CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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21 diciembre 2013

CAMINA O REVIENTA


En 1987, Vicente Aranda dirigió una película sobre las andanzas y desventuras de Eleuterio Sánchez Rodríguez, “El Lute”, iniciadas en 1960 con una condena de 6 años de cárcel por robar unas gallinas para matar el hambre. El cineasta barcelonés eligió como título para su obra el mismo que el propio El Lute había seleccionado para su autobiografía. Muchos afirman que, en su ansia de la libertad, al protagonista sólo le quedaban dos opciones: continuar su camino o sucumbir en el intento.

En otra índole de cosas, el último número de “The Lancet” de 2013 nos aporta un artículo muy interesante, dirigido desde Leicester (Gran Bretaña) por el Dr. Thomas Yates y su equipo de investigadores especializados en diabetes, actividad física y estilo de vida. Ellos partieron de una premisa: prácticamente, a día de hoy, todavía no quedaba claro cuáles eran los supuestos beneficios ocasionados por determinados cambios en la actividad física habitual respecto al pronóstico de los pacientes de elevado riesgo cardiovascular. 

Para ello, diseñaron un protocolo de actuación (estudio NAVIGATOR) en el que evaluaron objetivamente la actividad física ambulatoria en pacientes de elevado riesgo cardiovascular e intolerancia a la glucosa. Así, entre enero de 2002 y enero de 2004, incluyeron 9306 personas de 40 países que presentaban intolerancia a la glucosa.

Además, estos individuos padecían una enfermedad cardiovascular, siempre que superasen los 50 años de edad, o bien contaban con factor de riesgo cardiovascular adicional, si eran mayores de 55 años. El seguimiento duró un promedio de 6 años, y fueron anotados todos los eventos cardiovasculares detectados en esta serie, es decir, la mortalidad cardiovascular, los ictus no mortales o los infartos de miocardio.

La actividad física ambulatoria fue evaluada al principio del estudio y a los 12 meses del mismo, utilizando un sencillo podómetro. Se realizaron la pruebas estadísticas oportunas (modelos de riesgo proporcional de Cox ajustado) y se extrajeron los resultados.

Resulta que ocurrieron 531 eventos cardiovasculares durante un seguimiento de 45211 personas-año. Los investigadores encontraron que caminar diariamente unos 2000 pasos (adicionales sobre la actividad física basal) durante al menos 1 año fue suficiente para reducir un 8% el riesgo de sufrir un evento cardiovascular.


La salud de las personas con elevado riesgo cardiovascular e intolerantes a la glucosa puede beneficiarse simplemente incrementando su actividad física habitual. 

Para la población en general, y específicamente para este grupo de personas, la disyuntiva existencial que en su día se planteó El Lute está clara: deben caminar para no reventar, aunque sólo sean 2000 pasos más. Cada uno de nosotros, habitualmente, empleamos entre 1100 y 1650 pasos para recorrer un kilómetro, quemando de paso alrededor de 65 calorías por kilómetro andado. En principio, no parece un esfuerzo tan fatigoso como para renunciar a un beneficio tan elevado.

19 diciembre 2013

HABLANDO DE CÁNCER



El Doctor Mariano Barbacid es un afamado bioquímico y oncólogo español. En 1982, en la prestigiosa revista “Nature”, publicó un descubrimiento excepcional: había sido capaz de aislar por primera vez un gen humano mutado causante de un cáncer, el oncogén H-ras, en un carcinoma de vejiga urinaria. Una llamativa señal morada surca el rostro de este investigador, hasta 2011 director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), dándole una apariencia particular; desde siempre me ha recordado a la lechuza sagrada de Atenea, la diosa griega de la sabiduría. 

Hace apenas unos días, unas declaraciones suyas han levantado una tremenda polvareda. Para este especialista, el cáncer es una enfermedad que siempre acompañará a los seres humanos. Al tratarse de una acumulación de errores en nuestras divisiones celulares, será cada vez más frecuente. En apariencia, su mensaje parece desesperanzador. Pone en duda todas aquellas afirmaciones que vaticinaban algún día la derrota definitiva del cáncer. Para el Doctor Barbacid, las dos armas fundamentales en la lucha contra esta enfermedad son la prevención, que evitaría los daños celulares crónicos, y la detección precoz, pues cuánto antes se detecte el problema mayores son las probabilidades de éxito terapéutico.

