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30 noviembre 2014

LEY SECA


En una Cuba imaginada por Francis Ford Coppola, en las estancias de un gran hotel que en realidad son las habitaciones del Embajador, en Santo Domingo, el taimado Hyman Roth (Lee Strasberg) le recordaba Michael Corleone (Al Pacino) como él y el desaparecido Padrino Don Vito pasaban melaza de contrabando desde Canadá hasta los Estados Unidos, para contravenir las estrictas normas de la Ley Seca. 

En realidad, la Enmienda XVIII de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica ha supuesto un generoso filón literario y cinematográfico, pero un auténtico fiasco desde el punto de vista político sanitario. Aunque no prohibía el consumo de bebidas alcohólicas, sí lo hacía con su producción, transporte y venta. Si bien recogía las inquietudes de gran parte de la sociedad ante la progresión de la enfermedad alcohólica como terrible plaga entre sus ciudadanos, en la práctica desencadenó más daños que los que pretendía atajar.

Hoy traemos a colación estas reflexiones ante la reciente publicación en Lancet de un análisis sobre el alcoholismo en Irán. En los países musulmanes, las restricciones fundamentadas en la aplicación estricta del Corán, varían notablemente entre unas naciones y otras, desde las que como Arabia Saudita castigan con severidad cualquier violación de esta norma religiosa, hasta aquellas otras más permisivas que toleran parcialmente el consumo de alcohol etílico, limitado a ciudadanos extranjeros, en determinados bares y restaurantes de algunos hoteles.

Al igual que ocurrió con los antiguos gánsteres norteamericanos de la gran pantalla, hoy en día el alcohol atraviesa las fronteras iraníes gracias a los contrabandistas para venderse en el mercado negro. Como en nuestras latitudes, la destilación casera y el uso de alcoholes adulterados resulta seriamente problemática para la salud pública; en no pocas ocasiones concluyen con graves intoxicaciones y muertes provocadas por el alcohol metílico. En Ourense, por desgracia, somos buenos conocedores de los estragos provocados por este tipo de envenenamiento. 

Aunque no abundan los trabajos científicos al respecto, se estima que en la República Islámica de Irán, la prevalencia de trastornos relacionados con el consumo etílico puede alcanzar al 10% de los varones jóvenes, según determinadas regiones. Sin embargo, la dependencia es notablemente inferior, alrededor del 0.2%.

Nos llama la atención que las autoridades sanitarias iraníes han de lidiar con otro tipo de dependencias, pues detentan en sus lares las tasas mundiales más elevadas respecto al consumo de opiáceos. Actuaciones específicas para la deshabituación con metadona y buprenorfina atienden a medio millón de prójimos, y los programas de reducción de daños, que promueven el libre acceso a jeringas desechables, han disminuido la incidencia de infecciones como VIH, hepatitis B y C. 

Terminamos como comenzamos. Don Vito Corleone, gánster a la antigua usanza, se lucraba con los negocios del juego, el alcohol y la prostitución. Sin embargo, el tráfico de drogas en sus áreas de influencia estaba totalmente vetado. Las normas son las normas.


24 noviembre 2014

ALGO FALLA



Un viejo amigo, de vuelta a casa tras una prolongada estancia en el extranjero, se ha sorprendido por la cantidad de personas presentes en los hospitales y en los centros de salud de Ourense. 

Durante la última semana, se ha fraguado esta particular opinión tras acompañar a su anciana madre por la consulta de diferentes médicos. Incluso ha sido capaz de reconocer, en tan poco tiempo, rostros familiares entre los que cada día aguardan su turno en las salas de espera. 

Hemos platicado de los pacientes denominados “hiperfrecuentadores”, los que acuden a la consulta de su médico de familia en más de 12 ocasiones al año, es decir, 10 veces más que el resto. Su porcentaje no es nada desdeñable, un 20 - 25% del total. Para obtener una visión más real de problema calculamos que en una consulta de atención primaria a la que diariamente acuden 40 pacientes (unos 200 a la semana, unos 800 al mes), entre 160 y 200 repiten visita, constantemente.

¿Cómo es esto posible?, se pregunta este paisano, acostumbrado a pagar por cualquier emanda sanitaria en su país de destino. ¿Será porque aquí todo es gratis?... 

