CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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26 julio 2006

ESTIVALIA

A pesar del título hoy no vamos de anuncio de perfumes. Sostiene Aloysius que si Federico Fellini hubiera nacido en esta querida Auriavella nuestra (o si por lo menos se hubiera inspirado en ella) a buen seguro habría filmado una película titulada “Estivalia”. En su escena de inicio, una bandada de estorninos sobrevolaría a una pandilla de pillastres persiguiéndose por las calles de Colón y de la Libertad, corriendo como locos hacia el Jardín del Posío para engañar a la canícula bajo las sombras de la floresta. O tal vez anunciaría la llegada del verano con la imagen de unos golfetes lanzándose río Miño abajo desde la playa de Oira a bordo de rancias cámaras de neumáticos hinchadas con aire y agua a partes iguales.
Cerca de mi casa existía un taller de recauchutados que surtía de tan peculiares flotadores a los bravos que se atrevían a conquistar las riberas del río entre el Puente Romano y el embalse de Velle. Eran pasados tiempos peores, en los que por no haber en Ourense no había ni ahogados. El caucho, la gutapercha y el látex tienen orígenes vegetales comunes. Estos populares productos tan pronto valen para un roto como para un descosido. Y es que viendo los últimos datos publicados sobre la ingente demanda por parte de nuestras jóvenes de anticonceptivos de emergencia (la mal llamada píldora del día después) tal vez fuera un buen negocio reabrir la antigua tienda de recauchutados, no para reparar cubiertas de ruedas sino para reforzar condones. Una exitosa unión temporal de empresas entre Michelin® y Durex®. El principal motivo por el que se solicita la anticoncepción de emergencia es la rotura del preservativo. Dicho accidente viene ocurriendo aproximadamente en 9 de cada 10 casos. Entiende Aloysius que las usuarias y usuarios de este servicio contraceptivo, o bien no cuentan toda la verdad (practicando relaciones sexuales sin protección), o bien los modernos machos desbravan cada vez con más frenesí. A pesar de tanto despliegue amatorio, las muestras de semen de nuestros paisanos cada vez contienen menos espermatozoides válidos, dicen que por el estrés y los malos hábitos de la vida moderna.
Bajan este verano los ríos de la provincia escasos de agua y ricos en truchas (o por lo menos mis amigos cada vez son mejores pescadores). Vuelven al mapa del tiempo los soles que anuncian temperaturas por encima de los 40 grados. Sostiene Aloysius, y yo le doy la razón, que los precios de las piscinas deberían ser más baratos en Ourense, por aquello de la discriminación climática positiva. En Oira se puede elegir entre unas piscinas gratis y otras de pago. El peligroso río también es gratuito. La Playa de la Antena se convierte en un espectáculo multicolor donde rivalizan en broceado los cuerpos y las almas. Mientras tanto, las piscinas del Concello de Barbadás son mucho más caras para los foráneos que para los oriundos. Las de Monterrey cuestan lo mismo para tirios y troyanos.
Comenzábamos con una bandada de pájaros cantarines anunciando la llegada del verano a Auriavella. Un estío más de entre tantos a los que cantó con su fina voz Pura Vázquez:
“violís e páxaros
cantarolan nos meus abidueiros
c-un estronicio multiforme
lizgairos y pequenos”.
Seguro que irán a despertarla con armoniosos trinos a su nueva morada.

11 julio 2006

PROUSTIANA





Le encantaban los espaguetis a la boloñesa. Pero tenía un problema: no sabía por qué. ¿Cuándo había comido ese plato por primera vez?. No se acordaba. ¿Quién preparó entonces aquella exquisita comida que tanto le apetecía ahora?. Tampoco encontró en su memoria la respuesta adecuada.

Tras esa primera inquietud gastronómica se preguntó lo mismo respecto a sus gustos musicales o literarios. Por ejemplo, ¿por qué se aficionó al jazz, o a la música clásica, o al blues o al buen rock and roll?. 



Sin embargo recordaba perfectamente aquella tarde de verano en la que caminaba hacia el colegio y se sorprendió tarareando “Imagine” de John Lennon. Una araña flotaba en el viento agarrada al filamento transparente que pendía de la palmera enana. El aire caliente aportaba un inmenso sopor que invitaba a dormitar en la sombra de los árboles. 


