CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

Protected by Copyscape DMCA Takedown Notice Violation Search

24 agosto 2013

VIVIR EN EL ESPACIO




Cuando éramos niños, algunas previsiones futuras despertaban nuestra admiración y perplejidad. Aquellos visionarios, considerando el vertiginoso desarrollo de la humanidad durante el siglo XX, se animaron a vaticinar un futuro mejor, libre de guerras, calamidades y padecimientos. Colonias en Marte. Explotaciones mineras en la Luna. Fantásticas metrópolis construidas bajo cúpulas en el fondo del mar. Ahora apenas llevamos una década del presente siglo, y aunque todavía queda mucho por ver que quizás nunca veamos, determinados avances tecnológicos nos hacen albergar renovadas esperanzas. 

El otro día comentábamos cómo una empresa está decidida a enviar a los primeros humanos a Marte. En la era televisiva, el fabuloso presupuesto económico para tal aventura correría a cargo de la publicidad. También manifestábamos nuestras dudas sobre el éxito de tal evento, considerando la falta de agua potable en la superficie marciana, la diferente gravedad y los efectos devastadores de la radiación cósmica en un planeta sin una atmósfera protectora como la de la Tierra. 

Hay quien sigue pensando que resultaría menos complicado establecer bases espaciales habitables que conquistar satélites y planetas. El argumento de la recientemente estrenada “Elysium” (Neill Blomkamp, 2013) se basa precisamente en uno de estos entornos fantásticos. El ejemplo elegido por los guionistas es un toro (o toroide) de Stanford, una estructura geométrica en forma de rosquilla que rota a una frecuencia determinada capaz de generar en su interior una fuerza gravitatoria. Para un total de 10000 habitantes, se calculó una estructura de acero de 10 millones de toneladas, con un diámetro de 1.6 kilómetros. Esta idea data de 1975...



En 1929, el científico John D. Bernal fue un pionero en el diseño de estaciones espaciales. Su modelo se basaba en una esfera hueca de 16 kilómetros de diámetro, capaz de albergar en su interior 25000 habitantes. Partiendo de la idea original de Bernal, Gerard K. O´Neill propuso en 1976 otra esfera, de 0.5 Km de diámetro, que rotaría a 1.9 revoluciones por minuto para generar en su interior una gravedad similar a la terrestre. La forma esférica fue la elegida para obtener una presión atmosférica óptima y para preservarse de la radiación exterior. La luz sería aportada por el Sol, bien directamente a través de aperturas en la estructura, bien a través de grandes espejos reflectantes. 

El propio O´Neill propuso otras configuraciones en forma de cilindros, de 3.2 kilómetros de radio y 32 kilómetros de largo, cuyo interior estaría acondicionado con lagos, árboles y agradables superficies para el desarrollo humano. Anillos exteriores albergarían las zonas agrícolas e industriales. Finalmente, en 1997, Forrest Bishop propuso su anillo rotatorio, capaz de generar gravedad también a partir de la fuerza centrífuga. Al proponer el uso de nanotúbulos de carbono, muy ligeros y resistentes, las dimensiones serían mucho mayores, llegando a alcanzar superficies equivalentes a las de Argentina o la India.

Sostiene Aloysius que parece mucho más sencillo diseñar grandes construcciones espaciales que establecer el modelo social y de convivencia para esas futuras colonias humanas en el cosmos. Porque, si van a copiar los actuales imperantes en la Tierra, entones ¿para qué tantos esfuerzos?

16 agosto 2013

ADELGAZANDO OBESOS



Vayan por adelantado mis disculpas a los editores de la prestigiosa revista médica “The Lancet”, por fusilarles parte del título de un artículo publicado recientemente en su edición digital. Sin un optimismo excesivo, aporta noticias esperanzadoras. Y es que, a nivel comunitario, la lucha contra la obesidad comienza a convertirse en una tarea menos complicada que cazar gamusinos. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) llevan tiempo advirtiéndonos del peligro que suponen para nuestra sociedad la obesidad y las enfermedades crónicas asociadas a ella: diabetes tipo II, hipertensión arterial, cardiopatía isquémica y algunos tipos de cáncer. Curiosamente, al revés de lo que ha venido ocurriendo a lo largo de la historia, en nuestros días la obesidad se relaciona con unos menores ingresos económicos. Parece ser que los precios más baratos de los alimentos corresponden a aquellos productos ricos en grasas saturadas, azúcares y sal, y pobres en calcio, hierro, vitaminas y minerales. 