Desde los tiempos de Platón, entendemos las palabras como organismos vivos, canales por los que se transmite el conocimiento. Filosofía y lingüística, entre otras disciplinas, han tratado de enseñarnos el valor de las palabras y de las ideas. Por ello, el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC) termina de elaborar un decálogo para el buen trato informativo de esta patología. Solicitan a los medios de comunicación que prescindan de expresiones tales como “lucha contra el cáncer” y de adjetivos como “heroico”, “bélico” o “agresivo”, transmisores del desasosiego a aquellos pacientes y familiares que no hubieran superado la enfermedad. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a decir que esto o aquello constituyen el “cáncer de la sociedad”?


Intencionadamente, en estas líneas hemos desatendido alguna de estas peticiones, para llamar la atención sobre el tema. Entender una enfermedad como una lucha, indefectiblemente lleva consigo la existencia de vencedores y vencidos, pues el lance permanente que mantenemos los seres vivos con la mayoría de nuestras patologías todavía finaliza de la misma manera, una partida que jamás termina en tablas… por el momento. 

La GEPAC nos recomienda el empleo de “tener cáncer” mejor que “padecer un cáncer”, de connotaciones claramente más negativas. Mejor decir “un paciente con cáncer” que alguien que lucha contra “una larga y penosa enfermedad”, expresión más estigmatizante. Mejor “convivir con el cáncer”, que es al fin y al cabo lo que hacemos con tantas otras patologías. La sociedad está cambiando y los pacientes no necesitan paternalismos, sino información y comprensión. No somos máquinas perfectas.

30 noviembre 2013

CIERTAS PELIGROSAS MODAS



Hace unos meses, desde estas mismas líneas, alertábamos sobre un hábito extremadamente peligroso para la salud puesto de moda entre los jóvenes estadounidenses para experimentar con los efectos del alcohol. En aquellos pagos, la legislación prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas a los menores de 21 años. 

Para sortear dichas barreras legales, algunas muchachas decidieron empapar tampones con variopintos brebajes etílicos para, posteriormente, introducírselos en la vagina. El paso directo del etanol a la sangre incrementa notablemente su toxicidad, además de acortar el tiempo para alcanzar la embriaguez. Cuando una persona bebe alcohol en exceso, más tarde o más temprano termina vomitando, eliminando parte del tóxico ingerido. Incluso cuando éste se toma con alimentos, su absorción estomacal se retrasa. 

En cambio, si la absorción se realiza a través de las permeables paredes vaginales, los niveles de alcoholemia resultan incontrolables. Una variable de esta práctica consiste en instilar bebidas alcohólicas directamente sobre los ojos, pudiendo provocar graves irritaciones e infecciones oculares.

En la sociedad de la globalización, las noticias corren rápido, para bien o para mal. Siempre habrá osados imitadores. Las primeras intoxicaciones etílicas de este tipo pronto fueron también atendidas en los servicios de urgencias nacionales. Un problema de salud más a añadir al consumo de drogas legales e ilegales por parte de nuestros jóvenes. Sostiene Aloysius que a ver cuánto tardan en convocar botellones vaginales...

Siguiendo con hábitos y modas, de Brasil vendría otra insana costumbre. Algunas jóvenes, afectadas por trastornos de la alimentación, han comenzado a ingerir bolas de algodón empapadas en zumo, a modo de descabellada dieta de adelgazamiento. Al llegar al estómago, el algodón provoca una falsa sensación de saciedad, disminuyendo la necesidad de comer. El riesgo de obstrucciones y perforaciones intestinales es muy elevado. Podrían producirse circunstancias tan desagradables como las que ocurren con los bezoares, acúmulos compactos de sustancias que se pueden acumular en los estómagos e intestinos de los animales y de los humanos (celulosa, pelos, fármacos, incluso arena o piedras). En pacientes afectados por estreñimiento habitual, no resulta raro encontrar en su recto fecalomas, aglomerados de heces resecas e impactadas en la luz intestinal, que en muchas ocasiones requieren romperse manualmente para liberar los intestinos.

