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13 febrero 2018

NANORROBOTS


En estos días, los aspirantes a convertirse en los médicos españoles especialistas del futuro han pasado esa prueba trascendental conocida como examen MIR. De la puntuación obtenida dependerá su vida profesional. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo respecto a las especialidades más deficitarias. Si nos guiamos por nuestra percepción particular, pediatras, traumatólogos y médicos de familia deberían llevarse la palma. Lo que parece seguro es que el MIR del futuro presentará importantes variaciones en la oferta de especialistas. Y quién sabe si veremos en nuestros hospitales a médicos expertos en nanorrobótica. O lo que es más probable, expertos en nanorrobótica que no serán ni médicos ni farmacéuticos.

El caso es que estos microdispositivos poseen tamaños cercanos a la millonésima parte de un metro. Son mil veces más pequeños que el grosor de un cabello. Semejante miniaturización ha alcanzado en el presente campos tan dispares como la ingeniería, la química, la electrónica, por ejemplo, y también la medicina. Se han diseñado máquinas microscópicas asociadas al ADN, el elemento fundamental de nuestros genes. Otras aprovechan las características fisiológicas y mecánicas de determinadas bacterias. Como garantía, esta revolución científica ya se encuentra controlada por la FDA, la poderosa administración estadounidense encargada de la regulación de los medicamentos, los cosméticos, los aparatos médicos, los productos biológicos y los derivados sanguíneos, tanto para humanos como para animales.

Ingeniosas empresas emergentes comienzan a obtener exitosos resultados: nanorrobots tubulares del tamaño de una bacteria capaces de limpiar tanques de agua contaminada, cremas y compuestos dermatológicos aptas para curar heridas, eliminar cicatrices y tratar enfermedades de la piel, enjuagues bucales enriquecidos con nanorrobots capaces de eliminar la caries, microesferas  formadas por platino, agua oxigenada y enzimas competentes para el transporte de fármacos en el tratamiento del cáncer. Todos son ejemplos reales, líneas de investigación abiertas y alejadas de la ciencia ficción. En el campo de la oncología, las últimas informaciones son muy alentadoras. En el Instituto de Biodiseño de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos), el equipo liderado por el investigador Hao Yang, recientemente  ha probado en ratones nanorrobots programados para destruir tumores de mama, pulmón, ovario y melanomas, matando literalmente de hambre a las células cancerígenas, respetando a las células sanas, sin efectos secundarios indeseables. Por el momento, Estados Unidos y China lideran esta fascinante carrera, y a los demás quizás pudiera parecernos muy atinada aquella afirmación de Arthur C. Clarke cuando afirmaba que cualquier tecnología suficientemente avanzada resultaría indistinguible de la magia.


04 febrero 2018

PEQUEÑO GRAN HOMBRE



Javier González Lamelas, in memoriam


Así solíamos llamarte Aloysius y yo, con infinito cariño, entre taza y taza de té, desde el primer día en que te conocí, torbellino de vitalidad, irrumpiendo en la habitación para proponerme los mil y un proyectos a favor de la donación de órganos. Y así continuamos, con alguna que otra modesta colaboración, cuando tu inagotable creatividad se inventó aquella mágica gotita de sangre que supuestamente iba a estimular la solidaridad de nuestros prójimos hasta límites insospechados, o la poesía del “Caraveliño” que una tarde de octubre te regalé para que algún amigo le pusiera música y así poderle cantar una hermosa canción a los niños dializados. En el tintero se nos quedó aquel otro proyecto sobre las vivencias del Dr. Manolo Garrido Valenzuela por las lejanas tierras bolivianas, del que tanto hablamos cuando visitamos el Pazo da Viña, en la parroquia de Abades, contemplando el atardecer en la grata compañía de nuestro amigo el cirujano pediátrico. Por ahí conservo algunos libros que me regalaste, de George Trakl, de Thomas Mann, de Cesare Pavese, de Constantino Kavafis, apilados en la biblioteca junto a la “Canción del Amor” de Rilke, la que yo mismo elegí para oficiar los matrimonios civiles en el Concello de Ourense. Conservo todos tus correos electrónicos y los mensajes que a medianoche y de madrugada me enviabas desde el silencio de los hospitales, desde la bucólica Chandrexa de la que eres consustancial, el gran amante seducido por las tierras y los paisajes, por la esencia de la vida, por Dios y el amor. Ahora tocará repasarlos uno por uno, una y otra vez, cuando el desaliento intente clavar sus garras en este alma esquiva. Tanto y tanto conversamos sobre la salud y la enfermedad, sobre el dolor y la muerte, a la que ningún respeto le tenías, sobre la solidaridad emergente y la gestión de la solidaridad, los voluntarios auténticos y de los simulados, que tanto te encabronaban, la antología que proyectabas seleccionar entre las centenares de colaboraciones publicadas desde hace años en La Región, sobre la fragilidad de la vida, el sentido del sufrimiento, las sendas desconocidas que la Medicina irá descubriendo en los días que habrán de venir, sobre lo que podríamos hacer para mejorar el mundo. ¿Y qué decir del poder terapéutico de la poesía? Casualmente, cada uno por su lado, escuchamos a Van Morrison y leímos los poemas de David Hernández Sevillano; y te empeñaste en acercarlo al horno del panadero, esa magnífica editorial Eurisaces convertida en el faro de tus días. Así nació el colosal “El Punto K” que presentaste en El Cercano, y allí también estaba yo, como también en el estreno de la “Poesía Reunida” de Edelmiro Vázquez Naval, tal vez el epílogo del quimérico proyecto del pequeño gran hombre empeñado en fabricar los libros más preciosos en los tiempos de la informática, la robótica y la nanotecnología. Malos tiempos para la lírica, mi querido amigo. Pero ahora tú, cual espléndida mariposa, frecuentas balsámicos vergeles. Así sea.