CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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26 noviembre 2012

AMOR, DOLOR Y CORAZÓN.



Cupid with a gun, de Alpo Honkapohja (Finlandia)

Hoy toca hablar de alguno de los males del corazón, pero desde una perspectiva ciertamente heterodoxa, y que me perdonen mis amigos cardiólogos, que son unos cuántos, amigos y cardiólogos, afortunadamente. 

Sostiene Aloysius que los poetas hicieron lo correcto cuando anidaron el amor en la víscera cardíaca. Resulta mucho más estético un corazón grabado a punta de navaja sobre una puerta de madera vieja, que una sesera esquemática, por poner un ejemplo, atravesada por una flecha de Cupido. 

Qué me dirían ustedes de un lóbulo frontal, nuestro director de orquesta cerebral, con un dardo clavado en medio y medio de su delicada estructura, aunque éste hubiera sido disparado con las mejores intenciones por el angelote pagano de rubios tirabuzones, armado de aljaba y arco, con sus alitas mansas de paloma o mariposa, y sus mofletes saludables, sonrosados.

Y es que los humanos tendemos a guardar en nuestro interior los sentimientos más profundos, las pasiones más secretas. Desde siempre, las entrañas han resultado un territorio demasiado genérico, y así, como órgano más velado, se me ocurre el páncreas, escondido tras el peritoneo, y que aunque desde el punto funcional es una glándula muy importante, no parece el lugar más adecuado para albergar nuestro frenesí. El corazón resulta mucho más accesible, se estudia muy bien con ecografía, porque no importa si el paciente tiene gases; además palpita, robusto motor de carne con sus válvulas, se insufla y se desinfla con cada latido, bombeando cada instante ese maravilloso líquido carmesí llamado sangre, tan necesario para su funcionamiento y para la propia vida.

Pues ahora resulta que los clásicos no andaban tan descaminados. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha revelado que las decepciones amorosas lastiman tanto como cualquier dolor físicamente perceptible. ¿Cómo es posible? Utilizando sofisticadas pruebas de resonancia magnética, rastreando cambios en el flujo sanguíneo cerebral, el Dr. Ethan Kross y su equipo de investigadores de la Universidad de Michigan han determinado que las mismas redes neurológicas activadas al sufrir una quemadura leve lo hacen también cuando padecemos un desengaño amoroso. Incluso se han atrevido a dar un paso más allá en sus conclusiones, relacionando los traumas emocionales y el sentimiento de rechazo con el dolor crónico que padecen determinados pacientes, como por ejemplo en la fibromialgia.

Así definía el amor D. Francisco de Quevedo en pleno Siglo de Oro, quién sabe si tocado por una tórrida pasión: “es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente…” O el mismísimo Rubén Darío, cuando se atrevió a aseverar que “Eva y Cipris (Afrodita) concentran el misterio del corazón del mundo”.


24 noviembre 2012

CRÓNICA DE UNA ARTROSCOPIA ANUNCIADA




Amanece sobre Ourense a través de mi imagen reflejada en los cristales. Poco a poco, tonos rosáceos incendian el cielo y otros, ambarinos, se van reduciendo a diminutos puntos velados, apenas farolas de luz mortecina que todavía creen que es de noche en las calles.

He repasado de memoria, una a una, todas aquellas complicaciones que pudieran acarrear una artroscopia y la anestesia raquídea: dicen que los pesimistas miran a un lado y a otro antes de cruzar una calle de una sola dirección.

Hoy toca jugar a pacientes. Un pequeño ejército uniformado de verde quirófano se ha puesto en marcha, sincronizadamente. Un antiguo compañero de la escuela es hoy el barbero que rasura con delicadeza mi muslo y rodilla. Apaga la maquinilla eléctrica deseándome suerte y yo me quedo observando su labor. Mi pierna es ahora un exvoto de pálida cera, uno de los que cada 11 de julio ofrecen a San Benito sus fieles devotos en la ermita da Cova do Lobo, cerca de O Tangaraño.