Para finalizar, piercing, tatuajes, perforaciones, escarificaciones e incrustaciones metálicas bajo la piel vienen ahora a completarse con implantes de diminutas joyas en los globos oculares, realizadas al parecer mediante sencillas intervenciones quirúrgicas. Implantes similares en los dientes tienen también su éxito. Pero, en los ojos, los problemas se multiplican, pues pueden provocar hemorragias, conjuntivitis e infecciones más graves. Decía Coco Chanel que la moda está en el cielo, en la calle… tiene que ver con las ideas, con nuestro modo de vida, con lo que está pasando…

09 noviembre 2013

GINGER Y FRED


- Amor: eres tan mal bailarín que pisas incluso a los que nos están contemplando…
- Es que por culpa de mis pies… tal vez demasiado torpes… o grandes…
- Pero a mi nunca me pisas…

- Porque a ti te amo. A ellos, los detesto...

01 noviembre 2013

CAMBIOS


Sostiene Aloysius que si a estas reflexiones les pudiéramos asociar una banda sonora, algunos elegirían entre “Changes” (1971) de David Bowie, (el tiempo puede cambiarme, pero no puedo remontar el tiempo) o “The Times They Are a-Changin” (1963), la paradigmática canción protesta de Bob Dylan, todo un himno generacional. 

Sabemos que uno de los principales talentos del ser humano, esencial para su desarrollo evolutivo, es la capacidad de adaptación a los cambios. El mismísimo Charles Darwin defendió que las especies que mejor responden a los cambios sobreviven mejor que aquellas otras más fuertes e inteligentes. Este hecho particular es perfectamente extrapolable a las poblaciones. Pero también a los sistemas sanitarios, que deben adaptarse para responder con eficacia y celeridad a los actuales cambios sociales, demográficos y epidemiológicos, los verdaderos responsables de los nuevos problemas de salud, cada vez más diversos y complejos. 

Y es que los mayores avances sanitarios se han producido en muy poco tiempo, en menos de un siglo, con descubrimientos tales como la anestesia, las vacunas, los antibióticos, la potabilización del agua y del saneamiento de los residuos humanos. Pero también con la agricultura extensiva y la desaparición de las hambrunas.

Vivimos en un entorno tan cambiante que lo que hoy es moda mañana es olvidado como un breve recuerdo del pasado. Es la sociedad de la celeridad. La información generada hoy en día por la humanidad es tan considerable que algunos expertos hablan de la parálisis por el análisis. Los pacientes, los usuarios de los sistemas sanitarios, son capaces de acceder a infinidad de referencias especializadas que muchas veces dejan atrás a los propios expertos. Ya no vale con decirle al médico que nos duele una rodilla. Ahora demandamos, con mayor o menor intensidad, la realización de complejas pruebas diagnósticas que nos aporten el diagnóstico exacto de nuestra patología. Los que saben de gestión sanitaria deben conseguir la eficiencia, es decir, alcanzar un objetivo determinado con los recursos mínimos necesarios para ello. Atrás hemos dejado la eficacia, cualidad centrada únicamente de la consecución del efecto deseado. Ahora también cuentan los costes. 

Llegados a este punto, cada vez son más los que denuncian la incapacidad de los sistemas sanitarios clásicos para atender las demandas actuales de la población. Este problema ocurre tanto en los modelos públicos como en los privados. Poco a poco, el Estado dejará de ser gestor sanitario para convertirse en garante de la salud de sus ciudadanos. Habrá a quienes no les guste, pero los derroteros irán hacia los presupuestos públicos por resultados, la autonomía en la gestión, los nuevos mecanismos de regulación y de competencia, y la colaboración público – privada. 

