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27 noviembre 2007

TIH 451 MEDELLIN


Como Roma, Medellín mantiene apuntalada su geografía sobre siete colinas. En la cima de una de ellas, el llamado Cerro Nutibara, alumbrados por la tenue luz de los faroles del Pueblito Paisa, Tavo me cuenta las historias sobre cómo se han enfermado y muerto las gentes de su Medellín: el usurero de barrio, al que le salió una ampolla en un dedo de un pie y enterito se lo fue comiendo la gangrena, en rigurosos plazos, tal vez fuera diabético y él no lo sabía, o tal vez fue la causa del deceso su propia avaricia, una enfermedad tan maligna y perniciosa como otra cualquiera, o la de la joven madre que se pasó tres semanas tosiendo sin parar, y que por el pánico que le producían las agujas de las inyecciones, no quiso ir al médico y una neumonía se la llevó volando en el viento del atardecer, dejando dos niños chicos al cuidado de la caridad, o la de la viejita que sacaba todas las mañanas los pajaritos al calor del sol, y que una tarde no apareció ni para ponerles agua fresca ni para protegerlos de la noche, pues cuatro días llevaba muerta cobijada con el sueño triste de su soledad.

Como en la Roma clásica, Medellín no paga a los traidores: ni al mariscal Jorge Robledo, descubridor y conquistador de aquellas tierras a mediados del siglo XVI, al que sus compañeros de armas le dieron matarile acusándole de conspirar contra el adelantado Sebastián de Belalcázar, ni al prócer de la patria el general José María Córdova, que peleó codo con codo con Simón Bolívar para independizar América y que siguió un destino idéntico al de Robledo, ejecutado por los suyos en tiempos turbulentos, ni a tantos y tantos sicarios encomendados a María Auxiliadora, que tiñeron con su sangre las cuestas, las carreras y las quebradas de la ciudad de la eterna primavera en los violentos años 80.

Como en Roma en otoño, no observé moscas en Medellín. Miento. Si me las encontré poblando algunos cuadros de Fernando Botero, el mismo que pinta vírgenes opulentas y orondos cristos sufrientes, con la sangre chorreándoles desde la corona de espinas en bermejos goterones que más bien parecen renacuajos flagelando la piel herida del martirizado, y sobre todo en los lienzos surrealistas de David Manzur. Los insectos que allí más vuelan son las pardas mariposas de la noche y las cucarachas doradas capaces de ascender más de cincuenta metros cautivadas por el fulgor de una lámpara solitaria.

Los augures locales predicen la suerte estudiando los números que las mariposas portan bajo sus alas. Si alguna vez encuentran allí una con las letras y las cifras del título de este relato, seguro que les traerá buena suerte. Coinciden con la matrícula del taxi que mi amigo Tavo conduce por las calles de Medellín.

12 noviembre 2007

EL VIDEO MATÓ A LA ESTRELLA DE LA RADIO

"WORLD DIABETES DAY AND THE LONDON EYE" by oneof42
En la oreja izquierda me ha soplado el sempiterno Aloysius que la cadena MTV inauguraba en agosto de 1981 sus retransmisiones televisivas precisamente con un video – clip del grupo británico “The Buggles” de esta guisa titulado. Desde entonces, esta especie de películas en miniatura, con puesta en escena y argumentos muchas veces dignos de los mejores cineastas, ha eclipsado a las emisiones radiofónicas de los éxitos musicales.

Permítanme esta tan poco ortodoxa licencia comparativa en relación con la aparición y la desaparición de la insulina inhalada, medicamento que tantas expectativas había despertado en todo el mundo y que el laboratorio que la comercializaba ha decidido recientemente retirar del mercado farmacéutico. Las malas lenguas, lameronas permanentes de la manzana de la discordia, mantienen que este hecho se ha producido porque lo inicialmente recaudado gracias a sus ventas no alcanzaba ni para pipas: 12 millones de dólares anuales frente a los 2200 previstos.

Allá por el 2002, un prestigioso diario de tirada nacional anunciaba esperanzado la posibilidad de que los pacientes diabéticos insulinizados mejorasen su calidad de vida al tener que inyectarse a diario menos veces esta hormona, algo muy importante, pues las revisiones de la medicina basada en la evidencia revelaron que la insulina inhalada no parece ser más eficaz a la hora de controlar la glucemia de los diabéticos que la inyectada, de acción corta. Mayor comodidad con similar efectividad, aunque todavía quedaban al descubierto determinadas lagunas como por ejemplo los datos referentes a la seguridad pulmonar a largo plazo y su menor biodisponibilidad, que haría necesarias dosis mayores para la vía inhalatoria.

Los pacientes y los médicos están que bufan: no aceptan que primen los criterios económicos sobre la realidad asistencial. Pero en la vida, una vez más, todo es relativo: los críticos defienden que este tratamiento no estaba indicado en todos los diabéticos, poniendo como ejemplo que en los EEUU, tras los primeros dos años de comercialización de la insulina inhalada, tan sólo se beneficiaron de ello el 2% del total de los pacientes. En España, recordamos que la seguridad social dejaba fuera de la financiación de este tratamiento a los diabéticos tipo 2 (no dependientes de la insulina), que suponen el 90% de nuestros enfermos.

