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28 marzo 2014

DIEZ MITOS



Antes de acudir a la consulta de su médico, muchos pacientes tratan de averiguar en Internet. Si en Google tecleamos la palabra “cáncer”, obtendremos 201 millones de resultados en 0.61 segundos. Después toca aventar tamaña “infoxicación”. 

El blog científico de Cancer Reasearch UK ha publicado un decálogo para desenmascarar los 10 mitos más frecuentes sobre el cáncer, y que aquí trataremos de resumir. 

Mito 1: el cáncer es una enfermedad del hombre moderno, causada por el estilo de vida occidental. Si así fuera, ¿cómo explicar hallazgos de esta patología en restos funerarios del Antiguo Egipto? Si bien es cierto que determinados hábitos como fumar cigarrillos están implicados en la etiología de algunos cánceres, los virus oncogénicos son más antiguos que la propia humanidad. 

Mito 2. Contamos con sustancias capaces de prevenir la aparición del cáncer (brócoli, ajo, té verde…) No existen evidencias científicas de ello, si bien se estima que mantener hábitos saludables a lo largo de la vida disminuye notablemente el riesgo de desarrollar esta enfermedad. 

Mito 3. Las dietas ácidas provocan cáncer, porque modifican el pH de la sangre. Tampoco existen evidencias científicas de este hecho. 

Mito 4. El azúcar es el combustible de las células cancerígenas. Lo cierto es que todas nuestras células, sean malignas o no, emplean glucosa para obtener energía. Sin embargo, se están desarrollando investigaciones para ver cómo las células sanas y enfermas fabrican energía, una vía que podría abrir esperanzadores caminos para futuros tratamientos. 

Mito 5. El cáncer lo causa un hongo y puede tratarse con bicarbonato sódico. Así parecieron corroborarlo trabajos aislados de experimentación animal, que nunca han podido reproducirse en humanos. 

Mito 6. Existen curas milagrosas para el cáncer, desde los enemas de café hasta el cannabis. Si bien es cierto que se investigan determinadas efectos beneficiosos de sustancias como el THC (tetrahidrocannabinol) para aliviar el dolor y las náuseas en pacientes oncológicos, promover falsas esperanzas en estos enfermos abanderando curaciones sobrenaturales resulta intolerable desde el punto de vista científico. 

Mito 7. A las grandes industrias farmacéuticas no les interesa encontrar la cura del cáncer. Existe un pensamiento muy arraigado en situaciones terminales: cuando no funciona la medicina científica tradicional, la cura del cáncer obligatoriamente está en otras terapias alternativas. Pero ¿acaso no mueren también de cáncer los investigadores de los laboratorios farmacéuticos más potentes? ¿Y sus seres más queridos? Sería absurdo investigar para no encontrar un remedio eficaz, en estas y en tantas otras patologías. 

Mito 8. Las terapias contra el cáncer matan más que curan. Este es el sambenito con el que cargan la cirugía, radioterapia y quimioterapia oncológicas. Hay datos epidemiológicos y estadísticos que desmontan este mito. Un ejemplo, en la actualidad, el 96% de los cánceres de testículo se curan. En la década de los 70, la cura sólo ocurría en el 70% de los casos. 

Mito 9. No progresamos en la lucha contra el cáncer. Para contradecirlo, ahí están los avances conseguidos mediante las campañas de detección precoz en el cáncer de mama y de cuello uterino, por ejemplo.

Mito 10. Los tiburones no tienen cáncer. Aunque en 1975 Steven Spielberg no lo sabía, el melanoma es un cáncer que también afecta la piel de los escualos.




21 marzo 2014

VOLVER



En Manrique Central, cerca de la 45 con la 76, se sitúa la Casa Gardeliana, dedicada a honrar los valores artísticos del memorable Carlos Gardel. El 24 de junio de 1935, el cantante, compositor y actor cinematográfico falleció en un aciago accidente de aviación que ocurrió en el Aeropuerto Las Playas (hoy Olaya Herrera) de Medellín (Colombia). Con él desaparecieron también los guitarristas Barbieri, Aguilar y Riverol, y el escritor brasileño Alfredo Le Pera. Precisamente a la pluma de Le Pera debemos la letra del tango “Volver” (1934), el mismo que afirma que es un soplo la vida y que veinte años no son nada... 