Una amable enfermera solicita permiso para cogerme una vía. Ya no emplean agujas metálicas, sino unos modernos artilugios plásticos. Mi pellejo se resiste a ser traspasado. Acude a mi el recuerdo de aquella canción de Enrique Urquijo y Los Problemas, cuando una y otra vez Sor Ivonne le pinchaba el suero de la verdad... Mientras el sistema de punción encuentra por fin una vena, escucho un suspiro: esta piel es más de obrero metalúrgico que de médico…

Sonrío, por la pinta que tengo, con uno de esos camisones unisex de los hospitales, tan ridículos como prácticos, tocado con un gorro esmeralda y unas reducidas calzas de papel: ¿será posible que esta noche se me hayan agigantado tanto los pies?

Me acuesto sobre la mesa del quirófano, estrecha como la tabla que te salva de en un naufragio. La luz que baña la escena procede de una lámpara de led, una moderna Dräger alemana que evoca otros nombres, y consigo evadirme a un pueblecito pesquero, en verano, en el sur de la isla de Amager. Y así, por un breve instante, he dejado de ser el cadáver en la lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp.

La hueste disciplinada se ha puesto en marcha, unos hacia un brazo, otros hacia la pierna que va a ser operada. Un pinchazo certero en la espalda y mis piernas dejan de pertenecerme. Veo la punta de los dedos de mi pie derecho alcanzar alturas imposibles. Apenas siento la dulce ebriedad de la sedación y el tiempo discurre con inusitada rapidez. A lo lejos escucho el cuchicheo de los cirujanos. En la nuca, noto la tenue vibración del torno en miniatura que fresa los bordes del menisco y los cartílagos dañados.

Cuando la intervención ha finalizado, ya sobre mi cama de la sala de recuperación, intento mover las piernas y no puedo. Me concentro para tratar de hacerlo de nuevo, pero cualquier esfuerzo resulta inútil. En apenas una hora, un hormigueo es el heraldo de la desaparición de la anestesia. Durante todo ese tiempo, la empatía me abre las puertas de aquellos prójimos cuyos cuerpos están entumecidos a causa de un accidente o de una enfermedad. “Piernas enclenques tendré, pero está en flor el monte Yoshino”, escribió el maestro Matsuo Bashô en el siglo XVII. Lo malo es cuando la parálisis es para siempre…

Observando el lento destilar del suero del gotero, poco a poco me abandono al sueño, esperando que vuelva la cotidiana historia: “mi voz, mi rostro, mi temor, mi suerte”…

22 noviembre 2012

SIMULADORES



Hitos como el amartizaje del Curiosity sobre la superficie desértica del Planeta Rojo, junto al salto estratosférico protagonizado por el intrépido Félix Baumgartner, han despertado de nuevo el interés del aletargado Aloysius por la carrera espacial. Incluso hay quien le ha escuchado atreverse a vaticinar que la reelección presidencial de Obama servirá para desempolvar antiguos proyectos de colonización de la Luna.

Gracias a los avances en informática hoy en día disponemos de simuladores espaciales que nos permiten viajar al Universo desde la comodidad de nuestras casas: Universe Sandbox, Orbiter 2010 o Space Engine son algunos ejemplos de ello, y pueden descargarse gratuitamente en nuestros ordenadores personales.

La historia de los simuladores de vuelo se remonta a los albores de la aviación, si bien su desarrollo adquirió mayor celeridad tras la 2ª Guerra Mundial. De esta manera, pilotos sin entrenamiento previo podrían practicar sus habilidades sin poner vidas en peligro. Como no podía ser menos, estos simuladores posteriormente saltarían desde el ámbito estrictamente profesional a las más sofisticadas consolas de videojuegos.