Las familias con mayores recursos económicos pueden acceder, por término medio, a una variedad de 250 alimentos diferentes, mientras que las clases sociales más deprimidas compran apenas 2 decenas de productos alimenticios... 

Retomando el editorial de “The Lancet”, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos han revelado una tendencia a la baja en la prevalencia de la obesidad en niños en edad preescolar pertenecientes a las familias con ingresos económicos más bajos, un grupo de población especialmente vulnerable. A pesar de estos datos esperanzadores, los expertos se quejan de las dificultades que se encuentran a la hora de determinar cuáles son las medidas sanitarias más eficaces para continuar adelgazando a los gordos. 

Los diferentes estados que conforman la potencia norteamericana difieren notablemente en sus políticas de salud pública, en sus programas educativos y de fomento de una alimentación sana y de una actividad física aceptable. 

Hete aquí el primer obstáculo administrativo, que bien podría trasladarse a la Comunidad Europea y, por qué no, a nuestro propio país, con 17 sistemas autonómicos de salud pública desigualmente gestionados. Está demostrado que las medidas más efectivas para combatir la obesidad y su cohorte de enfermedades satélites deben comenzar desde la más tierna infancia. Aquí, una vez más, padres, educadores y cuidadores desempeñan un papel esencial. 

Los expertos recomiendan potenciar el acceso a los campos de juego fuera del horario escolar, agua potable gratuita (evitaría el consumo de bebidas edulcoradas) y almuerzos y meriendas saludables. Pero, para llegar a buen puerto, estas medidas requieren el compromiso decidido de las autoridades locales. 

En su informe de 1993, el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo concluía que la esperanza de vida al nacer había aumentado en nuestro planeta hasta los 63 años, que la viruela había sido erradicada y que se habían reducido drásticamente los casos de sarampión y poliomielitis. A ver si algún día de un futuro cercano, podemos leer en informes similares noticias tan alentadoras respecto a la lucha contra la obesidad. Apostamos que sí.

07 agosto 2013

HAMBURGUESAS


El domingo al mediodía, mis pasos se cruzaron con los de una singular comitiva. Una docena de escolares, uniformados todos con el mismo chándal, se dirigían hacia el centro comercial con sus monitores deportivos. Uno de los adultos, para animar la excursión, comenzó a canturrear, a viva voz: ¡ensaladas!, ¡ensaladas!, ¡ensaladas!... Tras un instante de silencio, aquella chiquillería al completo comenzó a gritar: ¡hamburguesas!, ¡hamburguesas!, ¡hamburguesas!... Entonces comprendí por qué el inefable devorador de hamburguesas llamado Pilón (Wimpy para los americanos) le había ganado la partida a Popeye y a sus insulsas espinacas. A tomar por saco la leyenda urbana de los saludables vegetales verdes. 

Dicen que fueron los emigrantes alemanes que partían desde el puerto de Hamburgo en el siglo XIX, los encargados de llevar aquellos especiales filetes de carne picada hacia los Estados Unidos. La pujante industria alimentaria de una nación transformándose con celeridad hizo el resto. 

Sostiene el circunspecto Aloysius que desde hace tiempo hemos perdido la batalla contra la “Fast food”, comida rápida, comida basura, comida chatarra, como prefieran. Los modernos chefs, adelantándose a tan sonora derrota, reivindican ahora las modestas hamburguesas en sus más sofisticadas y saludables versiones. Existen hamburguesas vegetarianas, a base de proteína de soja (como el tofu) o de derivados del gluten de trigo (como el seitán), e incluso hamburguesas de pescado, generalmente elaboradas con atún. 

Los detractores de las hamburguesas esgrimen sus potentes razones. Para obtener un kilo de carne de vacuno se consume 12 veces más agua que para elaborar un kilo de pan, 64 veces más que un kilo de patatas y 86 veces más que un kilo de tomates. Hay quien se atreve a ir más lejos, responsabilizando del mismísimo calentamiento global a los gases liberados por las deyecciones bovinas. 

