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18 enero 2012

¿GEN EGOÍSTA O EGOÍSMO GENÉTICO?



Existe una escena en la última película de Pedro Almodóvar en la que el protagonista, un prestigioso cirujano encarnado por Antonio Banderas, se detiene ante una mesa sobre la que reposa un ejemplar original de “The Selfish Gene”, de Richard Dawkins. Desconozco si se trató de una casualidad o si la presencia de este libro en “La piel que habito” fue intencionada.

Publicado en 1976, “El gen egoísta” representó una revolución en la teoría de la evolución al considerar ésta desde el punto de vista genético, abandonando perspectivas personales o raciales. Para entendernos, y de manera extremadamente sucinta, los organismos somos meros vehículos de supervivencia para los genes.

Siguiendo aquella máxima de Mark Twain, un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfe, desde entonces los planteamientos de Hawkins han captado adeptos y provocado las críticas de sus desafectos.


Dándole una vuelta de tuerca, hay quien se pregunta si el determinismo genético es capaz de explicar el egoísmo humano. Varios han sido los investigadores al respecto.

Por ejemplo, Jessica Sommerville, profesora asociada de Psicología de la Universidad de Washington, defiende que los niños adquieren el sentido de la justicia y del altruismo a los 15 meses, antes de lo que hasta ahora se pensaba.

En el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) realizaron estudios con niños de 18 meses obteniendo resultados similares. Los bebés del ensayo ayudaron a los adultos espontáneamente y un 84% de ellos lo hicieron apenas transcurridos 10 segundos después de la demanda visual de ayuda. ¡Nada de palabras!.

En 2007, el equipo de Ariel Knafo, del departamento de Psicología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, demostró que la generosidad tiene una base genética. Comprobaron que los voluntarios poseedores de variantes en el gen AVPR1 eran más desprendidos y altruistas.

Hay quién se pregunta si la genética de la generosidad representa una salvaguarda para nuestra supervivencia. En este aspecto, la naturaleza se empeña en demostrar que los seres vivos capaces de convivir en grupo presentan claras ventajas respecto a los solitarios.

Pero, el altruismo y la cooperación también se imitan, y los comportamientos egoístas están claramente influenciados por la cultura y la sociedad. Ya lo decía Jean Cocteau: un egoísta es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti…


04 enero 2012

RESISTENCIAS BACTERIANAS



Una noticia difundida recientemente por la influyente BBC alertaba sobre una cepa de Neisseria gonorrhoeae resistente a los antibióticos que se han venido empleando para su tratamiento. Esta bacteria, más popularmente conocida como gonococo, es la causante de la gonorrea, una de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) más frecuentes. En los varones suele provocar uretritis, pero en las mujeres puede producir serias complicaciones como la enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) y transmitirse desde una embarazada infectada a su descendencia.

Los expertos estiman que los antepasados de las actuales bacterias comenzaron a poblar nuestro planeta hace unos 3000 millones de años, tiempo más que suficiente para evolucionar y desarrollar mecanismos de defensa garantes de su supervivencia. Veamos un ejemplo. 

En el 2007, un grupo de científicos de la Universidad de Copenhague dirigido por el biólogo evolucionista Eske Willerslev, descubrió una actinobacteria que se mantuvo aletargada bajo el hielo nada más y nada menos que medio millón de años, gracias a un mecanismo biológico capaz de reparar y conservar su ADN durante todo ese tiempo.

Estas bacterias son muy importantes en la descomposición de la materia orgánica, renuevan los nutrientes de la tierra y resultan esenciales en la formación del humus. Por si fuera poco, también son capaces de fabricar potentes antibióticos naturales, como la estreptomicina, o la actinomicina, un fármaco con propiedades anticancerígenas cuyos derivados llegaron a emplearse en el pasado como antitumorales.

Ya hemos alertado sobre los problemas provocados por la automedicación y el uso (o abuso) indiscriminado de antibióticos, razón primordial en la aparición de resistencias bacterianas. Las llamadas superbacterias que ocasionan infecciones hospitalarias representan un problema sanitario de primera magnitud. Sostiene Aloysius que nos encontramos ante enemigos pequeños pero matones.

Pero, afortunadamente, la paleontología  acude en nuestro auxilio. En 2010, la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de los EEUU lanzó una iniciativa para conseguir 10 antibióticos que pudieran frenar a los patógenos multirresistentes antes de la frontera del 2020. Algunas de estas prometedoras sustancias ya se han encontrado en las lampreas.

El profesor Ben Cocks, de la Universidad La Trobe (Bundoora - Australia), se ha centrado en aquellos mamíferos dotados con los mejores sistemas inmunitarios de forma innata. Uno de ellos es el wallaby, un marsupial australiano más pequeño que el canguro.


Encontró bacterias similares a los gérmenes hospitalarios resistentes en la bolsa del wallaby, un ambiente séptico donde las crías sobreviven gracias a su inmunidad natural. Rastreando el genoma de estos animales, Cocks y su equipo descubrieron unos péptidos heredados de sus antepasados con una potencia antibiótica de 10 a 30 veces superior a la de los más modernos fármacos, capaces de eliminar a 6 de las 7 bacterias resistentes.

Estos fragmentos de material genético, con una antigüedad de 59 millones de años, podrían resultar todavía mucho más eficaces, pues las bacterias contemporáneas nunca habrían sido expuestas a su capacidad antibiótica.