En el campo de la medicina y de la veterinaria también existen simuladores. Es el caso del Simcyp (www.simcyp.com), que faculta el desarrollo nuevos fármacos mediante simulaciones farmacocinéticas y farmacodinámicas en poblaciones virtuales. En la práctica, los investigadores pueden predecir los resultados de un medicamento en determinadas poblaciones clínicas, teniendo en consideración numerosas bases de datos que contienen información genética, fisiológica y epidemiológica de humanos y animales. Los fabricantes aseguran que estas predicciones automatizadas de los resultados in vivo permiten evaluar un gran número de compuestos en muy poco tiempo, ahorrando grandes costes.

Una característica muy llamativa del Simcyp es su modelo mecánico de riñón, que permite analizar la inhibición competitiva de diversos fármacos a ese nivel, es decir, cómo se comporta la permeabilidad de las nefronas, la secreción activa, la reabsorción entre sangre y orina, y el metabolismo de excreción renal.

En contacto permanente con la FDA norteamericana, entidad encargada de darle el visto bueno a cualquier nuevo medicamento o producto alimenticio que vaya a salir al mercado, detrás de este innovador simulador farmacológico está un consorcio del que forman parte el 70% de las 40 mayores compañías farmacéuticas mundiales, incluyendo a las 10 primeras del ranking, decenas de prestigiosas universidades y varias organizaciones sin ánimo de lucro.

El Simcyp cuenta con una versión pediátrica, que permite analizar el comportamiento de los fármacos en recién nacidos, lactantes y niños, y una versión veterinaria, que permite los estudios en animales sin necesidad de provocarles daño alguno. Y es que, como decía Eleanora Roosvelt, el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.


12 noviembre 2012

SUICIDIO EN ESPAÑA




Cuando tecleamos “suicidio” en Google ®, la primera referencia es el icono de un teléfono rojo, el Teléfono de la Esperanza. Al 968343400 le acompaña esta pregunta: ¿necesitas ayuda? 

En los últimos tiempos, cada vez que una persona se quita la vida en relación a la pérdida de su vivienda, las redes sociales y los medios de comunicación multiplican sus alertas. Rápidamente se señala a los culpables: banqueros y políticos. 

Un periódico de tirada nacional enmarcaba el suicidio de Amaia Egaña en Baracaldo con el titular “La gota que ha colmado el vaso”. Gobierno y oposición han adelantado sus reuniones para modificar la ley, las entidades bancarias han suspendido los desahucios, casi 400000 desde 2007, mientras la voz de la sociedad se ha alzado unánime pidiendo soluciones inmediatas. 

He leído un artículo de Juan Gervás, miembro del equipo CESCA (Madrid), que siempre firma sus opiniones como médico general. Uno de sus pareceres figura entre las 23 referencias que tiene la palabra “suicidio” en Wikipedia. Su título me llamó la atención: “Seamos prácticos. Frente a la crisis, ningún suicidio”. Sostiene el Dr. Gervás que las crisis económicas se acompañan de un empeoramiento de la salud, pero no de una mayor mortalidad. Y esa salud más deficiente viene determinada por el paro, la pobreza y las diferencias entre ricos y pobres. Pero aunque las crisis económicas no aumentan el número de muertes, sí incrementan el número de suicidios. 

He tratado de comprobar si este fenómeno está ocurriendo en España...

Según datos correspondientes al 2010, los últimos disponibles según el INE (Instituto Nacional de Estadística), la mortalidad global descendió en nuestro país un 1.1% respecto al año 2009. 31 de cada 100 españoles fallecieron por enfermedades cardiovasculares, 28 de cada 100 por cáncer y casi 11 de cada 100 por enfermedades respiratorias. Sin embargo, la cifra de suicidios fue la más baja de los últimos 17 años: 3145 casos. El número de suicidios se ha mantenido más o menos constante, teniendo en cuenta el tiempo que viene durando nuestra crisis económica, si bien hoy fallecen ya más españoles por suicidios que por accidentes de tráfico.

Psiquiatras y psicólogos nos han enseñado que el suicidio se gesta en el pensamiento, y que el proyecto suicida nunca es improvisado, aunque la realización sea algunas veces impulsiva. También sostienen que la causa del suicidio radica en alguna patología psiquiátrica, y nunca en el análisis lógico del individuo. 

