Siguiendo con la cruzada ANTIESPECIEISTA, recuperamos este texto que fue publicado en el diario LA REGION el 6 de febrero de 2005:
De pura casualidad escuché en la radio un breve comentario que me dado mucho que pensar en los últimos días. Hacía referencia a que un hombre actual cualquiera se parece mucho más a su vecino que a sus antecesores, y todo ello a pesar de la genética, de mendel y de sus flores del guisante, y por supuesto, de la pequeña Drosophyla melanogaster. Por cierto, desde los trabajos pioneros desarrollados con este insecto por T.H. Morgan y su equipo en 1910, dentro de la Fly Room de la Universidad de Columbia, la mosca de la fruta continúa siendo el animal de investigación preferido para el estudio de las mutaciones y de la toxicología genética.
En 1953, mientras Sir Edmund Hillary y el sherpa Tensing alcanzaban la cumbre del Everest por primera vez en la historia, Watson y Crick describían como primicia la estructura en doble hélice correspondiente al ADN. Curiosamente, con el devenir de los tiempos, la base de la moderna investigación del genoma humano se ha basado en los estudios de D.S. Hogness en los que consiguió trazar el primer segemento de ADN de la Drosophyla melanogaster. Por todo ello, la historia d ela humanidad le debe mucho a una diminuta "mosca muerta", trsite título del también triste tango de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián Viejo.
Establecía RICHARD DAWKINS en su libro titulado "EL GEN EGOÍSTA" que la molécula de ADN es la entidad replicadora que prevalece en nuestro propio planeta. Queda claro que, de momento, la enorme mayoría de nosotros debería acostumbrase a vivir con esta forma de transmisión de nuestras características como especie única llamada GENES.
Continuando con las ideas de Dawkins, por ejemplo resultaría que Miguel de Cervantes tendría serias dificultades para mantener una conversación con un moderno ciudadano español, pese a que se encuentran unidos entre sí por una cadena ininterrumpida de varias generaciones de españoles, "cada uno de los cuales podía hablar con sus vecinos inmediatos de la cadena igual que un hijo habla a su padre".
Todo lo hasta aquí expuesto coincide con mi repaso del libro "El impacto de la biología molecular en la sociedad moderna", ediatado en el 2004 por la Consellería de Sanidade, en el que se recoge una serie de interesantes ponencias de autoridades científicas de la talla del profesor Santiago Grisolía, de Carlos Acuña Castroviejo y de varios expertos en los campos de la biología molecular, la fisiología y la farmacología de nuestra universidad compostelana.
¿Qué avances podemos esperar , en un futuro no muy lejano, en la lucha contra enfermedades comoel cáncer, la diabetes , las patologías autoinmunes, las raras enfermedades de escasa prevalencia e incluso el SIDA?. La respuesta vendrá, con toda certeza, escalonada e incisiva, con precisión científica y humana, aliviando mucho dolor y sufrimientos.
Hablando de moscas y de genética, recientemente he comparado las versiones cinematográficas de "LA MOSCA" de David Cronenberg, protagonizada en 1986 por Jeff Goldblum y Geena Davis, con la de 1958, dirigida por Kurt Neumann, con el fantástico Vincent Price al frente de su reparto estelar. En el mundo del cine, como en el de los buenos vinos, seguimos decantándonos por los grandes reservas...
Contaba Wislawa Szymborska, en su poema titulado "Del montón":
"Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol..."
Mientras tanto yo, revisando álbumes de fotos de antaño, me he percatado que efectivamente me parezco mucho más a un tal Michael Abbott, investigador del secretariado de la Comisión para la Cooperación Laboral de los Estados Unidos, que a mi propio abuelo Elías, nacido en Segovia a principios del siglo XX y que ahora descansa en paz en la Ciudad Condal.
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