La sanidad que demanda la sociedad española actual, con un envejecimiento poblacional galopante y unas tasas de natalidad muy bajas nada tiene que ver con aquella otra que predominaba en la segunda mitad del pasado siglo XX. Tampoco la promoción de la salud y la prevención de la sanidad no son objeto exclusivo de los responsables sanitarios. La gestión de los servicios sanitarios públicos deberá regirse por los llamados principios del Buen Gobierno: participación, transparencia y justificación de cuentas. Porque ahí están los ciudadanos, para exigirlo.

26 octubre 2013

LA ERRADICACIÓN DE LA POLIO


Hace unos años en Dublín, visitando el Trinity College, me entretuve en un mercadillo de libros de ocasión. Para recaudar fondos, varios estudiantes los ponían en venta. Allí me agencié varios ejemplares, ninguno de los cuales superando los 2 euros. Quizás haya contado esta historia en otras ocasiones, dependiendo del libro en cuestión. 

Hoy vamos a refrirnos a “Man againts Germs” de A.L. Baron, un compendio histórico de la lucha del ser humano contra los gérmenes; se trata de un ejemplar publicado en Londres, en 1958. Debemos el término “germen” a Hieronymus Fracastorius, que lo empleó por primera vez en 1546 para designar aquellos “pequeños pedacitos de vida”, tan útiles para la humanidad como letales para la misma: virus, bacterias, hongos… Su capítulo XIII viene dedicado a los intangibles gérmenes de la parálisis que han infectado al hombre durante miles de años. 

Aunque esta enfermedad se describió por primera vez en 1840 por Jakob Heine, varias epidemias de polio se convirtieron en un verdadero azote para la humanidad durante el pasado siglo XX. Hasta que en 1949, el bacteriólogo norteamericano John Franklin Enders, consiguió cultivar el polio virus en tejidos celulares, hecho que posibilitó el desarrollo ulterior de las vacunas de Salk (inyectable, 1954) y de Sabin (oral, 1964). 

Antes de las inmunizaciones masivas, la polio afectaba preferentemente a niños entre 4 y 15 años, transmitiéndose por la vía respiratoria o de forma oral-fecal. La mayoría de las infecciones eran silentes, pero en un 1% de los casos, el virus provocaba graves daños en las neuronas motoras del sistema nervioso central, provocando debilidad muscular y una parálisis flácida característica. 

En el año 2002, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró Europa zona libre de polio, considerando la efectividad de las campañas de inmunización; el último caso patológico en nuestro entorno fue declarado en 1998 en Turquía. 

A nivel mundial, esta enfermedad se concentra ahora en zonas extremadamente pobres y marginadas. Si las vacunas llegasen a esos niños, en un futuro no muy lejano la polio podría erradicarse definitivamente de nuestro planeta. Siempre que una población esté plenamente inmunizada, sus miembros tendrán protección tanto frente a los virus de la polio salvajes como a los vacunales. 

Desde el año 2000, atendiendo a los datos de la propia OMS, alrededor de 2500 millones de niños han recibido más de 10000 millones de dosis. Así se han evitado más de 8.5 millones de casos de esta enfermedad. Un auténtico éxito sanitario. Pero, ¿dónde nos encontramos actualmente? 

Según la prestigiosa revista The Lancet, el pasado 17 de octubre fueron recibidos en la OMS informes que alertaban sobre varios casos de parálisis flácida en Siria. Los primeros análisis revelaron al menos dos casos sospechosos de polio, los primeros en aquel país durante los últimos 14 años. Siria tiene la consideración de zona de alto riesgo para esta patología. El conflicto bélico y los daños provocados en las infraestructuras sanitarias influirán en la posible propagación de esta enfermedad (y de alguna que otra más). 

Otro dato preocupante: parece ser que en Pakistán, los talibanes intentan boicotear las campañas de vacunación, llegando incluso a atacar al personal sanitario encargado de ello. Estos integristas están firmemente convencidos de que estas vacunas están destinadas a conseguir la esterilidad de los musulmanes. ¿Pronto estaremos de vuelta al medievo y a la época de las plagas?



