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29 mayo 2015

DIABETES EN NIÑOS Y ADOLESCENTES


En bastantes ocasiones, diversos autores nos vienen alertando sobre la consideración de la diabetes mellitus como la verdadera plaga del siglo XXI, del que por cierto, llevamos vividos 15 años. Aunque estos expertos más bien se refieren al tipo 2 de la enfermedad, el que se desarrolla en la edad adulta, frecuentemente asociada al sobrepeso y a la obesidad, el problema que representa la diabetes en grupos de edad tan especiales como la infancia y la adolescencia no resulta una cuestión baladí. 

Nos estamos refiriendo a una de las enfermedades crónicas más comunes en los niños, y a pesar de los grandes avances en el diagnóstico y tratamiento de esta patología, continúa representando un problema de salud de primera magnitud para los niños enfermos, sus familias y el sistema sanitario en general. La mayoría de los pequeños diabéticos padecen diabetes tipo 1, popularmente conocida como diabetes dependiente de la insulina. A corto plazo, el objetivo médico que se intenta conseguir se  centra en evitar la aparición de hipoglucemias, los temidos bajones de azúcar, así como un estado especialmente peligroso conocido como cetoacidosis. 

Sin embargo, a la larga, pacientes, padres, médicos y enfermeras, pero también maestros, cuidadores y educadores debemos concentrar nuestros esfuerzos en la prevención de aquellas complicaciones que podrían desarrollarse con el paso del tiempo. Porque la diabetes es algo más que el descontrol de los valores de glucosa en sangre. El aparato cardiovascular, los riñones y la retina son órganos que se pueden ver profundamente afectados siempre que la enfermedad no esté correctamente tratada y controlada. En la diabetes infantil y juvenil la educación sanitaria y el fomento del autocuidado resultan fundamentales para que estos niños y jóvenes puedan llevar una existencia completamente normal, realizando las actividades de ocio y deportivas que sus facultades físicas les permitan en todo momento. 

Hoy en día podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que existen suficientes conocimientos sobre la patogenia de la enfermedad, es decir, sobre los mecanismos bioquímicos que llevan a la aparición de la diabetes. Y esta comprensión de las causas permite el incremento de nuevos tratamientos destinados a prevenir sus indeseables secuelas.

Y ¿qué decir de los adolescentes diabéticos? Diferentes modernos estudios han revelado la importancia de ciertos factores en el control de esta patología, desde el entorno familiar hasta la influencia medioambiental. Porque estamos hablando de una etapa de la vida complicada, repleta de cambios fisiológicos, psíquicos y sociales, cuya confluencia de factores puede afectar de forma negativa al adecuado control de la enfermedad. 

No resulta comparable la responsabilidad y la confianza que pueda tener en los profesionales de la salud un diabético tipo 2 adulto que un adolescente que debe inyectarse varias veces al día sus correspondientes dosis de insulina. Para la historia quedarán los fracasados intentos de administrar esta vital hormona por vía intranasal. Cada vez se diagnostican más casos en un colectivo comprendido entre 10 y 24 años, que representa la cuarta parte de la humanidad. 

Y es que en estos casos, tan importante como la dieta y la insulina resultan la legislación antitabaco y el acceso a la sanidad de los colectivos más desfavorecidos, por poner dos ejemplos. Obviar esta realidad es actuar negligentemente.

LOS PARIENTES DEL HOMO SAPIENS


Es justo reconocer que debemos la inspiración de estas líneas a la Doctora María Martinón Torres y a sus investigaciones en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. Tras haberla escuchado en una reciente visita a Ourense, llevamos unas semanas enfrascados en la lectura de varios textos científicos y morales. Uno de ellos es de Franz de Waal, uno de los etólogos y primatólogos actuales más eminentes. 

El profesor de Waal enseña psicología en la Universidad de Emory, en Atlanta (Estados Unidos), ciudad en la que también dirige el Living Links Center perteneciente al Yerkes Primate Center. Su especialidad son los bonobos (Pan paniscus), durante mucho tiempo también conocidos como chimpancés enanos. El estudio de su ADN demuestra su separación de la línea evolutiva de los chimpancés hace apenas 1 millón de años, aunque compartan con ellos y con nosotros, Homo sapiens sapiens o primates humanos, alrededor del 98% del mismo. 

