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29 junio 2017

DE TAPONES Y ZARATRONES


Quizás haya sido excesiva la polvareda levantada en estos días respecto a la donación de 320 millones de euros realizada por la Fundación Amancio Ortega para adquirir mamógrafos y aceleradores lineales destinados a la lucha contra el cáncer en España.

Profundizando un poco más en estas cuestiones, la legislación española define como fundaciones a todas aquellas organizaciones constituidas sin afán de lucro, de carácter privado y con un patrimonio vinculado a fines de interés general.

De la misma manera, los fines de interés general incluyen la solidaridad y la colaboración con el progreso de la sociedad. Así podríamos entender que determinados ciudadanos quieran devolver a la comunidad, de manera voluntaria, parte de los beneficios obtenidos de la misma y las fundaciones resultan un vehículo propicio para ello. Casos ha habido en este país (y seguirá habiendo) de mecenazgo religioso, artístico, científico y cultural.

¿Y por qué no también sanitario? Una de las primeras lecciones que se aprenden en cualquier master sobre gestión sanitaria es que los recursos son finitos, limitados. La idea que se fundamenta en que el Estado, a través de sus Presupuestos Generales, debería financiar en exclusiva la sanidad pública resulta muy aceptable, pero desafortunadamente se topa con la dura realidad.

Grosso modo, la financiación estatal se nutre a partir de:

1º/ impuestos directos, como el que grava la renta de las personas físicas o a los beneficios empresariales, esa deducción que nuestra empresa realiza cada mes  en nuestro salario en nombre del gobierno nacional.

2º/ impuestos indirectos, como el popular impuesto sobre el valor añadido o IVA, 

3º/ impuestos indirectos especiales, como aquellas imposiciones adicionales sobre el tabaco, el alcohol, la gasolina y dentro de poco también sobre las bebidas azucaradas, 

4º/ las tasas y cobros que el gobierno recauda por determinados servicios o gestiones que nos presta, como las abonadas al obtener el carnet de identidad o el de conducir, 

5º/ transferencias corrientes, como los ingresos recibidos de los organismos públicos y de las empresas estatales, 

6º/ los ingresos patrimoniales, como los intereses de títulos, depósitos y valores, los alquileres de edificios estatales y los dividendos del Banco de España. 

Insistimos, recursos condicionados y realmente insuficientes. Desde el año 1989, la asistencia sanitaria en España es universal y financiada a través de impuestos. Según la Ley de cohesión y calidad de Sistema Nacional de Salud son las comunidades autonómicas la encargadas de financiar la Sanidad Pública de conformidad con los acuerdos de transferencias firmados en materia sanitaria. 

No debemos olvidar que la donación de los dichosos 320 millones son para el Sistema Nacional de Salud, aceptados por Comunidades Autónomas de signo político diverso (que son las que van a gestionar el reparto), aplaudidas por las asociaciones de pacientes y la gran mayoría de los profesionales, y que, si bien resulta cierto que el Sr. Ortega se ahorra 96 millones en la declaración de la renta, su aportación real le cuesta 224 millones de euros. Si es mucho o poco es otro cantar. La Fundación Bill y Melinda Gates donó 750 millones de dólares en 2012 para luchar contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis pulmonar. No hubo objeciones. 

Quizás en España necesitemos actualizar el marco normativo para regular el mecenazgo, como existe ya desde hace décadas en los países anglosajones. 

Con o sin ley de mecenazgo, no parecería prudente rechazar, por poner unos ejemplos, el dinero recaudado en maratones televisivos para tratar determinadas enfermedades, las aportaciones de algunas funciones particulares a favor de trasplantes y terapias oncológicas infantiles o el peculio obtenido de la recogida de millones de humildes tapones de plástico que pueden garantizar el tratamiento de un pequeño con una rara enfermedad allí donde mejor puedan proporcionárselo.

26 junio 2017

MASCOTAS


El título de estas reflexiones es políticamente incorrecto. Empezamos mal. O no, porque esta eventualidad deberá servirnos para enfocar mejor determinadas cuestiones sobre el lugar que ocupamos como seres humanos en este planeta, en el universo, en la vida. El termino mascotte es de origen francés y significa amuleto. La creencia popular identifica a los animales de compañía con la buena suerte para el que los cuida. Diferenciados de aquellos otros criados y explotados como ganado, medio de transporte, investigación en los laboratorios o complementos deportivos y culturales (en clara referencia a circos, corridas de toros y otras actividades cada día más cuestionadas desde perspectivas éticas y morales), los animales de compañía no nos aportan beneficios económicos ni nutricionales. Sin embargo cada vez hay más, tantos como las personas que se refieren a ellos como peludos, (perros y los gatos especialmente).

