CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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21 febrero 2007

OJALA QUE LLUEVA


IMAGEN: "WATERY SUNSET" de ANDY100

Acabo de estar en Valencia y llovía. Una fina llovizna pertinaz multiplicaba mi incomodidad a medida que el viento del levante soplaba intrincado por la arboleda plantada en el que un día fue el cauce del Turia.

Aquel atardecer sabatino me trajo a la memoria unos versos del Osip Mandelstam deportado en Siberia: “las flores son inmortales. El cielo, denso. Y el futuro, sólo una promesa”.

Paradojas de la vida, viaja uno para aprender un poco de ciencia en un simposio internacional sobre asma y EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y se trae en el equipaje una bronquitis de las que hacen época. ¿Virus de la gripe, alergia al polen de las inmortales flores de azahar, o más bien daños colaterales provocados por el aire acondicionado de hoteles, aeropuertos y aeronaves? Vete tú a saber.

Esta anécdota viene a cuento porque en la revista profesional Atención Primaria, acaba de publicarse un estudio firmado por varios médicos de Urgencias que trabajan en el Área Sanitaria 6 de Valencia. Su título es harto sugerente: “Pluviometría y asistencia a Urgencias”.


Resulta que cuando llueve nuestros prójimos frecuentan menos dichos dispositivos asistenciales. Y cuanto más llueve, menos visitas. Este fenómeno se constata todavía más en el grupo de los usuarios denominados hiperfrecuentadores (los que más acuden a los servicios de Urgencias por problemas de menor entidad, considerados no urgentes). Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…




Desconozco si una investigación semejante se ha llevado a cabo en los servicios de urgencias de nuestro entorno. Si así fuera, me gustaría conocer sus resultados y comparar si los paisanos ourensanos se comportan al respecto igual que los ches (los valencianos y por qué no, también los argentinos). Y si no se hubiera realizado, animo a mis compañeros de los PAC y de las urgencias hospitalarias a que comprueben este fenómeno (si les queda tiempo para ello). La moraleja de la historia nos enseña de qué manera influyen en la asistencia médica, ademas de la patologia pura y dura, determinados factores medioambientales y sociales que a veces nos pudieran parecer una frusleria.

De mi época de médico asistente voluntario en el servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico de Santiago procede una historieta parecida. Aunque nunca nadie se molestó en estudiar seriamente el asunto, todos los que trabajábamos de guardia en las urgencias del servicio teníamos la impresión de que, mientras se estaba televisando un partido de fútbol de esos de máxima audiencia, dificilmente alguna usuaria acudía a nuestras puertas demandando atención médica inmediata. Sin embargo, transcurridos unos minutos tras el pitido final del encuentro, esforzados maridos o parejas comenzaban a traernos a sus medias naranjas afectadas por copiosas metrorragias, apuradas por contracciones uterinas galopantes, rompiendo aguas o con las criaturitas prestas a abandonar el confortable seno materno. Y con lo que llovía entonces en Compostela

Jura y perjura mi muy tendencioso Aloysius que el otro día le pareció escuchar a un médico de urgencias, en pleno fragor de su cotidiana batalla asistencial, tararear aquella bachatita que hace un tiempo popularizó el espigado Juan Luís Guerra y que comenzaba diciendo: “Ojalá que llueva…”.

14 febrero 2007

EL OJO Y LA LUZ

IMAGEN: PRETTY GREEN EYES by BBMaui
“Cierra tu ojo corporal, para que veas primero tu pintura con el ojo del espíritu. Entonces deja salir a la luz que viste en la oscuridad, para que pueda ejercer su efecto sobre los otros, del exterior al interior.”
(Friedrich 1830).

Maltrató en exceso el trágico destino a la bella reina Dido de Cartago; apresuradamente huyó de Fenicia porque su propio hermano había ordenado asesinarla.

Hallada por fin la paz en las playas de Cartago, finos arenales bañados por la cálida luz del Mediterráneo, sostiene el poeta que prefirió darse muerte ante la definitiva partida de su amado Eneas hacia las guerras de Troya.

Una bandada de flamencos levantó el vuelo hacia el poniente para ahogar allí su enorme pena.


“Debe el ojo su existencia a la luz. De subalternos órganos auxiliares animales la luz desarrolla un órgano adecuado a ella; así el ojo se adapta gracias a la luz para la luz, para que a la luz exterior corresponda otra interior… Nadie negará este parentesco directo del ojo con la luz; cuesta más concebir el uno y la otra como una y la misma cosa…”
(Goethe, 1810).