Me lleva un tiempo explicarle que lo de gratis es relativo, y que el sistema de salud público español lo pagamos entre todos los contribuyentes, a partir de nuestros impuestos. La explicación más plausible para justificar este ansia de citas médicas podría esconderse tras lo que algunos expertos denominan somatizaciones, dolores físicos provocados por cuadros de ansiedad o depresión. 

Resulta que España, después de Portugal, es el país europeo que más ansiolíticos consume. Parece ser que el nivel de tolerancia a la frustración es muy bajo entre nuestros prójimos, y que cualquier situación adversa en la vida, desde una ruptura de pareja hasta la pérdida de un familiar, dispara el consumo de estos medicamentos.

Además de su desesperación personal, el gasto sanitario generado por los usuarios hiperfrecuentadores se dispara, pues se multiplican los análisis y las pruebas, casi siempre con resultados inespecíficos, destinadas a diagnosticar sus patologías. Tampoco resulta extraño que estos pacientes consuman más fármacos que la media. Estudios realizados en países anglosajones han llegado a responsabilizarles del 10% del gasto sanitario total de un país desarrollado. 

Los problemas sociosanitarios, especialmente en las personas más mayores, asimismo representan una causa frecuente y constante de consulta, contrariedades para las que en muchas ocasiones no existe un tratamiento médico específico.


Bien por haber emigrado a un país donde la mayoría de la población se concentra en las primeras décadas de la vida, bien porque en aquellos pagos la visita al médico cuesta demasiado dinero, mi amigo continúa sorprendido con la situación que vivimos en Ourense. 

Quizás la solución pase por dedicarles más tiempo a estos pacientes, en unas consultas masificadas, la pescadilla que se muerde la cola, porque 5 minutos apenas sirven para escuchar sus quejas y para confortarles, porque no todo en la vida son pastillas, intervenciones quirúrgicas, prótesis, marcapasos o resonancias magnéticas.

15 noviembre 2014

A ESMORGA



Hoy se inaugura la 19ª edición del OUFF, el Festival de Cine de Ourense. Se ha creado mucha expectación por el estreno de “A Esmorga” (Ignacio Vilar, 2014), una nueva versión de la novela de Eduardo Blanco Amor, descarnada crónica de una jornada vertiginosa de desenfreno y tragedia. 

Cada día, la mirada de metal fundido de Don Eduardo se recrea en el sol que se oculta tras el monte del Seminario, mirada clara, intemporal, como la del gordo “Buck” Mulligan, que desde la Torre Martello ofrecía al Universo un cuenco con espuma de jabón de afeitar, frente al mar verde moco irlandés, envuelto en una lustrosa bata amarilla. 

“A Esmorga” de Blanco Amor tiene en común con el “Ulyses” de James Joyce el relato minucioso de la vida de unos personajes durante 24 horas de su existencia. En Ourense, a modo de Bloomsday, existe un roteiro literario para conmemorar los pasos de aquellos tunantes de ficción, señalizado mediante 8 coloreadas placas de cerámica de Manolo Figueiras, desde la Avenida de Zamora hasta la Alameda, la última cercana al lugar donde precisamente hoy se erige la estatua de Blanco Amor. 

En 1977, el prestigioso cineasta Gonzalo Suárez se atrevió con esta misma obra. La película se tituló “Parranda” y contó con elenco de consagrados actores españoles, alguno de ellos ya desaparecido, como el inefable Antonio Ferrandis, que de “Mil Hombres” pasó a “Chanquete” gracias a la magia de la televisión. José Sacristán fue “Cibrán” y José Luis Gómez “El Bocas”. La actriz argentina Marilina Ross, catapultada a la fama como protagonista de “La Raulito” (Lautaro Murúa, 1975) encarnó a la desdichada “Socorrito”. Ahora, en 2014, Miguel de Lira, Karra Elejalde y Antonio Durán “Morris” se han metido en la piel de “Cibrán”, “O Bocas” y el taimado “Milhomes”, al que también dio vida en 1997 mi querido y admirado Sergio Pazos en la pequeña pantalla.

