorial de marzo de 2001, crtiticaba con cierta acritud el éxito que supuso descifrar la secuencia completa del genoma humano. Precisamente una de las grandes sorpresas derivadas de este proyecto se basó en la inexistencia del incremento en el número de genes, a pesar de que aumente de forma paralela la complejidad de los seres vivos.


Por si fuera poco, de los 30000 genes de la especie humana, aproximadamente el 95% tiene una función desconocida. Parece ser que los reyes de la creación somos basura genética en el 95% de nuestra estructura. Sólo tenemos dos tercios más de genes que la mosca del vinagre y un tercio más que el gusano común. La guinda del pastel de este desmesurado regocijo la pone el hecho que el 98% de nuestro material genético es comprtido con los primates.


Ya lo predijo Jacques Monod, premio Nobel de Medicina en 1965 (junto a François Jacob y André Lwoff), en su famosa frase "lo que vale también para la bacteria Escherichia coli vale también para el elefante". Tal vez el fundamento científico de la idea de la reencarnación, defendida por algunas religiones, bien pudiera basarse en el respeto máximo a la vida de los animales, de los que al fin y al cabo sólo nos separan unos cuantos genes.


Respecto a la reparación genética en la futura lucha contra las enfermedades, minúsculos aparatos genómicos denominados "biochips", podrían encargarse de la misma. Mihàly Dés se muestra pesimista porque sus beneficios prácticos seguramente irían a parar a esa pequeña parte de la humanidad, cuyo promedio de vida ya se ha prolongado desde la actualidad alrededor de unos 20 años. Este autor, afirma literalmente que "la ciencia promete un futuro mundo minoritario con una esperanza de vida de 120 años, y otro mayoritario, con una desesperanza de 30 o 40 años".


En definitiva, todo avance médico lleva inherente una necesaria mejora en las condiciones económicas, sociales y culturales (y al fin y al cabo políticas) de la colectividad.


Mientras luchan los intrones y los exones en el campo de batalla de nuestros genes, los seres humanos continuamos reproduciéndonos con la firme convicción de que las generaciones venideras serán mejores que la nuestra, porque como dijo el historiador británico Thomas Babington Macaulay, "la ciencia avanza a pasos, no a saltos".

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