¿Tenemos ojos porque vemos o vemos porque tenemos ojos?
André Bretón escribió en su poema “A la mirada de las divinidades”:
“Un poco antes de medianoche, cerca del desembarcadero.
Si una mujer desmelenada te sigue, no te preocupes.
Es el azul. No tienes que temer nada del azul…”

Tienen a Melibea cautiva en una torre de marfil; al igual que la dulce Dido, decide hacerse dueña de su amargo destino. Vuela libre… Retorna a la luz de la mirada primitiva.
Todo lo que puedas anhelar te lo muestran las traviesas miradas de Dido y Melibea.

Este texto es una variación del que en su día vio la luz en la sección titulada “Mare Tranquilitatis” de la página web de Alcer-Ourense. Merecía la pena recuperarlo, porque fue el primero y el último. Los ojos que lo inspiraron son privados y no pueden (ni deben) reproducirse ahora. En su día estuvieron al servicio del inexorable paso del tiempo.

13 febrero 2007

EQUIVOCARSE Y ACERTAR


Conserva mi taimado Aloysius una serie de amigos muy peculiares, de los que viven casi siempre tan deprisa que a veces no tienen ni siquiera tiempo para despertarse y volverse dormir. Apenas sobreviven libando de las flores y componiendo poesías con el rocío de la mañana. Con cierta frecuencia, uno de ellos le regala hermosas frases que encuentra brujuleando entre las páginas de los libros que muy poca gente lee. Él afirma que Karl Popper dijo un día que en el mundo no hay relojes, sino nubes. A mí Popper me cae simpático, pues construyó parte de su cuerpo filosófico sobre algo tan simple como que los seres humanos somos capaces de aprender todos los días a base de ensayar, equivocarnos, volver a probar y finalmente acertar. Pero ya quisiéramos que no hubiera relojes, ni ONG. Ni Comité Anti-Sida.

Tal vez ya les haya contado esta historia. Pasa consulta en Ourense un colega y buen amigo mío que sostiene que, dejando al margen la ingente solidaridad internacional, en nuestro país no debería existir ninguna asociación de este tipo. No es de derechas ni de izquierdas. Simplemente es un hombre sensato y apreciado por sus fieles pacientes. Este controvertido razonamiento suyo se basa en que nuestro estado de bienestar debería responsabilizarse de todos los enfermos y desfavorecidos. Y lo de todos lo pone con mayúscula. Lo enfatiza. Lo arranca del ámbito privado y lo transplanta al campo de lo público. De esta manera, por ejemplo, ningún toxicómano se desengancharía fuera del sistema sanitario. De esta forma, los enfermos de SIDA (o sus familiares y seres queridos) no deberían defender con uñas y dientes unos derechos comunes idénticos a los de otros pacientes (que de antemano cuentan con el necesario apoyo social e institucional). Y los vecinos de un barrio podrían vivir tranquilos sin ponerse en pie de guerra periódicamente porque recelan de quien no deberían temer. Son necesarias la información, la empatía y la inteligencia emocional, capaz de hacernos sentir bien con nosotros mismos y con los demás. O como diría Daniel Goleman, el inventor de este término afectivo, haría prevalecer a los que progresan y a la vez se llevan bien con toda clase de personas.

Algunos echaban en falta mi apoyo público al Comité Anti-Sida de Ourense. Estimo que no era tan necesario, pues sin duda siempre han contado con mi afecto y reconocimiento. Muchos y mejores les han manifestado su solidaridad y mi testimonio podría resultar redundante y oportunista en estas fechas. No voy a defender yo aquí una labor que se dignifica día a día con su mera existencia. Solamente pretendo reflexionar sobre la tristeza que me producen conflictos innecesarios que se generan por la incomprensión entre los seres humanos, tan cercanos y distantes a la vez, incluso cuando manejamos cuestiones tan espinosas como el sufrimiento de nuestros prójimos. Sostiene Aloysius que en Auriavella hay muchos edificios que podrían restaurarse y cederse para que allí trabajen todas nuestras ONG ourensanas. Propone que muchas subvenciones públicas destinadas al área humanitaria y social consideren la transferencia de los espacios físicos y de los medios materiales necesarios para que la maquinaria del voluntariado sea efectiva (y afectiva) y funcione perfectamente engrasada en un entorno amigable. Y que esa labor se desarrolle siempre de puertas abiertas, pues la desconfianza hacia lo desconocido hace tiempo que se cura con la comprensión (como ya decía Virgilio, uno se cansa de todo menos de comprender).