Siguió andando. Los portalones entreabiertos dejaban escapar un aroma a papeles usados, a frescor de escombro. Las zapatillas de deporte, apenas recién estrenadas, le apretaban en el empeine. Su mirada se perdió entre los cabellos de la joven pelirroja con la que indefectiblemente se cruzaba todos los días al final de la cuesta, justo antes de embocar la Plaza Mayor. 


Le gustaba aquella chica, a pesar de la marca que le dejaban los calcetines en sus tobillos, quizás un poquito gruesos. Pensó que aquellos pies mejorarían mucho dentro de unos zapatos de tacón. En las carteleras del cine anunciaban una de vaqueros, una de esas películas de bajo presupuesto en las que los sioux lucían el pelo corto y patillas, al más puro estilo bandolero de Sierra Morena. Falsas también eran las pinturas de guerra.


De repente lo envolvió el olor de los espaguetis recién escurridos y se fijó en cómo se derretía la mantequilla en la sartén. A un lado esperaban la carne picada y el bote de salsa de tomate, dispuestos a fundirse en un abrazo que le devolvería a su paladar todo aquel tiempo perdido.

10 julio 2006

AMOR ETERNO


Te juré amor eterno. Todas las noches me dormía abrazado a la almohada, transmutada en tu cuerpo que todavía desconocía. Ponía el volumen del magnetofón en el máximo que me permitía escucharlo sin que se enterasen mis padres. No les gustaba que les molestasen mientras dormían. Se levantaban siempre muy temprano para ir a trabajar. Sonaban “Let it Be”, “Hey Jude”, “Angie” y “Wish you were here” una vez detrás de otra, hasta que el cansancio me vencía. Temía que la casete se me rompiera de tanto ponerla para atrás y para adelante. Gasté cientos de pilas.

Grabé tu nombre dentro de mi viejo pupitre de madera, para que perdurase mi lealtad hacia ti por siempre. Con un aerosol de pintura roja escribí bien grande tu nombre y el mío en la pared externa de las piscinas, para que todo el mundo lo leyera. En el medio pinté un corazón atravesado por una flecha. Sabes que soy muy clásico y previsible. Añadí la fecha.

Pasaron treinta años. Treinta estíos abrasadores como éste. Camino hacia el aparcamiento para rescatar mi coche de la calorina. Te he visto pasar con tus hijos de la mano al lado del muro de las piscinas. Te quedas mirando un gran corazón encarnado y macilento, atravesado por una flecha casi invisible. Hay dos nombres escritos y una fecha. Continúas impasible tu camino. Te juré amor eterno y nunca lo supiste.




EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ


En vísperas de la entrada del tercer milenio en nuestras vidas, dejé transcurrir parte de aquel verano del 2000 en Icod de los Vinos leyendo bajo la sombra protectora del Drago Milenario. Entre otras, alterné las páginas de la saga de historia - ficción espacial firmada por Isaac Asimov (Fundación) con las del libro titulado “Predicciones” de la editorial Taurus. Nada más y nada menos que 31 expertos en diversas áreas de la biología, la física, la filosofía y las ciencias sociales se atrevían a vaticinar cómo sería en realidad el futuro que nos espera. Por cierto, el único español presente en esta selección mundial fue el pensador Fernando Savater, recientemente amenzado de muerte por ETA.

Los lectores habituales de esta modesta colaboración dominical (según Aloysius mi propio padre, él y tres o cuatro incondicionales más) recordarán que alguna vez ya he mencionado a Shirley Turkle, socióloga de la ciencia del Instituto Tecnológico de Massachussets, el prestigioso MIT norteamericano. Tras nutrirse durante muchos años de las fuentes del psicoanálisis y del postestructuralismo francés (Lacan, Foucault, Barthes) esta doctora se centró en el estudio de las relaciones que establecemos las personas con los ordenadores, especialmente los vínculos afectivos entre los niños y los robots humanoides (o animaloides), las mascotas virtuales (como los Tamagotchi) o los muñecos digitales (los Furby por ejemplo).

En palabras de la propia Turkle, estos artefactos piden al niño que valore su estado de ánimo para poder establecer una buena relación entre ambos; piden que se les alimente, que se les cuide, que se les mantenga limpios y sanos. Los Furby son además entrañables y hablan cariñosamente con sus compañeros de juegos. Durante la infancia de los de mi generación, algunos se dedicaban a desmontar sus juguetes para conocer cómo funcionaban en realidad (luego conseguían montarlos de nuevo con más o menos suerte; incluso sobraban piezas). A los actuales niños que juegan con los Tamagotchi o con los Furby no les preocupan los entresijos de sus mascotas, sino la manera de hacerlas felices.