El otro día escuchaba el pesar de una madre porque su hijo de 10 años acaba de debutar con esta patología endocrina. El muchacho es un buen deportista y todavía está acomplejado porque tiene que pincharse insulina varias veces al día. Se siente extraño, avergonzado y diferente de sus compañeros. Es uno más de los 100000 niños y jóvenes nacionales que sufren esta enfermedad. Otro dato para la reflexión: el 1 de cada 3 niños diabéticos de entre 3 a 6 años es rechazado por las guarderías patrias debido a su enfermedad. Aquí, el vídeo de la lucidez no ha matado la ignorancia de la estrella de la radio, o como en una ocasión dijo Ungaretti: “mi pobre corazón, atemorizado de no saber”.

07 noviembre 2007

CIENCIA Y FUTURO

"EXPLICACIÓN RAZONABLE" de XOSÉ VILAMOURE
Para comprender el pasado disponemos de la memoria, de la individual, pero también de la colectiva. Para soportar el presente tenemos nuestra existencia, es decir, el amor y la música de la vida. Pero, ¿de qué disponemos para afrontar la incertidumbre de los tiempos, para explorar el gran océano de la verdad que al propio Isaac Newton le parecía tan inescrutable? Solamente la fascinación como seres humanos por los días que han de venir. De este manantial (y del miedo a la muerte) surgen frescas las fuentes de la ciencia, la singular sabiduría empeñada en desentrañar los misterios del futuro. A veces, sobre todo cuando el cómputo de las edades del hombre se acerca a un punto crítico (como por ejemplo un cambio de milenio), los científicos más relevantes realizan sus predicciones sobre la vida en tiempos venideros.

Actualmente, podemos vislumbrar ciertos episodios de ese apasionante mañana: infalibles vehículos autodirigidos, bondadosos autómatas domésticos (una especie de robots biológicos con inteligencia artificial), televisión tridimensional, gafas que desplegarán ante nuestros ojos un universo de entretenimiento, laboratorios donde se generarán tejidos y órganos humanos, instrumentos de reparación celular genética capaces de prometernos eternas salud y juventud, la teletransportación e incluso la invisibilidad. En esta última ya está trabajando con éxito el laboratorio del físico británico sir John Pendry, en la Universidad de Duke (EEUU).

¿Qué opinan sobre el futuro de la ciencia otra serie de sabios augures? Anton Zeilinger, el físico austriaco que consiguió teletransportar dos fotones de un extremo a otro del Danubio, ve factible el desplazamiento a distancia de objetos sin necesitar el contacto físico con los mismos, y sueña con su aplicación a los seres vivos, humanos incluidos. Él mismo se pregunta, ¿qué ocurrirá cuando el transporte no sea solamente de información, sino también de materia?; y añade circunspecto Aloysius, ¿tendrá conciencia de su teletransporte el teletransportado? He aquí, de nuevo ante nosotros, el proceloso océano del conocimiento que estremecía a Newton en sus playas.

En el ámbito energético, donde la independencia de los combustibles fósiles y la ecología planetaria llevan años clamando por un cambio radical, la fusión nuclear y la generación eléctrica a partir de la luz solar imitando el metabolismo vegetal tendrán un papel estelar. A su vez, el pleno desarrollo de la nanotecnología podrá tener dos caras: una amable, con su aplicación a la medicina, donde nanomáquinas inyectadas en el torrente sanguíneo podrán, por ejemplo, reparar el daño producido en los vasos sanguíneos, y otra más aterradora, por el uso bélico de esta apasionante tecnología. Al respecto, el Dr. Nick Bostrom, de la Universidad de Oxford, sospecha que así podrían construirse armas invencibles y paradójicamente extinguir a la especie humana en este planeta.

Pero entre tanto oráculo se hace sentir una vez más la bienhechora voz de mi admirado Ray Kurzweil, el autor de la teoría de la singularidad, deseoso que en 10 ó 15 años la mortalidad por el cáncer y las enfermedades cardiovasculares por fin se vea superada. Pero, si modificamos nuestra longevidad, nuestra manera de sanar y de enfermar, nuestro cerebro y nuestra manera de concebir el mundo, si la genética es capaz de corregir nuestros genes erróneos, si nos dotamos con interfaces informáticos y virtuales capaces de expandir nuestros órganos de los sentidos o de dotarnos con múltiples identidades, en definitiva, si alteramos nuestra propia especie, ¿en qué nos convertiremos?, ¿seremos tal vez más felices? Cuando veo a las madres con sus criaturas en las salas de espera de las consultas de pediatría, muchas veces me he preguntado: ¿cómo pensarán estos niños en el futuro?, ¿cuál será su personalidad, su conciencia, su inteligencia?, ¿cuánto y cómo evolucionarán?, ¿qué tipo de sociedad van a configurar? Para tanto interrogante, todavía no tengo respuestas. Tan solo, el reflejo de mi mirada en el oscuro fondo del jarabe para la tos.