20 octubre 2013

EL LAZO ROSA


En televisión. En Facebook. En Twitter. En las fotos de los perfiles telefónicos de WhatsApp. Estos días hemos tenido profusión del color rosa, especialmente en forma de lazos. Por lo detectado en mi entorno, el compromiso ha sido mayoritariamente femenino. 

En los países desarrollados, representa el tumor maligno que con mayor frecuencia afecta a las mujeres, aproximadamente el 30% de todos los cánceres en ellas diagnosticados. En nuestro país, su tasa de incidencia se sitúa en torno al  80 por 100000. Anualmente, 8 de cada 10000 españolas están en riesgo de padecer un cáncer de mama. Respecto al número de fallecimientos, en este aspecto España ocupa afortunadamente el último lugar en las tablas europeas ajustadas por mortalidad; aun así, la traducción real de estos datos y cifras se me antoja elevada: 18 de cada 10000 mujeres pierden la vida cada año por culpa de esta enfermedad. En Galicia, esta tasa es ligeramente inferior a la del resto del país. No nos sirve de consuelo.

Indudablemente, detrás de este supuesto éxito nacional en las listas de mortalidad continental, las campañas de detección precoz desempeñan un papel fundamental en el control de esta patología. Permiten detectar este tipo de tumores en etapas iniciales de la enfermedad. Con el tratamiento adecuado, la supervivencia se incrementa de manera considerable. En España y en Galicia, resulta muy llamativo el descenso de la mortalidad obtenido en las últimas décadas, especialmente durante el período abarcado entre 1992 y 2008.


Está demostrado que la prueba diagnóstica más eficaz para detectar un cáncer de mama que todavía no haya dado síntomas es la mamografía. Y su eficacia para reducir la mortalidad es tanto mayor si se realiza en el grupo de mujeres con edades comprendidas entre los 50 y los 69 años. Siguiendo las recomendaciones internacionales al respecto, todas las comunidades autonómicas han puesto en marcha programas de detección precoz del cáncer de mama. 

Con esta finalidad, la primera unidad de exploración mamográfica en Galicia data de 1992, contando entonces con la colaboración de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). En 1998, apenas 6 años después, este programa se había extendido abarcando al 100% de la población diana. El papel de los médicos de atención primaria promocionando que las mujeres sigan participando en esta actividad preventiva resulta fundamental, porque la supervivencia de las pacientes con cáncer de mama así detectado es superior a la de aquellas otras cuyo diagnóstico fue incidental.

18 octubre 2013

EL AROMA DEL LIMONERO




"Rama de limón"
Robbin Gourley

Jaula de carne y hueso,
dominante matriz,
anticiparon sus dedos delgados
aquella derrota apresada,
de mi siempre sumisa cerviz.

Ocurrió entonces cuando,
tras un silente paso fugaz,
permaneció oscilante
en sus manos
el tibio perfume esbozado,
la perturbada rama del limonero,
vespertino viento solaz,
apenas pujante, plateado.



14 octubre 2013

BAJÓN DE AZUCAR


Sostiene Aloysius que, en mayor o menor medida, todos tenemos bajones de azúcar, días sombríos en los que nuestro ánimo se adelgaza tanto que cualquier brisa de mal viento se lo lleva volando lejos, muy lejos. En esos momentos, una cálida sonrisa, una frase amable, una canción favorita, se convierten en el azucarillo necesario para recuperar el tono afectivo. No vamos a hablar de estos dulces desplomes.

En los diabéticos, los bajones de azúcar se llaman hipoglucemias. Se trata del efecto adverso más frecuente en el tratamiento de esta enfermedad. Hasta hace relativamente poco tiempo, desconocíamos los efectos potencialmente mortales de esta adversidad. Fue cobrando fuerza una leyenda urbana que desmitificaba la importancia de las hipoglucemias, quizás porque la mayoría de estos incidentes tratados por los propios pacientes eran calificados, por ellos mismos, de importancia leve. Quizás los médicos pensábamos que sólo aquellos episodios hipoglucémicos subsidiarios de tratamiento externo para su recuperación eran los verdaderamente importantes y peligrosos para la salud. 