Se estima que el 75% de los suicidas padecieron alguna enfermedad de tipo depresivo y que las enfermedades mentales están presentes en 9 de cada 10 suicidas: depresión, ansiedad y adicciones. El riesgo se incrementa cuando síntomas psicóticos e ideas delirantes, como ocurre en la esquizofenia, acompañan a los trastornos del estado de ánimo. 

Los suicidas son más depresivos, vulnerables a la desesperanza, dependientes, impulsivos y poseen poca tolerancia a la frustración. Pero las noticias siguen siendo contradictorias. 

Mientras unos medios informan que desde octubre de 2010 hasta hoy se han producido en España 5 casos de suicidio motivados por los desahucios, otros nos alertan de 9 suicidios diarios, 3 de ellos impulsados por la crisis. El desempleo sí está asociado al suicidio. Por lo tanto, la lucha contra el paro debería convertirse en la mejor terapia contra el suicidio.


08 noviembre 2012

RETROVOLUCIÓN




En mi correo electrónico recibí un mensaje del inquietante Aloysius citándome en una céntrica cafetería ourensana. Antes de que apenas tomase asiento, desplegó ante mis ojos la página de información científica de un diario nacional de gran tirada. Con un rotulador amarillo fosforescente había remarcado dos nombres: “Montana State University”y “Jack Horner”. Posó la punta de su índice derecho sobre el papel dirigiendo hacia mí su mirada inquisitoria: ¿será posible?

Hace tiempo comenté una noticia sobre el Sr. Horner, uno de los paleontólogos más famosos del mundo, cuyas innovadoras teorías sobre los dinosaurios inspiraron a Steven Spielberg su saga sobre “Parque Jurásico”. Paradojas científicas contemporáneas, mientras cada día se extingue en este planeta alguna especie animal o vegetal, el ser humano, con su insaciable hambre de saber, está empeñado en resucitar aquellas desaparecidas en la noche de los tiempos. 

Una sonada línea de investigación se inició tratando de devolver a la vida a los mamuts. Para ello emplearían técnicas de clonación y los embriones serían implantados en el útero de elefantas nodrizas. El dilema ético que plantea esta idea es revivir a unos animales que se extinguieron porque el hábitat que ocupaban también desapareció. Aunque el experimento tuviera éxito, quedaría limitado a una suerte de parque temático o un zoológico espurio. 

Precisamente, desde estas líneas, propusimos en su día el empleo de la clonación para evitar la extinción del lince ibérico, aprovechando los escasos ejemplares que todavía viven y que todavía podrían garantizar cierta y necesaria variabilidad genética.

Jack Horner, al frente de un equipo de investigadores a buen seguro financiados por alguna potente iniciativa privada, propone una idea a la par audaz que temeraria. A partir de un embrión de pollo, mediante ingeniería genética, haría retroceder el tiempo en su genoma hasta conseguir sacar el dinosaurio que toda ave guarda entre sus primitivos ancestros. Se marca un plazo de 5 años para conseguirlo. Pero el ilustre paleontólogo nos advierte que el nuevo ser no tendrá las plenas características de un dinosaurio, sino que compartirá las de aquellos extintos reptiles con las de nuestras humildes gallinas domésticas. En resumidas cuentas, se “creará” de manera artificial una nueva criatura a la que sus padres todavía no saben bien si bautizar como pollosaurio o dinopollo.

Sensu stricto, podríamos encontrarnos ante un cierto tipo de involución, una regresión genética propiamente dicha. Ante la imposibilidad actual de extraer ADN de los dinosaurios a partir de huesos fósiles o de insectos atrapados en ámbar (como en la popular película), los investigadores han decidido reactivar los genes atávicos procedentes de las aves actuales. Humildemente, proponemos para este proceso el nombre de retrovolución o evolución artificial inversa, y permaneceremos bien atentos a los avances producidos en esta excepcional vía. Mientras escribo esto, mi pequeña pomerania dormita sobre el sofá. Viéndola tan dulce, no me gustaría que Jack Horner hiciese brotar el fiero oso perro que permanece aletargado entre sus genes más arcaicos.