08 febrero 2007

FUEGO AMIGO

AUTOR DE LA IMAGEN: RICARDO RECH (Brasil) (c)
Sostiene Aloysius que las palabras las carga el diablo, como las armas. Por eso el hombre debe manejarlas con cuidado, para que no le exploten en los labios. Esta aseveración se la ha copiado literalmente mi iracundo incondicional amigo al escritor Julio Llamazares. Tiene toda la razón. En Medicina hay palabras que explosionan como bombas incendiarias según el contexto en el que son utilizadas. Los médicos estamos acostumbrados a emplear el término colapso como sinónimo de brusco decaimiento, desfallecimiento, desmayo, síncope, vahído o desvanecimiento. Pero nadie quiere escuchar la palabra en cuestión para definir el estado operativo de los servicios de urgencias en determinadas épocas invernales. La modernísima hiperfrecuentación resulta políticamente más correcta, mientras el término saturación también queda completamente proscrito.

Siempre que los médicos de urgencias hospitalarias se ven obligados a trabajar al límite de sus posibilidades se responsabiliza a diferentes entidades: en primer lugar, a los propios usuarios, que no saben (o no quieren) distinguir entre una patología urgente (más o menos grave) de una atención diferida o aplazable (por ser menos comprometedora para la vida humana). Ya sabemos que el dolor y el sufrimiento son subjetivos y a cada uno su problema le parece el más importante del mundo. También se ha acusado a los pacientes de tratar de puentear las listas de espera mediante la afluencia masiva a los servicios de urgencias (a ver si cuela). Otros echan la culpa de este abarrotamiento al propio sistema sanitario, a las limitaciones y a las deficiencias resolutivas de la atención primaria, a la descoordinación entre niveles, a la burocracia cada vez más asfixiante y a las bolsas de ineficacia de los grandes centros hospitalarios.

Lo que nunca había escuchado es que la sobrecarga asistencial soportada en la urgencias sanitarias de Galicia durante el pasado mes de enero (y lo que llevamos de febrero), se debe a la actitud de los facultativos y a la invención de los medios de comunicación. Siempre habrá alguno que considere a los médicos y a los periodistas como elementos sociales sospechosos porque comparten peligrosas y comunes armas (bolígrafos, plumas y ahora modernos teclados de ordenador). Resulta cuanto menos inquietante escuchar al portavoz parlamentario del BNG, el Sr. Aymerich, afirmando que los médicos están realizando una huelga a la japonesa, saboteando el sistema desde dentro. Particularmente creo que me moriré si ver en este país una huelga médica organizada y efectiva, ni a la japonesa ni al estilo pilotos de aviación, pues tantos y tan contradictorios intereses laborales tiene un colectivo heterogéneo como el de los médicos españoles. Así nos va. Además resulta descortés meter en el mismo saco a todos los facultativos del SERGAS, porque además de los calandracas del PP, alguno habrá también que sea votante, simpatizante o militante del BNG o del PSOE (digo yo) y no hay por qué faltarles al respeto. Esto es lo que yo entiendo como fuego amigo. En mi humilde opinión, tampoco ha estado muy acertado el portavoz del PSOE, el Sr. Modesto Pose, acusando a la prensa de alarmismo mediático. Tan sólo recordarle que cuando gobernaba el Sr. Fraga, más de un político opositor llamó insistentemente a las puertas de las redacciones de los periódicos patrios para que prestos acudieran a fotografiar las camas por los pasillos, denunciaran las urgencias colapsadas y la desidia de los conselleiros que nombraban gerentes incompetentes (por cierto, alguno de ellos desempeñando altos cargos en el actual organigrama de la Consellería de Sanidade de nuestro gobierno bipartito). Hay que estar a las duras y a las maduras. También se echa de menos la defensa de los médicos gallegos que los colegios profesionales y los sindicatos deberían realizar ante tan torticeras acusaciones. Por cierto, ¿para cuando un pacto político serio encaminado a defender y prestigiar nuestro sistema sanitario público? Mientras este feliz hito no ocurre, no frivolicen con el trabajo de los profesionales. Ni ellos, ni los usuarios, se lo merecen.