Nosotros preferíamos tener un cachorro (y dábamos la murga con el tema). Nuestros modernos chiquillos se decantan por los bichos virtuales que no ensucian ni destrozan nada; tampoco hay que sacarlos de paseo, ni huelen a perro o a gato. Sus cacas pueden recogerse con un simple movimiento de lápiz óptico sobre la pantalla del ordenador o del Nintendo y encima podemos adiestrarlos en cuestión de minutos para que realicen una serie (siempre limitada al software) de habilidades. Me recuerdan a los protagonistas de la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, del inclasificable Philip K. Dick, en la que precisamente se basó Ridley Scott para rodar el film de culto “BladeRunner”. Aquellos personajes trabajaban duramente para poder comprarse un animal natural como mascota, hartos de los sucedáneos artificiales con los que se tenían que conformar los ciudadanos de menor poder adquisitivo.

Cuando veo jugar a mis hijas absortas con su nuevo Nintendog, arrojo la toalla vencido y voy en busca de nuestra Pomerania para sacarla a dar un paseo. Prefiero contentarme con el agradecimiento que me demuestra con sus saltitos y su mirada llorosa. ¡Qué le vamos a hacer!, soy del siglo pasado.

CARA Y CRUZ





Vivimos una existencia llena de posibilidades. Repleta de probabilidades. Al igual que los sondeos electorales, la salud y la enfermedad se encuentran sometidas a las imperturbables leyes de la estadística. Un ejemplo escogido al azar entre las noticias médicas más recientes: el consumo de hachís eleva hasta en un 30% la probabilidad de padecer esquizofrenia. Otro similar: entre un 50 – 60% de las mujeres que han heredado de sus antepasados las mutaciones denominadas genes BRCA1 y BRCA2 desarrollarán un cáncer de mama antes de cumplir los 70 años.

Los modernos pacientes, ahora oficialmente llamados usuarios, exigen que los facultativos les demos porcentajes de curación. Hacen bien. Están en su derecho. Para ello vivimos inmersos en el mundo de los derechos. El papel del médico actual se parecerá cada vez más al del gestor de la salud (y de la enfermedad) de sus usuarios. Nosotros asesoramos y los ciudadanos y ciudadanas deciden. Incluso pueden rechazar las medidas terapéuticas propuestas. Pero seguramente que nuestra existencia será perfecta cuando también asumamos plenamente nuestras obligaciones. La más incómoda de todas: responsabilizarnos de nuestro propio cuidado (los que puedan) y conocer nuestras limitaciones como seres humanos; sólo así entenderemos la salud y la enfermedad como las dos caras de la misma moneda, como dos partes de un todo.

El papel del médico en la sociedad contemporánea cambia vertiginosamente. Y más que cambiará a medida de los avances técnicos nos obliguen a realizar una práctica médica que poco o nada se parece a lo que nos enseñaron (y todavía enseñan) en las facultades de Medicina. Tampoco nos servirá demasiado de ayuda la experiencia profesional, pues con mayor frecuencia nos enfrentaremos a situaciones ante las cuales ésta será inexistente. Bienvenidos pues al mundo de la intuición. A la par que cambia la medicina lo harán también la filosofía y la antropología, incluso la religión grosso modo.


La ficción, como es habitual, ha rebasado por la izquierda a la realidad. ¿Se acuerdan ustedes del ingenuo Dr. Fleichsman, protagonista de la serie “Doctor en Alaska”?. Todos los días tenía que atender a los pacientes más variopintos de un remoto y gélido poblado perdido en el tiempo, contando con la única ayuda de una enfermera, una peculiar auxiliar administrativa nativa y unos medios materiales ciertamente limitados. Un chamán más que un médico. Mi amigo socarrón me pregunta: ¿y cuántos compañeros tuyos han tenido que ejercer en la Galicia rural de la misma manera que el Dr. Fleischman lo hacía en el pueblo de Cicely?.