Los bonobos son antropoides amables. Se constituyen en sociedades matriarcales e igualitarias. Sostiene Aloysius que son monos hippies, pues suelen solucionar sus conflictos pacíficamente, ya saben, aquel eslogan de “haz el amor y no la guerra”. Son características propias de los bonobos el altruismo, la compasión, la empatía, la amabilidad, la paciencia y la sensibilidad. Por lo tanto, desconocemos por qué los guionistas de “El origen del planeta de los simios” (Rupert Wyatt, 2011) y de “El amanecer del planeta de los simios” (Matt Reeves, 2014) eligieron precisamente a un bonobo para encarnar al malvado Koba, mientras dotaron de los sentimientos más humanos al chimpancé César, el simio protagonista de ambas películas. 

Los chimpancés se erigen en sociedades piramidales, en cuya cima se sitúa el macho alfa, que no duda en combatir y someter a sus propios hijos para asegurarse la primacía sobre sus súbditos. En cierta manera, nos recuerda al dios Saturno de la mitología romana, que obtuvo el poder a cambio de comprometerse a no engendrar hijos. 

Hablando de primates humanos y genes, otro libro en el que nos enfrascamos se titula “Neardenthal Man”, obra de otro brillante investigador, Svante Pääbo, biólogo sueco especializado en genética evolutiva, que se doctoró en la Universidad de Upsala, la más antigua de Escandinavia. Hace un tiempo visitamos la Facultad de Medicina de esta hermosa y apacible ciudad sueca. Paseamos por los jardines de Linneo, así llamados en honor del padre de la moderna clasificación taxonómica de los seres vivos. 

El Doctor Päävo dirige el Departamento de Genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania). Famoso por sus descubrimiento del gen FOXP2, esencial para el desarrollo del lenguaje humano, su equipo investigador publicó en 2010 el primer borrador del genoma del hombre de Neardenthal, hoy extinto, pero que en su día cohabitó y mezcló su sangre con nuestros antepasados más directos. 

Hace 370000 años, las líneas ancestrales de neardenthales y hombres modernos se separaron para evolucionar distintamente. Por último, un estudio de la Universidad de Leicester (Gran Bretaña) ha desvelado que el 64% de los europeos somos descendientes de tres linajes que vivieron en Europa durante la Edad de Bronce. Gracias, pues, a la Doctora Martinón Torres, y tal y como reza el lema de la Universidad de Upsala, alcancemos la verdad a través de la misericordia y la naturaleza.

19 mayo 2015

TRASPLANTE DE CABEZA


Fotografía de Adrián Duchateau


Se llama Valery Spiridonov y es ruso. Padece una grave enfermedad neurodegenerativa conocida como Atrofia Muscular Espinal (AME). En el 98% de los casos, se asocia a un trastorno genético localizado en el cromosoma 5. Afecta a las neuronas motoras del asta anterior de la médula espinal, provocando una debilidad muscular progresiva, altamente invalidante y a corto plazo incompatible con la vida. No tiene cura. Spiridonov trabajaba como programador informático. Conocedor de la gravedad de su patología y del futuro que le espera, se ofreció voluntario para un experimento que podría cambiar el curso de la Medicina.

El 18 de febrero de 1848 unos visionarios intentaron llevar a cabo una singular experiencia. El afamado pintor y retratista belga Antoine Wiertz junto a un misterioso hipnotizador conocido como “Monsieur D”, subieron al patíbulo para intentar demostrar que las cabezas cercenadas por la guillotina continuaban con vida durante unos instantes, siendo capaces de seguir pensando. Por supuesto, gozaron con el permiso de las autoridades penales y estuvieron acompañados por una mujer, testigo a la sazón, por el verdugo y, por supuesto, por los dos asesinos condenados a la pena capital.

La tradición adjudica a un médico, al Dr. Guillotin, la supuesta paternidad de la macabra, pesada y afilada cuchilla que pretendía proporcionar ejecuciones rápidas e indoloras. En realidad, durante la Revolución Francesa, Joseph Ignace Guillotin fue uno de los diez diputados parisinos de la Asamblea Constituyente. El 10 de octubre de 1789 propuso la decapitación como un método sencillo para administrar la pena de muerte a los convictos. Hasta la invención de la guillotina, el sistema utilizado era el hacha o la espada, que se aplicaba a la nobleza con resultados harto dispares. Para el pueblo llano, se empleaba la horca o la terrible rueda, donde se ataba a los desgraciados convictos que abandonaban este mundo con grande tormento y sus articulaciones quebrantadas por el mazo ejecutor. Probablemente así se gestó la clemencia del Dr. Guillotin, empeñado en su cruzada a favor del ajusticiamiento imperceptible. 