En el año 2007, fueron publicados los resultados de un amplio estudio llevado a cabo en el Reino Unido con pacientes afectados de diabetes tipo 2, el tipo que debuta en la edad adulta y que normalmente precisa fármacos antidiabéticos orales, pero tratados en todos aquellos casos con insulina. El U.K. Hypoglycemia Study Group demostró que la hipoglucemia grave en este tipo de pacientes era un problema habitual, y que se hacía más frecuente cuanto más tiempo llevase el paciente pinchándose con insulina. Al loro, pues, con los bajones de azúcar.

Desde los años 60, en los diabéticos tipo I, cuya enfermedad se inicia en la infancia y que precisan desde entonces del tratamiento con insulina, se planteó la posibilidad de que la hipoglucemia estuviera implicada en episodios de muerte súbita. Esta circunstancia llegó a denominarse “síndrome de muerte en la cama”. 

Un estudio de autopsias realizado en Australia en 2008, reveló que la muerte súbita inesperada era 4 veces más frecuente en diabéticos tipo I que en una población comparable de no diabéticos. A muchos de estos fallecidos la muerte les sorprendió delante de su propia cama sin deshacer.


Investigaciones más recientes han alertado que tratamientos de la diabetes tipo 2 demasiado agresivos pueden resultar contraproducentes. 

Incluso ha llegado a imputarse a la hipoglucemia una incremento en la mortalidad cardiovascular de los diabéticos tipo 2 tratados con insulina. Cada vez que se produce una hipoglucemia en un ser humano adulto, su gasto cardíaco se incrementa en gran medida, aunque sea de manera transitoria. Si el sujeto en cuestión en un paciente mayor, diabético, y con sus arterias coronarias afectadas, las consecuencias pueden ser muy peligrosas. 

Son muchos los trabajos que han reconocido en la actualidad a las hipoglucemias, los temibles bajones de azúcar, la categoría de nuevo factor de aterosclerosis y riesgo cardiovascular, obligándonos a ambos, médicos y pacientes, a prestarle mucha más atención a estos episodios para nada banales e inconsistentes.

06 octubre 2013

TRATANDO DE COMUNICAR



Sostiene Aloysius que durante su etapa de estudiante universitario nadie se molestó en enseñarle lo más mínimo en materia de comunicación, permitiendo una capacitación postgraduada para la adecuada transmisión de informaciones y sentimientos a las personas que quisieran escucharle, leerle o entenderle. Y es que acabo de regalarle un breviario sobre la comunicación no verbal. Espero que separa sacarle partido en su labor cotidiana de promocionar la salud y batallar contra la enfermedad. 

En líneas generales ¿sabemos interpretar los gestos de los pacientes que acuden a nuestras consultas?; ¿nos atrevemos a profundizar en ese espinoso terreno que se extiende allende las palabras? Después de su lectura, acabo de entender que no es lo mismo la mímica, comunicación no verbal voluntaria y discontinua, que la kynesia, otro tipo de comunicación no verbal, pero esta vez involuntaria, continua. 

Un paciente considera que quizás lleva ya demasiado tiempo esperando en la sala de espera del centro de especialidades para realizarse una radiografía. Ha pedido permiso en su trabajo y cuenta con apenas media hora. Su jefe de personal es tremendamente estricto. Justo enfrente de él, se sienta una madre con su hijo, aguardando turno. Ambos intercambian una fugaz mirada. Sin mediar palabra, el hombre se remanga la camisa, muestra el reloj a su interlocutora, infla los carrillos y deja escapar un sonoro soplido. Ella, se encoge de hombros, mientras acaricia la cabeza del pequeño. Señoras y señores: esto es mímica. La transmisión del mensaje no verbal ha sido, en todo momento, voluntaria. 

Días más tarde, nuestro paciente en cuestión solicita un nuevo permiso laboral. Ahora debe acudir a la consulta del médico de familia para conocer el resultado de su radiografía. El médico le pide que tome asiento. Mientras teclea en el ordenador buscando el informe radiológico, observa por el rabillo del ojo cómo el paciente se mueve incómodo en su asiento, mirando insistentemente su reloj de pulsera. Esta gestualidad ha sido realizada de manera totalmente inconsciente, por supuesto, sin emplear la cantidad de energía desplegada días atrás en la sala de espera de radiología.