En la cruz de la moneda nos encontramos al Dr. Gregory House: misántropo, impío, faltón, mordaz y sagaz a partes iguales, se pasa el día huyendo de los pacientes y mortificando a sus compañeros de trabajo, mientras cojea apoyado en su muleta consumiendo analgésicos según le aprieta un dolor crónico poco soportable. Nunca lleva bata blanca, para diferenciarse de los demás médicos. Experto en el diagnóstico de difíciles patologías mediante sofisticados medios técnicos, encarna a la perfección al profesional hipercualificado que sólo ve enfermedades donde en realidad hay enfermos. Me asombra el Dr. House, pero me pregunto, ¿qué haría él solito en una destartalada consulta perdida en el medio de Alaska (o de Galicia)?. ¿Qué haría yo?.

03 julio 2006

ALPINCHE




El mero hecho de vivir hace que nos podamos crear simpatías y antipatías a partes iguales. Uno opina buenamente sobre la supuesta jubilación futbolística de Zidane tomándose unas cañas con los amigos en la barra del bar y el parroquiano a tu lado que te escucha en silencio te jura amistad o enemistad eternas. Y así con otras muchas cuestiones, desde las más banales a las más trascendentales.

Acaba de aparcarse en las inmediaciones del Parque de San Lázaro un Alpinche pilotado por Reverter y Coleman y ya se ha desatado la polémica entre sus incondicionales y sus detractores. Hay que ver lo que dan que hablar las silentes estatuas. Recuerdo con cuánto lujo y boato se inauguraron en el pasado las colosales efigies de Ceaucescu, Lenin, Musolini o Franco, por poner unos ejemplos, y con cuánto empeño fueron derribadas por el mismo pueblo que sólo unos meses antes ensalzaba a esos mismos gobernantes. No me extraña nada pues la controversia generada por el original híbrido de Alpine y Porsche. Incluso Aloysius se ha atrevido a terciar en la porfía, ya que entiende que el mejor aparcamiento del afamado coche de rallies sería la esquina superior del Parque, justo enfrente del Choupana, para que Toñito Coleman pudiera pasar lista de todos los colegas que entran y salen a diario de este establecimiento o del Gaimola, y a la vez saludar a los que suben calle Bedoya arriba para comer en Casa José Luis. Pero ese puesto privilegiado ya está ocupado desde hace tiempo por el Carrabouxo.

Lo que sí ruega Aloysius encarecidamente es que los prójimos respeten las estatuas, víctimas frecuentes del incivismo urbano, porque todas tienen sus sentimientos aunque no posean corazón. Y siguiendo con cuestiones cardíacas: ¿podremos algún día pedirle a los cirujanos que nos extirpen el corazón y nos lo sustituyan por uno nuevo, para prevenir el padecimiento de una enfermedad mortal a la que de seguro nos condena nuestra herencia genética?. Hace escasas semanas diez primos miembros de una misma familia norteamericana, los Slabaugh, se han extirpado sus estómagos sanos para evitar el desarrollo de un cáncer de estómago hereditario que había provocado anteriormente el fallecimiento de una abuela común, de sus padres y de sus tíos. A partir de ahora deberán alimentarse muchas veces al día en pequeñas cantidades. En la foto de la prensa se les veía muy felices.

Medidas tan drásticas han sido tomadas también en la lucha contra otros cánceres, como por ejemplo el de mama, si bien la actual medicina basada en la evidencia solamente apoya la mastectomía profiláctica (extirpación de los senos sanos en mujeres con peligro de padecer un cáncer de mama hereditario) en aquellos casos de riesgo constatado muy elevado.

Hace ya unos cuantos años atendí en mi consulta de Atención Primaria a una joven de unos 20 años que quería vaciarse. Le pregunté sobre si tenía alguna enfermedad en el útero o en los ovarios que la hiciera subsidiaria de semejante tratamiento quirúrgico. Con una tranquilidad pasmosa me contestó que su estado de salud era perfecto. Simplemente demandaba una histerectomía porque no tenía instintos maternales. Entonces le expliqué que nuestro sistema sanitario no cubría sus pretensiones. Sin más, se despidió y abandonó la consulta.

En el juicio por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, sostiene Aloysius que habiendo dado el terrorista Txapote tan terribles muestras de insensibilidad ante el dolor causado por su actividad criminal, el juez podría haberle condenado a la extirpación profiláctica de su condición humana, porque está claro que de nada va a servirle en el futuro.