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30 noviembre 2013

CIERTAS PELIGROSAS MODAS



Hace unos meses, desde estas mismas líneas, alertábamos sobre un hábito extremadamente peligroso para la salud puesto de moda entre los jóvenes estadounidenses para experimentar con los efectos del alcohol. En aquellos pagos, la legislación prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas a los menores de 21 años. 

Para sortear dichas barreras legales, algunas muchachas decidieron empapar tampones con variopintos brebajes etílicos para, posteriormente, introducírselos en la vagina. El paso directo del etanol a la sangre incrementa notablemente su toxicidad, además de acortar el tiempo para alcanzar la embriaguez. Cuando una persona bebe alcohol en exceso, más tarde o más temprano termina vomitando, eliminando parte del tóxico ingerido. Incluso cuando éste se toma con alimentos, su absorción estomacal se retrasa. 

En cambio, si la absorción se realiza a través de las permeables paredes vaginales, los niveles de alcoholemia resultan incontrolables. Una variable de esta práctica consiste en instilar bebidas alcohólicas directamente sobre los ojos, pudiendo provocar graves irritaciones e infecciones oculares.

En la sociedad de la globalización, las noticias corren rápido, para bien o para mal. Siempre habrá osados imitadores. Las primeras intoxicaciones etílicas de este tipo pronto fueron también atendidas en los servicios de urgencias nacionales. Un problema de salud más a añadir al consumo de drogas legales e ilegales por parte de nuestros jóvenes. Sostiene Aloysius que a ver cuánto tardan en convocar botellones vaginales...

Siguiendo con hábitos y modas, de Brasil vendría otra insana costumbre. Algunas jóvenes, afectadas por trastornos de la alimentación, han comenzado a ingerir bolas de algodón empapadas en zumo, a modo de descabellada dieta de adelgazamiento. Al llegar al estómago, el algodón provoca una falsa sensación de saciedad, disminuyendo la necesidad de comer. El riesgo de obstrucciones y perforaciones intestinales es muy elevado. Podrían producirse circunstancias tan desagradables como las que ocurren con los bezoares, acúmulos compactos de sustancias que se pueden acumular en los estómagos e intestinos de los animales y de los humanos (celulosa, pelos, fármacos, incluso arena o piedras). En pacientes afectados por estreñimiento habitual, no resulta raro encontrar en su recto fecalomas, aglomerados de heces resecas e impactadas en la luz intestinal, que en muchas ocasiones requieren romperse manualmente para liberar los intestinos.

Para finalizar, piercing, tatuajes, perforaciones, escarificaciones e incrustaciones metálicas bajo la piel vienen ahora a completarse con implantes de diminutas joyas en los globos oculares, realizadas al parecer mediante sencillas intervenciones quirúrgicas. Implantes similares en los dientes tienen también su éxito. Pero, en los ojos, los problemas se multiplican, pues pueden provocar hemorragias, conjuntivitis e infecciones más graves. Decía Coco Chanel que la moda está en el cielo, en la calle… tiene que ver con las ideas, con nuestro modo de vida, con lo que está pasando…

09 noviembre 2013

GINGER Y FRED


- Amor: eres tan mal bailarín que pisas incluso a los que nos están contemplando…
- Es que por culpa de mis pies… tal vez demasiado torpes… o grandes…
- Pero a mi nunca me pisas…

- Porque a ti te amo. A ellos, los detesto...

01 noviembre 2013

CAMBIOS


Sostiene Aloysius que si a estas reflexiones les pudiéramos asociar una banda sonora, algunos elegirían entre “Changes” (1971) de David Bowie, (el tiempo puede cambiarme, pero no puedo remontar el tiempo) o “The Times They Are a-Changin” (1963), la paradigmática canción protesta de Bob Dylan, todo un himno generacional. 

Sabemos que uno de los principales talentos del ser humano, esencial para su desarrollo evolutivo, es la capacidad de adaptación a los cambios. El mismísimo Charles Darwin defendió que las especies que mejor responden a los cambios sobreviven mejor que aquellas otras más fuertes e inteligentes. Este hecho particular es perfectamente extrapolable a las poblaciones. Pero también a los sistemas sanitarios, que deben adaptarse para responder con eficacia y celeridad a los actuales cambios sociales, demográficos y epidemiológicos, los verdaderos responsables de los nuevos problemas de salud, cada vez más diversos y complejos. 

Y es que los mayores avances sanitarios se han producido en muy poco tiempo, en menos de un siglo, con descubrimientos tales como la anestesia, las vacunas, los antibióticos, la potabilización del agua y del saneamiento de los residuos humanos. Pero también con la agricultura extensiva y la desaparición de las hambrunas.

Vivimos en un entorno tan cambiante que lo que hoy es moda mañana es olvidado como un breve recuerdo del pasado. Es la sociedad de la celeridad. La información generada hoy en día por la humanidad es tan considerable que algunos expertos hablan de la parálisis por el análisis. Los pacientes, los usuarios de los sistemas sanitarios, son capaces de acceder a infinidad de referencias especializadas que muchas veces dejan atrás a los propios expertos. Ya no vale con decirle al médico que nos duele una rodilla. Ahora demandamos, con mayor o menor intensidad, la realización de complejas pruebas diagnósticas que nos aporten el diagnóstico exacto de nuestra patología. Los que saben de gestión sanitaria deben conseguir la eficiencia, es decir, alcanzar un objetivo determinado con los recursos mínimos necesarios para ello. Atrás hemos dejado la eficacia, cualidad centrada únicamente de la consecución del efecto deseado. Ahora también cuentan los costes. 

Llegados a este punto, cada vez son más los que denuncian la incapacidad de los sistemas sanitarios clásicos para atender las demandas actuales de la población. Este problema ocurre tanto en los modelos públicos como en los privados. Poco a poco, el Estado dejará de ser gestor sanitario para convertirse en garante de la salud de sus ciudadanos. Habrá a quienes no les guste, pero los derroteros irán hacia los presupuestos públicos por resultados, la autonomía en la gestión, los nuevos mecanismos de regulación y de competencia, y la colaboración público – privada. 

La sanidad que demanda la sociedad española actual, con un envejecimiento poblacional galopante y unas tasas de natalidad muy bajas nada tiene que ver con aquella otra que predominaba en la segunda mitad del pasado siglo XX. Tampoco la promoción de la salud y la prevención de la sanidad no son objeto exclusivo de los responsables sanitarios. La gestión de los servicios sanitarios públicos deberá regirse por los llamados principios del Buen Gobierno: participación, transparencia y justificación de cuentas. Porque ahí están los ciudadanos, para exigirlo.