Dicen los expertos que la kynesia es mucho más importante que la mímica, precisamente por la sutilidad de un mensaje que alguien nos está enviando de manera totalmente involuntaria. Este tipo de transmisión es capaz de contradecir incluso lo que una misma persona nos está contando por su propia boca. Y, curiosamente, sólo un tercio de lo que comunicamos a diario lo hacemos verbalmente. Las otras dos terceras partes restantes son comunicación no verbal kynésica. Como no podía ser menos, este tipo de mensajes deberán ser interpretados siempre dentro de un marco social y cultural determinado, de la misma manera que una frase o una palabra significan lo mismo o lo contrario según el contexto en que sean pronunciadas o escritas. 

Ojo con los ojos. Ya lo decía la canción: “ollos verdes son traidores e azules mentireiros; os negros e acastañados son firmes e verdadeiros” En este caso, no es cuestión de colores, sino de pupilas, que se dilatan hasta cuatro veces cuando alguien se entusiasma, , o se contraen cuando alguien se enfada, involuntariamente.

28 septiembre 2013

MI CASA ESTÁ ENFERMA



Buenos días, doctor: mi casa está enferma; ¿qué puedo hacer por ella? Esta frase no pertenece a ningún guión cinematográfico o teatral. No es una ocurrencia de Woody Allen ni de los hermanos Coen. 

Y es que si la morada que ocupamos ha sido edificada sobre una bolsa de gas radón estamos apañados. Los neumólogos ourensanos nos lo advertían en una de sus últimas reuniones científicas. La relación de este elemento radiactivo con el cáncer de pulmón ha sido ampliamente contrastada. Sin alcanzar el dramatismo de esta enfermedad, sostiene Aloysius que algo similar ocurre cuando nuestra casa se alza sobre una corriente de agua subterránea. Y no precisamente por el riesgo de un derrumbe, sino por la radiación así acumulada. Lo mismo ocurre con las construcciones sobre fallas tectónicas y geológicas. Determinadas radiaciones y alteraciones electromagnéticas de las fuentes naturales podrían justificar síntomas como la cefalea y fatiga crónicas, variadas dolencias de tipo muscular e incluso problemas respiratorios.

Los materiales de construcción, desde una humilde teja hasta la más sofisticada y moderna pintura de interiores, deben garantizar en su composición la ausencia de elementos nocivos para la salud de los futuros habitantes de la vivienda. El empleo de elementos naturales y ecológicos (piedra, madera, fibras vegetales, ladrillos cerámicos…) ha de primar sobre plásticos, superficies lacadas, PVC, hormigón armado con mucho hierro o aditivos químicos sintéticos.

Las urbanizaciones son más habitables cuanto más alejadas se encuentren de las líneas de alta tensión y los transformadores de elevada potencia; de esta sencilla manera se minimizarían los efectos de la contaminación eléctrica. Conozco el caso de una señora que presentaba diversos problemas de salud porque la cabecera de su cama se apoyaba contra una pared por la que discurría una viga metálica, excelente conductora de electromagnetismo. No descartemos que parte del insomnio y del nerviosismo que nos acucian cada noche sean provocados por los elementos que comparten nuestro espacio vital (lámparas, televisores, radios, despertadores y otros dispositivos electrónicos) aun cuando permanezcan en estado latente mientras el astro rey no vuelve a iluminar nuestras ventanas.

La tradición arquitectónica, acumulada durante el transcurrir de los siglos, es buena conocedora las ventajas de una correcta orientación solar. Las construcciones en los países fríos disponen de amplios ventanales para aprovecha mejor la iluminación natural, además de los elementos aislantes necesarios para  conservar un ambiente cálido y confortable. 

La presencia de vegetación también tiene su importancia. La propia NASA ha demostrado el efecto purificador de las plantas de interior, capaces de eliminar en pocas horas más del 80% de algunas sustancias tóxicas ambientales, como el benceno y el tricloroetileno. 

