Lo que más me sorprendió de Dublin es la cantidad de jóvenes con los que te cruzas por la calle. Tal vez sea porque el Trinity College (Universidad de Dublin) está enclavado en el actual centro turístico de la ciudad, o quizás porque la juventud toma las calles para ir de tiendas, se sienta en los bancos de los parques junto a los primeros soles y amores de la primavera, disfruta sus bebidas en las terrazas de los pubs o se mueve sin cesar para satisfacer sus necesidades de cambio vital. En contrapartida, seguramente los mayores prefieren el refugio y la seguridad del hogar. Pero el contraste con mi envejecida ciudad Auriavella me resultó tremendamente llamativo.
Entonces me acordé de algo que había escrito en mayo de 2005 en el diario LA REGIÓN. Decía así:
"Corría el año del Señor de 1684 cuando Jean Batipste Mouron, un muchacho francés que apenas contaba con 17 años, fue acusado de incendiario e inmediatamente condenado a galeras durante nada más y nada menos que 100 años y un día. Lo soprendente de este caso es que el reo cumplió su pena íntegramente, quedando en libertad a la edad de 117 años. Unos años más tarde, falleció tranquilamente. Para algunos eruditos, este hecho excepcional no tiene valor alguno, puesto que no figura registrado en la recopilación de Eaton titulada "Human longevity", publicada en 1799, recogiendo 1712 relatos de individuos con constancia de haber vivido más de 100 años.
La que sí ha sido perfectamente documentada es la historia del japonés Shigechiyo Izumi, que falleció en 1986 a la edad de 120 años y 237 días. Este anciano aparecía inscrito, contando ya 6 años, en el primer censo histórico realizado en Japón en 1871, y parece ser que alcanzó una vida tan longeva gracias a no preocuparse en demasía y dejar las cosas de la vida a Dios, al sol y a Buda.
Departíamos en la radio sobre las causas del envejecimiento poblacional de la provincia de Ourense, preocupados por un hecho que tiene en la actualidad importantes repercusiones sociales y económicas, y que de seguro va a incidir de manera negativa en nuestro futuro, en el supuesto caso que esta tendencia demográfica se perpetúe.
Según datos del Instituto Galego de Estadística, en 1975 viviían en la provincia de Ourense 4112 personas mayores de 85 años, de la cuales 1524 eran hombres y 2588 mujeres. Los mismos datos, referentes al 2001, reflejan que en nuestra provincia vivían entonces 4069 hombres y 8551 mujeres mayores de 85 años (12620 en total). Todo esto enmarcado en un ámbito poblacional que indica que en 1975 la población total de la provincia ourensana alcanzaba los 434280 habitantes, mientras en 2001 había descendido a 344623.
La situación que aquí padecemos apenas difiere de la vivida en otras zonas del interior de España (me atrevería incluso a decir del mundo), donde el abandono del modus vivendi rural provoca el éxodo migratorio a las zonas costeras y a las grandes urbes, en la procura muchas veces errada de unas mejores condiciones de vida. Una vez más, la realidad se muestra tozuda, pues idénticos problemas demográficos preocupan a las autoridades de bien distinto signo político que gobiernan (en mayo de 2005) en Aragón y en Galicia, por poner dos ejemplos.
La misma tendencia se observa en los datos generales del país, pues en 1986 vivían en españa alrededor de 5 millones de personas mayores de 65 años y las proyecciones para el 2006 (realizadas por el Instituto de Demografía del CSIC), prevén que esta cifra se aproxime a los 8.6 mllones de almas.
¿Qué tiene en especial el envejecimiento de la población española?. Está claro que en primer lugar influyen el incremento de la esperanza de vida y el descenso de la natalidad, características que tanto nos distinguen de otras naciones de nuestro entorno. Por otra parte hay que destacar sobre la familia pivotan gran parte de los cuidados de los mayores dependientes en Galicia (y en España), y que la universalidad de la asistencia de nuestro Sistema Nacional de Salud se remonta apenas a 1992. Queda mucho por hacer, lo que exige un gran pacto estatal para que nuestra nación pueda garantizar el futuro de los cuidados de nuestros mayores.
En el año 2026 todavía no seré uno de los 8.6 millones de españoles mayores de 65 años, pero hasta entonces, y por si acaso, pienso seguir dando la paliza con todas estas cuestiones".
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