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03 septiembre 2016

TAN LEJOS, TAN CERCA


La súbita irrupción en nuestras vidas del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ha devuelto a mi memoria el caso de una paciente atendida hace ya unos cuantos años en el antiguo Centro de Saúde de A Ponte, en la calle que entonces se llamaba General Aranda. 

Se trataba de una anciana que vivía sola en una casa rural de Untes, vecina a la ciudad de Ourense. Entre sus labores cotidianas se dedicaba al cuidado de los animales domésticos: una docena de pollos y gallinas ponedoras, varios conejos y una pareja de ovejas. Fue atendida porque presentaba un síndrome febril acompañado de cefalea y dolores articulares. La señora se quejaba además de profusa sudoración nocturna y de un incómodo picor generalizado por todo el cuerpo. 

Cuando nos disponíamos a auscultarla descubrimos de repente una oronda garrapata adherida a la piel de su espalda, de cuya molesta presencia la paciente no se había percatado antes. Para desprender el parásito utilizamos unos mililitros de gasolina que previamente habíamos sacado del depósito del Simca 1200 blanco que por entonces me acompañaba, valioso aquel préstamo de mi padre. Fue el primer caso probable de fiebre Q que saltó de la teoría a la práctica clínica en mi vida profesional. El diagnóstico microbiológico confirmó posteriormente la presencia del germen causante, una bacteria de eufónico nombre Coxiella burnetii, y la enferma se recuperó gracias al tratamiento antibiótico específico. 

Las garrapatas son ácaros que infectan a los mamíferos, incluyendo a los humanos, pero también a las aves. En este último caso reciben el apelativo de garrapatas blandas para diferenciarlas de las primeras. La presencia de estos parásitos aviares fue detectada en España hace varios años en las aves estacionales que anidan periódicamente en nuestros pagos, procedentes del continente africano. La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC) es endémica en África, los Balcanes, Oriente Medio y Asia. Constituye una forma grave de fiebre hemorrágica viral y su letalidad es preocupante, pudiendo alcanzar al 40% de los infectados. 

En los seres humanos su transmisión tradicional se produce a través de la picadura de las garrapatas y mediante el contacto con el ganado infectado. Pero, tal y como ha ocurrido en el caso de la enfermera infectada en nuestro país, la transmisión entre personas es posible si existe un contacto estrecho con la sangre y los fluidos corporales de los pacientes, como el hombre de 62 años fallecido en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid tras haberse contagiado por la picadura de una garrapata blanda, el primer caso de estas características en Europa Occidental. Por el momento no existe una vacuna eficaz contra este peligroso virus, ni para los animales ni para los humanos. Las autoridades sanitarias hablan de una situación excepcional y epidemiologicamente controlada. 

Las garrapatas sobreviven entre la hierba alta. Allí aguardan pacientes el paso de cualquier animal para engancharse. Los veterinarios conocen bien el peligro que representan para nuestros queridos animales de compañía. Ahora han saltado de nuevo a la palestra para recordarnos la frágil inmensidad de nuestro pequeño orgulloso mundo.