Retomando a Antoine Wiertz, según su propio testimonio, mediante hipnosis consiguió introducirse en la mente de uno de los ajusticiados justo antes de morir. El relato del horror provocado por la decapitación ha quedado recogido para la posteridad en la biografía del artista. ¿Sugestión o morbosa imaginación? El caso es que no ha sido el único en interesarse, de una manera más o menos científica, en lo que le ocurre a una cabeza cuando es separada de su cuerpo. 

El Dr. Sergio Canavero es miembro del Grupo de Neuromodulación avanzada de Turín. Asegura que las barreras que hasta ahora impedían un trasplante de cabeza, más exactamente un trasplante cerebral, serán pronto superadas de tal manera que permitirán, no más allá del año 2016, el éxito en este tipo de intervenciones. Valery Spiridonov se mantiene a la espera. 

Si nada detiene a la técnica, las cabezas elegirán cuerpos, los cuerpos elegirán cabezas, y el tratamiento de muchas enfermedades neurodegenerativas tendrá un enfoque completamente diferente. Porque como alertaba Nietzsche, si no mantenemos sujeto el corazón, cuando éste se libera, podemos perder la cabeza.


03 mayo 2015

MÉDICOS DE FAMILIA


Mucho ha llovido desde 1978, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente erradicada la viruela en el mundo. Durante ese mismo año se creó en España la especialidad de Medicina de Familia. En nuestro país, para poder ser médico de familia, es necesario aprobar el examen MIR y completar una formación específica durante 4 largos años. 

En estos días, me hago eco de una noticia publicada por mi compañero, el Dr. Vicente Matas, en un medio de comunicación especializado, “Redacción Médica”. Vicente es el vocal nacional de Atención Primaria Urbana de la Organización Médica Colegial (OMC). El Dr. Matas celebraba que 1654 compañeros habían escogido Medicina de Familia entre los 8554 que eligieron especialidad y destino el pasado día 28 de abril. Este año no han quedado vacantes disponibles de esta especialidad. El año pasado sí, 108. Este año, entre los 100 primeros puestos se adjudicaron 2 de Medicina de Familia, y entre los 500 primeros 8, un dato que jamás se había producido en el histórico de las convocatorias MIR.

Si nada cambia, dentro de 4 años, estos 1654 compañeros deberían añadirse al numeroso pero insuficiente grupo de profesionales que trabajamos cada día como médicos de Atención Primaria, médicos de cabecera, los más cercanos a los pacientes, a los usuarios, como ahora algunos prefieren denominar a todos aquellos que se acercan a nuestras consultas en busca de asistencia sanitaria. Como ocurre con otros profesionales, la labor del médico de familia no se restringe únicamente al centro de salud. Cada vez son más los enfermos que necesitan cuidados médicos, de enfermería y también la atención de las trabajadoras sociales en sus propios domicilios. La ciudad de Ourense, y toda nuestra provincia en general, cuenta con una población cada vez más longeva y afectada por múltiples problemas de salud. 

Cuando alguien se refiere al médico de familia, lo hace posesivamente: es mi médico. Y tiene toda la razón, pues es el profesional facultativo más inmediato, al que se puede visitar todos los días, más de una vez al día si hiciera falta, y que complementa su labor con otros compañeros dedicados a prestar asistencia en los servicios de Urgencias – Emergencias, así como también en el ámbito de la Atención Especializada y Hospitalaria. Tras dos décadas y media de ejercicio profesional en el Sistema Público de Salud, nunca es tarde para reivindicar, una vez más, la figura del médico de familia. Mucho ha llovido desde 1978, pero también mucho se ha avanzado en la dilatada trayectoria que nos ha convertido a los médicos de familia en los agentes de la salud ciudadana. 

A pesar de todo, debemos seguir alzando nuestras voces para llamar la atención de aquellos que nos gestionan nuestro, para evitar ser fagocitados por esa inmensa maquinaria que se llama atención hospitalaria. La historia clínica informatizada, la prescripción electrónica, la hospitalización a domicilio (HADO), por poner algunos ejemplos, significan importantes avances en la atención sanitaria, pero no debemos olvidar que la inversión en Atención primaria ha pasado, en los últimos 30 años, de un 20% a un escaso 14.8% (en 2012). Más de 213 millones de consultas ordinarias cada año se merecen más recursos humanos y más medios económicos. Hacer oídos sordos a estas peticiones implica fomentar la desmotivación entre los profesionales, al no apostar decididamente por la Medicina de Familia, por la Atención Primaria.