Parece que en España termináramos de descubrir la cirugía estética. Sostiene Aloysius que éste sería el único mérito que tienen los reality shows del estilo de "Cambio Radical", el programa televisivo en que te operan de la cara y por la cara. Bueno, también te recortan lorzas, te estiran la papada, te ponen o te quitan tetas, o te funden y succionan las grasas al más puro estilo sacamantecas. Por si todo esto fuera poco, además te convierten en héroe por un día, como cantaba David Bowie. Una vez que has decidido perder la vergüenza ante las cámaras, te conviertes en el reclamo publicitario de los nuevos reyes del mambo, alguno de mis colegas los cirujanos estéticos.
Me pregunto qué hubiera sido de la bella y viril fealdad de Jean Paul Belmondo en "À bout de souffle" Jean - Luc Godard, 1959) o de la anorexia acentuada por el hermoso y prominente apéndice nasal de Adrien Brody en "El Pianista" (Roman Polanski, 2001) si hubieran decidido modificar sus imperfecciones bajo los brillantes focos de los quirófanos.
Para aclararnos, no se trata de hacer desde esta página un alegato en contra de la cirugía estética. Ni mucho menos. Existen múltiples situaciones patológicas (deformidades, malformaciones, secuelas postraumáticas, queloides, retracciones cutáneas por profundas quemaduras, estados intersexuales) que sin duda alguna exigen el tratamiento del bisturí reparador. Nada que objetar tampoco al libre albedrío aplicado a la hora de mejorar la propia imagen de todos aquellos que no están contentos con su cuerpo y encima pueden pagárselo.
La crítica se refiere al burdo aprovechamiento comercial que esa trituradora sentimental televisiva hace de ciertas vidas humanas, cuya condición se sacrifica en aras de los dioses del share y de la audiencia. Denunciaba un titular de la prensa en estos días pasados: va a la tele a curar su miopía y sale con pechos nuevos y gafas de culo de vaso. ¡Qué bien, como las que gastaba el Sr. Barragán!.
Los adictos al extrememakeover ya tienen incluso una página web. En la otra cara de la moneda, el grupo de Bioética de la Sociedad Española de Medicina General se ha manifestado en contra de este tipo de programas por banalizar la cirugía, obviando la mayoría de sus riesgos.
Una vez pulverizada la ética del espíritu en los lacrimógenos programas que explotan por ejemplo, entre otras muchas cosas, el sentimentalismo de las familias de inmigrantes que se vuelven a reunir en los platós gracias al desbordante poder del money televisivo, se ha dado un paso más allá al comercializar con el pellejo y la casquería corporales.
Mientras esperamos conocer cuál será el próximo invento de la caja tonta, Aloysius y yo vamos a repasar su DVDoteca en búsqueda de las mejores versiones del monstruo de Frankestein. Y es que para espléndidos costurones, aquellos que lució Robert de Niro en la película que protagonizó y dirigió Keneth Branagh en 1994.
Talento, genio y figura, hasta en las suturas.
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