CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

Protected by Copyscape DMCA Takedown Notice Violation Search

17 junio 2018

PEINANDO CANAS



 En el archiconocido tango, el inmortal Carlos Gardel se lamentaba con amargura: “volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien…” Metáfora del paso inexorable del tiempo, las canas simbolizan la sabiduría y la madurez. 

En la cruz de la moneda, no sin cierto sarcasmo e indudable machismo, la paremiología recoge el dicho “hombre canoso, hombre hermoso” para ensalzar la supuesta prestancia del cabello blanco sobre las cabezas masculinas, o aquella otra famosa frase de “echar una cana al aire”, que nos libera de la paradigmática alegoría de la senectud intentando fugazmente rejuvenecer, aunque por un instante. 

Dejando a un lado estas consideraciones culturales, recientemente los medios de comunicación se han hecho eco de diferentes informaciones científicas que asocian las canas con diferentes patologías. La primera de ellas se refiere al gen IRF4, relacionado con el color del cabello y la aparición de las canas. Además de su indudable interés antropológico, los investigadores han descubierto diferentes vínculos de este gen con los procesos de envejecimiento y enfermedad. 

Porque la decoloración capilar podría estar relacionada con un mayor riesgo de deterioro cardiovascular, o por lo menos así lo manifiestan un grupo de expertos de la Universidad de El Cairo (Egipto) dirigidos por el cardiólogo Irini Samuel. Estas afirmaciones podrían parecer una perogrullada, pues los cabellos canos son más frecuentes en personas de mayor edad, un grupo de edad donde las enfermedades cardiovasculares resultan prevalentes y además representan la primera causa de mortalidad. 

Sin embargo, no todas las personas presentan canas a la misma edad. Podríamos encontrarnos ante un marcador de edades biológicas (que no cronológicas) más avanzadas. Y es que la aterosclerosis comparte mecanismos patogénicos con la decoloración capilar, sobre todo respecto a la reducción de la capacidad de reparación del ADN celular, junto a un incremento del estrés oxidativo y de la inflamación, en determinados cambios hormonales y en el deterioro celular asociado al paso del tiempo. Por el momento, estos hallazgos no pueden generalizarse, puesto que el estudio egipcio se llevó a cabo exclusivamente con varones; por supuesto, ni quedarse calvo ni teñirse el cabello mejoraría el riesgo cardiovascular. Ojalá. 

Finalmente, y en este caso mediante investigaciones con ratones, expertos de la Universidad de Alabama (EEUU) han relacionado los genes que controlan el color del cabello y la alerta inmunológica desencadenada por infección patógena. Este hallazgo relaciona el cabello gris con la inmunidad natural mediada por el MIFT, el factor de transcripción implicado en la regulación de diversas funciones de los melanocitos, las células productoras de la melanina que colorea nuestra piel y cabello. 

Es hora de recordar al genial Miguel de Cervantes, cuando nos recomendaba no escribir con las canas, sino con el entendimiento, una habilidad que mejora con los años. Habitualmente.

02 junio 2018

NIPAH



 El nombre de algunos lugares del mundo persiste para la posteridad debido a su estrecha asociación con algún tipo de catástrofe: la batalla de Waterloo, el terremoto y el posterior desastre nuclear de Fukushima, al igual que el de Chernobyl, los campos de concentración de Auschwitz y Mauthausen, o la epidemia iniciada a orillas del río Ébola, en la República Democrática del Congo, constituyen algunos ejemplos de ello.

En la geografía de Malasia encontramos Kampung Sugai Nipah, una localidad que a pesar de la distancia, tiene mucho que ver con la aldea congoleña de Yamkubu, donde en 1976 se identificó el origen de la primera epidemia de la enfermedad por el virus Ébola, un tipo especialmente letal de fiebre hemorrágica.

De manera similar, en 1998 se aisló en Kampung Sugai Nipah el virus causante de la enfermedad de Nipah, responsable de cuadros de encefalitis de extrema gravedad que pueden causar la muerte a la mayoría de los infectados. Las semejanzas entre el virus Ébola y el virus Nipah son preocupantes. En ambos casos sus reservorios naturales son murciélagos frugívoros, desde donde pueden pasar a infectar a otros animales: simios, monos, antílopes de los bosques y puercoespines, en el caso del Ébola, y cerdos en el caso del Nipah. El contacto físico de los humanos con estos mamíferos posibilita el contagio y la enfermedad. Por el momento, no existe tratamiento específico para ninguna de las dos patologías, y la lucha contra su diseminación ha de limitarse a medidas preventivas.

Los expertos hablan de zoonosis emergentes, enfermedades de los animales que pueden afectar a los humanos incidentalmente, prácticamente desconocidas hasta las últimas décadas del pasado siglo XX, y que pueden constituir un problema de salud pública muy grave en el futuro más inmediato, en el supuesto de no controlarse. En este tipo de patologías también se incluye la infección por el virus Hendra, que afecta a los caballos y al hombre, así bautizada al haberse detectado en 1994 en este suburbio de Brisbane, en Australia. Con una mortalidad cercana al 75% de los infectados, las defunciones son provocadas por graves cuadros respiratorios y neurológicos.

Ébola, Nipah, Hendra… Cuando los científicos creían haber domado y vencido a los virus que históricamente diezmaron a la humanidad (sarampión, viruela, gripe), nuevos enemigos se asoman peligrosamente por nuestro horizonte, simples formas de vida habitantes de este planeta mucho antes que esos orgullosos primates pomposamente autodenominados Homo sapiens. La batalla permanente entre ciencia y naturaleza prosigue.