En el año 2011, muchos nos escandalizamos con las recomendaciones gastronómicas del Dr. Mitsuyuki Ikeda, un investigador japonés de los Laboratorios Okayama, capaz de desarrollar apetitosos filetes de carne a partir de los deshechos obtenidos en las alcantarillas. Utilizando elementos procedentes los flujos fecales consiguió bistecs con un 63% proteínas, 25% hidratos de carbono, 9% minerales y 3% lípidos. Un oportuno baño de color rojo junto a un toque de soja, para matizar el sabor, completaron tan exquisito producto.

Pero siempre hay otra vuelta de tuerca. El Dr. Mark Post, cardiólogo de la Universidad de Maastricht, acaba de presentar en sociedad su hamburguesa in vitro, elaborada en el laboratorio a partir de células madres musculares obtenidas del hombro de una vaca. A partir de aquí, comiencen ustedes a elucubrar. Posiblemente se quedarán cortos. Sin lugar a dudas, la producción industrial de hamburguesas de carne artificial contribuirá a atizar furibundas controversias éticas y culturales. Nos revelamos con repugnancia y estupor contra aquellos países orientales que se comen a sus perros y a sus gatos, mientras en Occidente hacemos lo mismo con vacas, terneros, cerdos, cochinillos, corderos, cabritos, conejos, aves y caza. 

Dicen que somos lo que comemos, que los primates humanos somos omnívoros: ¿será verdad?

05 agosto 2013

EFI-CIENCIA SANITARIA



Para realizar verdadera ciencia, los científicos analizan, razonan, experimentan, elaboran hipótesis y deducen principios, construyen leyes generales y sistemas, todo ello mediante un método específico que investiga hechos objetivos y observables. Por lo tanto, el método científico debería también demostrar su utilidad a la hora de estudiar aquellos fenómenos, objetivos y observables, que se relacionan con los sistemas sanitarios y la preservación de la salud.

Hace poco me llamó la atención un hecho singular. La multinacional japonesa Toyota emplea un sistema de producción específico que intenta entregar el máximo valor a sus clientes empleando los mínimos recursos necesarios. Muy interesante. Los economistas expertos en gestión lo denominan “Lean manufacturing”, o producción ajustada (del inglés “lean”, austero, ajustado). 

Este sistema exige una aplicación conjunta, que competa a toda la organización. Exige centrarse en lo sustancial del proceso, eliminando los elementos improductivos y ahorrando costes, sin reducir ni un ápice la calidad. Se preguntarán ustedes a dónde les quiero llevar, dónde está el truco. Pues resulta que este método ya ha sido aplicado exitosamente en el ámbito sanitario. 

Los profesionales del Hospital Clínico de Barcelona, por ejemplo, lo han empleado para reducir los tiempos de espera dentro de su servicio de Urgencias, reduciéndolos desde los 84 minutos hasta los 60, durante el pasado 2012. Este método tiene una ventaja adicional, pues son los propios profesionales los encargados de su aplicación, tras un breve aprendizaje. Profundizando en el sistema de Toyota, su estrategia de producción ajustada se basa en tres sencillas premisas: la primera, describe el trabajo que debe hacerse, cómo se hace y quién es el responsable del mismo. La segunda, define quiénes son el cliente y el proveedor. El cliente más importante en la cadena de montaje de estos automóviles japoneses es siempre el siguiente trabajador. La tercera premisa se basa en la aplicación del método científico, planificando en primera instancia, para después poner en marcha una medida productiva, evaluar los efectos del cambio y extender el plan, siempre que demuestre una mejoría real.

Sostiene el perspicaz Aloysius que el método “lean” podría aplicarse, por ejemplo, en la mejora de la asistencia de los diabéticos dentro de la atención primaria de salud. Para los expertos, la relación cliente – proveedor en este caso haría que el personal de enfermería detectase las disfunciones del sistema, se las trasladara a los médicos, y éstos se convirtieran en los proveedores de las instrucciones claras para mejorar la asistencia de estos pacientes, avanzando más allá del mero diagnóstico y la prescripción de dietas y tratamientos. 

Por último, la responsabilidad en el autocuidado de su salud por parte de los propios diabéticos aportaría un mayor valor a los actuales estándares en el control asistencial de esta enfermedad. Y quien habla de diabéticos, habla también de otros enfermos crónicos, que bien podrían beneficiarse de la aplicación de los métodos de producción industrial en su asistencia cotidiana. Porque, de momento, seguimos trabajando con personas, no con meros números y enfermedades.