¡Caramba si son!. Y veinticinco, un poquito más. En su último número de enero – febrero de 2014, la publicación “Siete Días Médicos” recoge en sus páginas una colaboración firmada por el Dr. Blasco Valle, colega de profesión que trabaja en el Centro de Salud Delicias Sur de Zaragoza. El Dr. Blasco vuelve la vista atrás, hacia lo que acontecía en la Medicina de Familia hace 25 años. Leer esas líneas ha provocado en mi exactamente el mismo efecto que la dichosa magdalena de Proust, ese incidente que los expertos denominan experiencia sensorial evocada. Sostiene Aloysius que, en los presentes tiempos del Rey Wasap, sería completamente inútil enfrascarse en la lectura de los siete tomos y las más de tres mil páginas de “En busca del tiempo perdido” para activar los intrincados circuitos neuronales de nuestra memoria, pues resulta mucho más práctico ir al supermercado más cercano, comprar un paquete de magdalenas y disfrutar de ellas Bocadito a bocadito, en la aromática compañía de una taza generosa de té Earl Grey.

De esta forma retornaron a mi memoria los talonarios de P10 (léase tal cual, pediez), el socorrido papelito oficial mediante el cual los pacientes podían ser derivados desde las consultas de atención primaria hasta las de los especialistas. Por ahí debo tener guardado todavía alguno, entre las páginas de cualquier libro, dispuesto a saltar de nuevo a la realidad del siglo XXI tras un repentino hojear. Ahora trabajamos con las hojas de interconsulta, tal vez pronto también reliquias del pasado, pues así transcurren con celeridad los cambios continuados en la gestión sanitaria. En algunas ocasiones, la simple solicitud de una consulta al especialista desencadena una aventura para los usuarios del sistema, hace 25 años denominados pacientes, y qué decir si el final de tan particular peregrinaje desemboca en una intervención quirúrgica. En estos días, los medios de comunicación se hacen eco de los problemas existentes en algunas comunidades autónomas para gestionar sus abultadas e intolerables listas de espera quirúrgica.


Veinte años, o veinticinco, para el tango qué más da. Releyendo el artículo de mi colega maño, recordando los medicamentos más recetados entonces, de repente mi memoria ha viajado hacia el sabor dulzón de aquel jarabe rojo rubí de teofilina vehiculizada en alcohol etílico, que hace mucho más de veinte años, y de veinticinco, me recetaban cuando el asma se empeñaba en convertir mis pulmones en una sala de conciertos repleta de pitos y gaitas. Vivir, con el alma aferrada, a un dulce recuerdo…

16 marzo 2014

MUJER Y CÁNCER EN AMÉRICA LATINA



Hasta hace apenas unos años, demasiados trabajos de investigación publicados en las revistas de mayor impacto científico no habían tenido en consideración determinados sesgos poblacionales; por ejemplo: la mayoría de los individuos incluidos en los mismos eran varones, la presencia de las minorías étnicas brillaba por su ausencia, o la participación era masiva en los EEUU y en los países europeos. Esta circunstancia, de no haberse corregido, podría poner en tela de juicio los resultados de estos estudios.

Considerando estas premisas, me ha llamado la atención un trabajo publicado recientemente en la revista Dynamis (Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarunque Historiam Illustradam), publicación bianual de la Universidad Autónoma de Barcelona, focalizada en trabajos sobre la historia de la medicina y la salud y en la historia de las ciencias, escritos en cualquiera de los idiomas de la Unión Europea.

Los autores, Yolanda Eraso y Luiz Antonio Teixeira, analizaron la situación de los cánceres del aparato genital femenino y de la mama en América Latina. Hace varias décadas, cuando estudiábamos estas patologías en la facultad, existían enormes diferencias en su prevalencia e incidencia. Por ejemplo, en el caso del cáncer de cuello uterino, existían grandes diferencias entre las cifras más elevadas de Colombia y las más bajas de los países escandinavos. Incluso se describían variaciones significativas entre las propias mujeres norteamericanas de origen africano y latino respecto a las anglosajonas. 

Esta circunstancia ha ido modificándose en los últimos años, con la aplicación de nuevas políticas sanitarias en materia de salud pública. Argentina y Brasil han desarrollado amplias campañas de detección precoz del cáncer de cuello uterino basándose en sencillas pruebas diagnósticas como la citología o la colposcopia. 

En Uruguay, los esfuerzos se centraron en las mejoras en la detección precoz del cáncer de mama, mediante la realización de mamografías de cribado.