Considerando la cinta de Gonzalo Suárez y la novela original de Blanco Amor, en MEDYCINE nos permitimos un sencillo ejercicio médico matemático consistente en calcular la cantidad de alcohol que los esmorgantes fueron capaces de trasegar en su disparatada jornada. 

Comenzaron el día con albor en la taberna de la Tía Esquilacha con 2 ó 3 jarros de vino de 2 netos cada uno (un neto equivale a medio litro) y un cuartillo de aguardiente (más o menos también medio litro), “para curarse el catarro”, pasando por infinidad de botellas de vino, aguardiente, licor café, anís escarchado, litros de queimada en el pazo de O Castelo, donde las canadas (recipiente de latón capaz de albergar unos 4 litros) pasaban de mano en mano hasta completar una cantidad cercana a los 24 litros de alcohol repartidos entre aquellas gargantas sedientas, para finalizar con más botellas de licor y vino añejo dispuestas sobre las mesas de la Casa dos Andrada y que sirvieron para nublar el sentido de O Bocas, un alcohólico con un más que probable trastorno de la personalidad antisocial, le llevaron a cometer un crimen atroz que desencadenó el infortunio para él y sus borrachos camaradas. 

Y que, como en otras ocasiones parecidas, sostiene el obstinado Aloysius que la conciencia es soluble en alcohol.

09 noviembre 2014

CONGELADOS


Por fin ha llegado el otoño, convocando la lluvia sobre nuestros cristales. A partir de ahora, como la meteorología no va a ayudarnos demasiado, me temo que el contumaz Aloysius se dejará caer con mayor frecuencia por mi humilde morada. La otra tarde, sin ir más lejos, apareció con un curioso folleto de una empresa dedicada a la criogenización, encargada de exponer a personas o animales a condiciones de un frío tan intenso que permitan preservar su cuerpo para reanimarlo en un futuro.

Sensu stricto, estaríamos hablando de una especie de resurrección, pero en tiempos más propicios. Inicialmente, estas técnicas fueron proyectadas para criopreservar a determinadas personas, generalmente multimillonarias y desahuciadas por la medicina actual, a la espera de que los avances de la ciencia permitieran obtener un tratamiento eficaz para sus enfermedades incurables. Ciertamente, estaríamos ante un proceso de selección artificial de algunos que, no resignándose al final de sus días, buscaran en el futuro la inmortalidad.

Desde el punto de vista científico, este tema me resulta fascinante. En realidad, estos procedimientos se están realizando ya para preservar óvulos y embriones. Representan un paso de gigante en el desarrollo de las técnicas de reproducción asistida. El polifacético Carl Djerassi, más conocido como el padre de la píldora anticonceptiva, ha vaticinado para la primera mitad del siglo XXI un mundo más preocupado en mejorar sus tasas de fertilidad que en inhibirlas. Hace muy pocos días, la mecha de la controversia se encendía una vez más cuando Apple y Facebook propusieron a sus trabajadoras retrasar la maternidad haciéndose cargo las empresas de la costosa vitrificación de ovocitos, un proceso de criopreservación que impide la formación de cristales de hielo que puedan dañar tan valiosas células germinales femeninas.

Independientemente de cuestiones éticas y morales, que a buen seguro cambiarán a medida que ciencia y sociedad avancen, el deterioro molecular provocado por las bajísimas temperaturas y la falta del oxígeno necesario para los tejidos, representan en la actualidad serios hándicaps para la criogenización de órganos de mayor complejidad e incluso de prójimos enteros. Pero, en realidad, ¿quién sería criogenizado, un individuo moribundo pero todavía vivo o un verdadero cadáver? ¿quedaríamos a la espera de un futuro tratamiento eficaz para curar a un enfermo o en realidad, utilizaríamos esta hipotética habilidad para resucitar a los muertos?


El anhelo de inmortalidad ha acompañado a los seres humanos desde el mismo momento en que fuimos conscientes de nuestra propia caducidad como seres vivos. Por el momento, los que saben mucho de estas cuestiones se decantan más por conseguir una longevidad saludable, hecho que no parece tan lejano, más que por resucitarnos en un mundo y tiempo venideros para los que todavía no estamos preparados, ni siquiera regresando medio congelados del silencioso mundo de los muertos.