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30 enero 2021

LAS GUERRAS VACUNALES


A este paso, llevan paso de convertirse en todo un clásico, como la Guerra de Troya, la Guerra de las Galias, la Guerra de los 100 Años o las Guerras Mundiales, a cada cual más devastadora. 

Sostiene Aloysius que todo este follón se debe al egoísmo. Y puede que tenga razón. Atrás quedaron los tiempos solidarios, en los albores de la pandemia, cuando desconocíamos a qué nos enfrentábamos. Aplausos en los balcones, ¿recuerdan? Pues bien, durante el pasado año, las agresiones a los profesionales sanitarios se incrementaron un 30%. Iniciativas altruistas en las redes sociales. Hoy más bien indiferencia, y que cada barco aguante su vela, a pesar de que muchos ya navegan al pairo, o al garete, que es todavía peor. 

Los psicólogos hablan de fatiga pandémica. Anestesia pandémica, más bien. Hace unos meses nos estremecíamos ante las imágenes del Palacio de Hielo de Madrid, convertido en improvisada repleta morgue. Ahora, los medios de comunicación reportan a diario varios centenares de muertos por COVID-19, y el consuelo es que son apenas unas decenas menos que ayer. Es fácil ser codicioso en un planeta habitado por 7700 millones de almas, y más en nuestro entorno, acostumbrados a un estado del bienestar en el que el malestar y la incomodidad no tenían cabida. 

Unas cifras que no paran de crecer nos dicen que esta pandemia va ya por los 102 millones de casos y los 2.2 millones de fallecidos. Para hacernos una idea, 10 millones prójimos se infectan de tuberculosis cada año en el mundo. En este mismo tiempo, el Mycobacterium tuberculosis se lleva por delante las vidas de 10 millones de personas. En España, según cifras oficiales, hemos rebasado de largo las 58000 defunciones, cuando cada año, las muertes por enfermedades cardiovasculares representan más de el doble. 

Visto así, de esta cruel manera, tampoco sería para tanto, máxime cuando más del 50% de las defunciones corresponden a las personas más débiles y frágiles, para la filosofía utilitarista imperante, socialmente amortizados. De aquí también la Guerra de las Vacunas y su codicia, porque para algunas de las patologías que diezmaron a la población infantil durante siglos, las vacunas se produjeron en cantidades suficientes, a precios muy baratos, e incluidas en todos los calendarios vacunales pediátricos. 

En 1955, el Dr. Jonas Salk (1914-1995) descubrió la vacuna contra la polio. Decidió no patentarla, para hacerla más asequible a todo el mundo. Dicen que así renunció de paso a unas ganancias de 7 millones dólares, de los de entonces. Mientras tanto, con la población mundial asomando el hocico desde las trincheras, a ver si el SARS-CoV-2 nos da alguna tregua, las autoridades sanitarias y la industria farmacéutica litigan por las tan necesarias vacunas. Fuego amigo, en forma de viales, afiladas jeringuillas y émbolos idóneos. Ya lo decía el Gran Combo de Puerto Rico: No Hay Cama Pa´ Tanta Gente. ¡Póngase de acuerdo, por favor!



24 enero 2021

MICROBIOMA


En los últimos años, los expertos le están dando mucha importancia a las relaciones entre los humanos y los microorganismos que viven en nuestro interior. No vamos a referirnos a los patógenos, capaces de provocarnos enfermedades, sino a ese otro amplio conjunto necesario para nuestra salud. 

Para entendernos, ¿qué es el microbioma? Empecemos por definir el término microbiota, el conjunto formado por diferentes microorganismos (bacterias, algas, protozoos, hongos), que aún perteneciendo a diferentes reinos de la naturaleza, pueden interactuar favorablemente en un medio determinado (vegetal, marino, humano) a través de metabolitos y elementos estructurales (proteínas, polisacáridos, lípidos, ácidos nucleicos), en unas condiciones ambientales determinadas. 

Centrémonos ahora en el microbioma intestinal humano, la casa que alberga una comunidad microbiana muy compleja, y donde están involucrados alrededor de 10 millones de genes. Para conservar la salud, este microbioma específico debe permanecer en constante equilibrio, a pesar de las variaciones cotidianas provocadas por lo que comemos, las medicinas que tomamos, la integridad de nuestra mucosa intestinal, nuestro sistema inmunológico e incluso el teatro de operaciones de la propia microbiota. 

Pues bien, cuando se produce un desequilibrio en tan complejo escenario (disbiosis), se contribuye al desarrollo y agravamiento de determinadas enfermedades, como por ejemplo la obesidad, el cáncer de colon y recto, algunas enfermedades inflamatorias intestinales, la artritis reumatoide, ciertas enfermedades hepáticas y la diabetes mellitus tipo 2, variante patológica que no precisa generalmente el empleo de insulina. 

Cada vez más, la medicina avanza en estas cuestiones. Recientemente, un grupo de investigadores de la Universidad de Trento, en Italia, en colaboración con el Departamento de Ciencias de la Nutrición del King´s College de Londres, han publicado en la prestigiosa Nature Medicine los resultados de un estudio realizado con los microbiomas intestinales de casi 1100 personas, dentro del estudio Personalized Responses to Dietary Composition Trial (PREDICT 1), encontrando diversas asociaciones significativas entre microbios y nutrientes específicos, alimentos, grupos de alimentos e índices dietéticos generales, impulsados por la presencia en la dieta de alimentos saludables, especialmente de origen vegetal. Dicho microbioma, por supuesto sujeto a múltiples variaciones individuales, resultó predictivo para un extenso panel de marcadores cardiometabólicos, lipémicos, inflamatorios y niveles de glucosa en plasma, demostrando aquellas máximas clásicas de que somos los que comemos y que en el equilibrio está la virtud. Y la salud.