En Brasil, destacan las labores realizadas en el "Hospital Arístides Maltez", de Bahía. Cabe recordar que ésta institución, como tantísimas otras dentro de América Latina, abrió sus puertas a mediados del pasado siglo XX como iniciativa de una organización privada de tipo filantrópico. En aquellas latitudes, las denominadas Ligas contra el Cáncer desempeñaron un papel primordial a la hora de obtener recursos para la construcción y el mantenimiento de todos estos hospitales especializados. En este aspecto, la puesta en marcha de campañas masivas para realizar citologías del cuello uterino en las zonas más desfavorecidas de Bahía, fue un objetivo prioritario para incrementar la efectividad del diagnóstico precoz de esta patología.


El caso argentino es similar, hasta la aparición de los sistema nacionales de salud, capaces de garantizar el acceso universal y la planificación de las políticas sanitarias, actuaciones de las que han salido claramente beneficiados las mujeres con cánceres de mama y cérvix uterino, porque la detección precoz permite tratamientos menos agresivos y mayores índices de supervivencia.

08 marzo 2014

PARADOJAS



Nuestra existencia está repleta de paradojas. Sólo hace falta observar cómo nos comportamos cotidianamente, en múltiples ocasiones. Ya nos lo recordaban los clásicos, con el cuento aquel de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Si como individuos, los humanos resultamos seres contradictorios, la complejidad de tantos elementos convierte en este caso al conjunto, a la sociedad, a la humanidad en general, en un colectivo en permanente equilibrios entre el absurdo y la sensatez. 

Hoy nos gustaría reflexionar sobre tres paradojas muy concretas. La primera hace referencia a esa lacra denominada violencia machista. No es la primera vez que hago pública mi admiración por la sociedad escandinava, quizás porque tuve ocasión de conocerla un poco en una época determinada, a mediados de los años 80. Sin embargo, visitas posteriores a Dinamarca, Suecia y Noruega han ido variando aquella particular imagen idílica de lo que un día había sido la cuna del estado del bienestar. 

Recientemente, la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea ha publicado los datos de la mayor encuesta mundial sobre esta problemática. A pesar de que un 13% resulta inadmisible, he podido comprobar que España se encuentra entre los países europeos con menor porcentaje de mujeres que han padecido violencia machista. Por el contrario, el 52% de las danesas y el 47% de las finlandesas declaran haber sido víctimas de algún tipo de violencia física o sexual a partir de los 15 años. ¿Cómo es esto posible? 

Los expertos atribuyen estas cifras a la mayor concienciación de las mujeres nórdicas a la hora de denunciar cualquier tipo de comportamiento machista contra su integridad personal. De todas las maneras, en nuestro país parece ser que comienzan a dar sus frutos las campañas de sensibilización, las medidas jurídicas y judiciales, así como el profundo rechazo social contra los maltratadores.

La segunda paradoja hace referencia a los suicidios. Parece ser que las personas se quitan la vida con mayor frecuencia en aquellos países con mayores índices de prosperidad (Dinamarca, Canadá, EEUU, Suiza…) Los últimos estudios científicos publicados constatan esta tendencia. Como justificación, los expertos pensaron en las escasas horas de luz solar anuales en dichas latitudes, pero los factores culturales y cierta actitud social respecto a la felicidad han resultado más determinantes. 

En España, se mantiene la contradicción, pues el mayor riesgo de suicidio ocurre en las regiones del Norte, mientras Andalucía, donde el desempleo y el empobrecimiento se ha incrementado dramáticamente en la última década, las tasas de suicidios son inferiores. 

Por último, la paradoja de la alimentación. Las tasas de mortalidad cardiovascular más elevadas en España se sitúan en aquellas regiones donde teóricamente prima la dieta mediterránea. Y en Francia, con un consumo mayor de grasas saturadas en su alimentación (quesos, leche entera y patés) fallecen proporcionalmente menos prójimos debido a enfermedades del aparato cardiovascular que en otros países con dietas teóricamente más saludable. Hay quien justifica este hecho por los supuestos beneficios del vino tinto y su riqueza en antioxidantes (resveratrol y flavonoides) 

Al final, va a ser cierto que para una mayor salud resulta más importante el código postal de un individuo que su propio código genético.

02 marzo 2014

CODA



El último corte de pelo
La tajante navaja de acero
El primer amor
La postrera flor 
                    en el camposanto
El pecado original 
El bocado definitivo 
                    a la manzana 
Mil sosiegos
Y más de cien arrebatos 
Toda una existencia 
En un exiguo 
    subir 
          y bajar 
                    de párpados