Según registros veterinarios oficiales, en España existen unos 20 millones de animales de compañía, y en 4 de cada 10 hogares patrios conviven cotidianamente con los primates humanos. Los perros y los gatos disfrutan de nuestras preferencias. El gasto medio anual de un perro doméstico supera los 800 euros. Y a pesar del reciente cierre de muchos centros veterinarios (como las peluquerías y las floristerías, castigados con un IVA que pasó del 8% al 21%), todavía sobreviven en España 6000 clínicas y 5000 tiendas especializadas. 

Y es que existen primates no humanos que disponen de perros como animales de compañía. Los langures de la India y los papiones  sagrados de las montañas de Taif, vecinas a La Meca (Arabia Saudí), son típicos ejemplos de tan peculiar asociación. 

Cada vez se publican más trabajos relacionando la salud humana con la presencia de mascotas, peludos o animales de compañía. El Doctor Jeremy Barron, director médico del Centro Beachman de Medicina Geriátrica de la prestigiosa Universidad de Johns Hopkins demostró que compartir la existencia con un perro disminuye los niveles de cortisol en los humanos, la hormona del estrés, a la par que incrementa los de oxitocina, la hormona del bienestar, a la vez el nexo de unión materno filial. Pacientes con estrés postraumático que disponían de un perro adiestrado disminuyeron sus síntomas y el consumo de fármacos. 

En otros trabajos, los especialistas evaluaron el efecto de una terapia asistida con perros sobre la autoestima en un grupo de adolescentes con problemas emocionales, observando cambios significativos en su capacidad para percibir las emociones adecuadamente. Los beneficios cardiovasculares de la compañía animal han sido destacados por la Asociación Americana de Cardiología. Abandonando esta perspectiva ciertamente utilitarista, incluso especista,  compartir la vida con ellos nos hará mejores en ese desarrollo evolutivo permanente en el que nos encontramos sumidos como primates en proceso de hominización. 

Mientras repaso “Cuando el hombre encontró al perro” de Konrad Lorenz, permítanme que me despida recordando con nostalgia a Silvestre, el increíble gato que hasta hace muy poco formó parte esencial de mis últimos 15 años de existencia. Porque no hace falta ser humano para ser miembro de nuestra familia.

11 junio 2017

TERAPIA MUSICAL


En la sala de endoscopias de un moderno hospital, mientras preparan al paciente para una exploración, la auxiliar se encarga de encender un minúsculo aparato conectado a los altavoces de la sala. Y la música comienza a sonar. Sobre el suelo terroso de la aldea, en el interior de una tienda de ramas entrelazadas, una pequeña permanece inmóvil mientras el chamán agita sobre su cabeza un sonajero fabricado con una pequeña calabaza. En el umbral, sentado sobre una raída alfombrilla, un joven golpea su tambor con un palo. 

Varios siglos separan ambas escenas. O quizás no, tal vez sean en este caso muchos kilómetros la medida de dispersión. O acaso apenas un centenar de ellos indicando la distancia entre un flamante hospital de la metrópoli y el mísero poblado que a duras penas sobrevive en el rural periférico. 1500 años antes de Cristo, los antiguos egipcios entendían que las melodías podían dulcificar penas y dolores, reconfortando el espíritu. Comprobado está que la música modifica nuestros ritmos cardíaco y respiratorio, mediante neurotransmisores relacionados con las áreas cerebrales del placer.

En los templos dedicados a Asclepio (Grecia) o Esculapio (Roma), serpientes no venenosas se arrastraban entre los lechos de los enfermos y heridos. Los sacerdotes prescribían tratamientos según los sueños de los pacientes y la música y la danza desempeñaban además una importante utilidad terapéutica. No en vano Pitágoras, Platón y Aristóteles establecieron los fundamentos de la musicoterapia. Pero no vamos a referirnos a la disciplina que constituye uno de los pilares de la Terapéutica artística y que mediante su práctica intenta recuperar a los enfermos, sino a la novedosa propuesta de incorporarla sistemáticamente en nuestras clínicas, integrando un proceso que cada día despierta un mayor interés en nuestra sociedad: la humanización hospitalaria.

El Hospital Universitario 12 de Octubre y la ONG Música en Vena están colaborando en un singular estudio con el aval del Comité Ético de Investigación Científica de dicho centro sanitario. Este programa ha sido bautizado como Músicos Internos Residentes. Intenta valorar los beneficios de la música en la reducción de la ansiedad, el control de la frecuencia cardíaca de los ingresados en unidades de cuidados intensivos, la percepción del dolor crónico en las patologías del suelo pélvico y la relajación materna al amantar a sus bebés. En esta investigación no se emplea música enlatada, sino ejecutada en directo por artistas. 

Hace ya unos años, el Doctor Ruza constató en Hospital de La Paz los beneficios de la música en los recién nacidos. Me pregunta intrigado Aloysius: ¿y sirve cualquier música? Por el momento, los expertos apuestan más por el barroco clásico que por el heavy metal, aunque lo verdaderamente importante son los gustos de cada persona. Si me permiten escoger, me pido el preludio “Gota de Lluvia” de Chopin o el “Us and Them” de Pink Floyd. ¿Y ustedes?.