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20 agosto 2017

PALIZAS


El joven Niccolò Ciatti trabajaba de frutero en la muy hermosa ciudad de Florencia. Se desplazó hasta Lloret de Mar para pasar unas breves vacaciones y nunca más regresó a su hogar. Tres individuos le dieron una tremenda paliza Al salir de la discoteca. Uno le propinó el golpe de gracia, una brutal patada en la cabeza que lo dejó inconsciente y moribundo. Un crimen más en este seco verano del 2017.

Andrés Martínez tuvo más suerte. Todavía padece amnesia y secuelas neurológicas. En su caso el agresor fue un portero de una discoteca de Murcia. Un salvaje puñetazo dejó a Andrés en coma durante 1 mes, 30 días en el limbo, en esa oscura y lábil frontera desde donde con suerte uno puede retornar a la luz de la vida, pero también deslizarse irreversiblemente hacia la muerte.

A la salida de un instituto en La Laguna, en Tenerife, un grupo de adolescentes jaleaban a una chica de 16 años mientras le daba una paliza a otra menor. Lo grabaron con las cámaras de su teléfonos, para verter después las imágenes en los vertederos de las redes sociales. Casos similares se repitieron en Arrecife (Lanzarote) y Palma de Mallorca. En esta ocasión una pequeña de 8 años fue pateada en el suelo por un grupo de 12 cobardes con edades comprendidas entre los 12 y los 14 años.

Más cercano a nosotros en el espacio, pero un poco más alejado en el tiempo, las hemerotecas recogen la feroz somanta que 3 jóvenes le propinaron a otro en Ourense. Una vez acogotado, le robaron su dinero y su bicicleta. Golpes, patadas, puñetazos… incluso un botellazo que derribó a la víctima al suelo.

No es la primera vez que denunciamos este tipo de actos violentos como una auténtica enfermedad social. El ejercicio de la fuerza para someter a los semejantes no se ciñe únicamente a los conflictos bélicos, sino que poco a poco se ha venido infiltrando entre nosotros. La crueldad desmesurada ni siquiera parece despertar el más mínimo arrepentimiento. Algunos pensamos que nos encontramos ante conductas miméticas que aportan algún tipo de maligno regocijo a sus actores principales. ¿Cómo si no entender semejante ensañamiento? Habrá que repasar "Neurología de la maldad" de Adolf Tobeña.


Es un deber político y social buscar soluciones a esta lacra, que también ocasiona víctimas mortales, como los infartos, el cáncer y los accidentes de circulación. Nuevamente apelamos a la educación como la medida preventiva más eficaz. Violencia machista, acoso escolar, abuso del poder, intransigencia, racismo, conductas de riesgo, radicalización, enmascarada o no bajo pretextos económicos o religiosos. Sostiene Aloysius que añora a aquellos palizas de antaño, capaces de irte dando la murga desde los Salesianos al Jardín del Posío. Ida y vuelta. Por lo menos.

13 agosto 2017

ENGENDRAR, PARIR, NACER


En España, en las últimas 4 décadas, la edad media de las madres que tienen su primer hijo se ha incrementado en 5 años. Si en 1975, en los albores de nuestra democracia, la edad media de las primíparas se situaba en los 25, en el 2014 se pasó a los 30.5 años. Muchos son los factores que han influido en esta realidad: económicos, culturales, sociales y laborales. Y, por supuesto, de tipo personal, ya que muchas mujeres ni siquiera se plantean la posibilidad de ser madres en la vida. En las sociedades occidentales, entre el 25 y el 30% de ellas nunca tendrán hijos. Lejos quedan los años del baby boom en los que las propias sociedades entendían a las mujeres como máquinas maternales. 

Todas estas reflexiones se realizan con el máximo respeto a la decisión particular de cada mujer, tanto las que desean ser madres (hay casi 58000 familias numerosas registradas en España con 5 o más hijos) como a las que no quieren tener descendencia. Simplemente reflejan una serie de datos que nos muestran una vez más cómo nuestra sociedad va cambiando vertiginosamente y lo que quizás nos puede deparar un futuro cada vez más incierto.

