De zarcas prímulas los prados preñados,
dorados, índigos, burlados,
a la luz del alba apagados,
bajo la fuerza
de sus bravos cascos,
hendidos, ajados,
salvajes potros desbocados,
de vertiginoso galopar;
no reparan ni en los bosques
ni en los lagos,
amarrados,
bien sujetados
con atávicas bridas
amargas,
cubiertas las grupas
de suaves sargas,
sangrantes heridas
que sudorosas buscan
el indómito trotar del alma.
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