06 noviembre 2012

CUENTA ATRÁS




Reloj, cinta métrica del tiempo.
Cada minuto comienzo
Una nueva cuenta atrás,
Silenciosa e invisible
Como tú, casi todos los días.
Cuento las horas,
De exigua o dilatada duración,
Según la marejada,
Con una lógica periódica,
Mientras, errabundo,
acaricio la yema de tus dedos.


03 noviembre 2012

EL DOLOR




Sostiene el ontológico Aloysius que los humanos empleamos habitualmente muchas palabras que terminan en “or” de las que conocemos perfectamente su significado, pero que nos plantean serias dificultades a la hora de definirlas. Por poner un ejemplo, todo el mundo habla del Amor, incluso los que nunca han estado enamorados, pero la condición de haberlo estado no mejora la capacidad de definición de aquellos que un día fueron heridos por los dardos de Cupido. En otras palabras, nos cuesta definir todo aquello que tiene difícil cuantificación.

A pesar de los poetas, algunos magníficos notarios del Amor, no podemos determinar el porcentaje de afecto que sentimos por la mujer o por el hombre amado; tampoco podemos comparar la intensidad de nuestro sentimiento con el del prójimo que tenemos al lado, ni nuestras tasas de enamoramiento. Y cuando juramos amor eterno, lo hacemos a sabiendas que tanto el ser que ama como el amado llevan en sus cuerpos la indeleble marca de la caducidad del tiempo. ¿Qué hubiera sido del perenne amor de Romeo y Julieta si la desventura suicida no se hubiera cruzado en su camino? ¿Acaso seguirían siendo en su senectud amantes dichosos que comían las infelices perdices abundantes entonces en la campiña de Verona?

Algo similar ocurre con el Dolor, un tormento que frecuentemente ha nutrido la inspiración de aedos, vates y rapsodas. Desde el punto de vista patológico, el dolor es una sensación compleja y subjetiva, pues cada quien lo percibe y sufre de distinta manera. Por si fuera poco, en el mismo individuo, nada tiene que ver un dolor de agudo, por ejemplo de oídos o de muelas, con otro tipo de dolor intenso y urgente de tipo visceral, como un cólico nefrítico. Y mucho menos con dolores crónicos, sordos, menos intensos pero no por ello más tolerables debido a su duración. 

Un estudio publicado recientemente en el European Journal of Pain afirma haber encontrado la influencia del sexo y de la raza en la tolerancia al dolor. Las investigaciones se han llevado a cabo en la Universidad Metropolitana de Leeds por el equipo del Dr. Osama Tashani. Participaron en el mismo 200 voluntarios durante un periodo de dos años. En líneas generales, los hombres demostraron una mayor tolerancia al dolor que las mujeres. La mayor sensibilidad femenina se ha sido explicado como en otras ocasiones, debido a causas hormonales y socioculturales. Los estrógenos incrementan los niveles de alerta y de actividad del sistema nervioso, y por lo tanto influyen en la transmisión del dolor. Por su parte, la testosterona masculina incrementa el umbral de tolerancia al dolor. Sin embargo, el dolor del parto sería más soportable para las madres debido al efecto de las endorfinas, sustancias analgésicas muy potentes fabricadas por el propio organismo. Respecto a las condiciones étnicas, los británicos de raza blanca presentaron una mayor sensibilidad al dolor que los voluntarios libios participantes en el ensayo. 

Podemos preguntarnos: ¿hasta dónde ha influido la genética y hasta dónde la cultura de cada grupo? Mientras Aloysius busca una Aspirina ® para su dolor de cabeza, ambos seguimos pensando que todavía quedan pendientes cuestiones muy interesantes para seguir investigando.