Por otra parte, en Galicia, 1 de cada 10 partos tiene como protagonista a una madre de 40 años. Tan sólo en la última década, el número de gallegas que han decidido ser madres en torno a esta edad se ha duplicado, alcanzando la cifra total de 1800 partos anuales. Y aunque recientemente se ha avanzado mucho en el control gestacional, los embarazos a partir de los 40 años se consideran de alto riesgo, debido a las posibles complicaciones para las madres (diabetes gestacional y preeclampsia) como para su descendencia (alteraciones cromosómicas). La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera una madre añosa a aquella mujer que decide tener su primer hijo después de los 32 años. Esta definición para nada resulta arbitraria, pues está basada en criterios médicos. Porque a partir de dicha edad, la cantidad y calidad de los óvulos disminuye notablemente, sobre todo a partir de los 35 años.

En otra faceta del mismo prisma se sitúan las 50000 parejas gallegas que sufren algún problema de esterilidad. En España, la normativa que regula la reproducción asistida establece un tope de edad (40 años) para las fecundaciones in vitro y otro a los 38 años para la inseminación artificial de donante. Y así, mientras muchas mujeres desestiman la idea ser madres, otras intentan aferrase a cualquier medida que les permita serlo, incluyendo la gestación subrogada. 

¿Y el futuro? El profesor Henry T. Greely, experto en cuestiones éticas relacionadas con los avances biotecnológicos, desde la prestigiosa Universidad de Stanford vaticina que en 20 años, el sexo será únicamente recreativo, pues la principal vía para concebir será la inseminación artificial. Prometemos comprobarlo en un par de décadas.

04 agosto 2017

LA TAPA DEL YOGUR


El otro día un amigo mío observaba con detenimiento la tapa del yogur que le habían servido de postre. Previamente había evaluado la cantidad de grasas, proteínas e hidratos de carbono presentes en aquel modesto derivado lácteo. Le preguntamos a qué se debía semejante despliegue de precauciones. Con gesto serio, nos comentó que no solía consumir productos cercanos a su fecha de caducidad. Y entonces me acordé del ministro Arias Cañete y sus comentarios sobre los yogures caducados, enmarcados en un contexto donde la administración pública andaba a la procura de un sistema de etiquetado que evitara el desperdicio de alimentos.

Según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, perdemos o desperdiciamos demasiados alimentos a lo largo de la cadena de suministro, desde la producción inicial hasta el consumo final en los hogares, de manera accidental pero también intencionadamente. Conscientes de tal realidad, instituciones públicas y privadas han iniciado campañas de concienciación y movilización para evitar el quebranto de tantos recursos en un mundo donde muchos estamos sobrealimentados mientras otros tantos continúan muriéndose de hambre. Según los expertos, en los países más desarrollados se desperdician cada año alrededor de 222 millones de toneladas de comestibles, una cantidad similar a la producción alimentaria neta de todo el África subsahariana.

Sostiene Aloysius que en España tiramos a la basura el 5% de nuestra cesta de la compra alimentaria. Si pudiéramos resucitar a uno de nuestros ancestros, que a lo largo de su sufrida existencia apenas lograba consumir media docena de alimentos diferentes, y lo invitásemos a visitar la sección de comestibles de cualquier gran supermercado, a buen seguro sufriría un shock psicológico. Por poner un ejemplo, por un instante repasemos el listado de frutas diferentes que podemos consumir habitualmente a lo largo del año.

Éstas y otras reflexiones nos acompañaban la otra tarde mientras escuchábamos a nuestro amigo Matías contarnos sus peripecias en Sudán y Lesotho dentro de los programas específicos en los que trabajaba para la FAO. También le escuchamos quejarse, con precisa ironía suiza, de la reducción de fondos económicos para el desarrollo desde que Donald Trump había llegado a la presidencia de los Estados Unidos. A la par que Matías disertaba, Aloysius curioseaba con el paquete vacío que alguien había dejado sobre la mesa. La etiqueta avisaba de lo nocivo que es el tabaco, para la salud, acompañado de impactantes imágenes amenazando con la enfermedad y la muerte. Y en mi mente recaló la escena del amigo que, una vez zampado el yogur que estaba a punto de caducar, con parsimonia encendió un pitillo dejando suspendido en el aire un círculo de humo perfecto.


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