Y es que nuestra casa es mucho más que cuatro muros y un techo. Ya lo cantaba el veterano y romántico Gino Paoli: “cuando estás conmigo, esta habitación no tiene paredes, sino árboles, árboles infinitos”.

23 septiembre 2013

LA GENOMICA Y EL PANADERO



Si fuera posible, que no lo es, me hubiera gustado conocer la opinión de Marco Virgilio Eurysaces sobre la utilidad que para su trabajo de panadero le hubieran supuesto los conocimientos actuales sobre la genómica del trigo y de otros cereales comestibles. 

Puestos a imaginar, como sabiamente nos recomendaba Don Álvaro Cunqueiro cuando afirmaba que “la verdad no es suficiente”, me gustaría poder probar hoy un pan horneado en la Ciudad de las Siete Colinas, elaborado con el mejor trigo recolectado en los confines del Imperio Romano, convenientemente triturado en los viejos molinos de la confluencia de Requeixo, Deorelle y Queixa, regatos que nutren el caudal del Río Navea. Por algo sostenía Cunqueiro que “una lengua es buena cuando sabe a pan… cuando sabe a pan fresco”.

Transcurridos 22 siglos desde el entierro del celebre panadero romano junto a su esposa Atistia, muy cerca de la Porta Maggiore de Roma, por encargo de un moderno Eurysaces nacido en Chandrexa de Queixa, yo, un humilde médico de familia, me atrevo a dirigirme a ustedes para hablarles de genómica. Espero su indulgencia perdonando semejante atrevimiento.

El pasado 25 de julio conmemoramos el nacimiento de Rosalind Franklin; si hoy viviera tendría 93 años. Esta biofísica y cristalógrafa inglesa, con su famosa Fotografía 51, contribuyó al descubrimiento de la estructura doble helicoidal del ADN, el código que contiene las instrucciones genéticas necesarias para el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos y de algunos virus, el responsable último de la transmisión hereditaria. La historia posterior es conocida para todos, desde el Nobel concedido a Watson, Crick y Wilkins en 1962, hasta la secuenciación del ADN y el Proyecto Genoma Humano.

Según la genética clásica, la de las Leyes de Mendel, la mosca del vinagre, las herencias dominantes y recesivas, la de las mutaciones y la herencia ligada al sexo, durante décadas los médicos han tratado de estudiar los trastornos genéticos según su fenotipo, es decir, según sus rasgos físicos y conductuales expresados en un ambiente determinado; en la mayoría de las ocasiones estaríamos hablando de mutaciones, y estaríamos intentando descubrir los genes responsables de cada patología.

La genómica supone un avance crucial, pues trata de predecir el funcionamiento de los genes a partir de su secuencia o sus interacciones con otros genes. En cierta manera, la genómica intenta realizar una interpretación más global, incluso holística, apartándose del reduccionismo propio de otras ramas de la investigación biológica.
Como suele ocurrir siempre que la ciencia da un paso de gigante hacia delante, la genómica hubiera sido imposible sin los avances de otras disciplinas como la estadística y la informática.

Aunque actualmente se conocen más de 6000 enfermedades hereditarias monogénicas o mendelianas, como por ejemplo la hemofilia A, la fibrosis quística o la anemia falciforme, la mayoría de las enfermedades hereditarias que nos afectan son poligénicas, es decir, producidas por la interacción de distintos genes y el ambiente, como por ejemplo la hipertensión arterial, la diabetes, la esquizofrenia, la enfermedad de Alzheimer o el asma.

Por otra parte, la genómica también puede explicar por qué el mismo fármaco puede causar efectos completamente diferentes en dos individuos. La farmacogenómica será capaz de conseguir fármacos efectivos para cada enfermedad concreta, sin provocar efectos secundarios indeseables. Nada de esto será sencillo. Recientemente se ha descubierto que la mayor parte de las variaciones hereditarias asociadas a determinadas enfermedades (o al riesgo de contraerlas), se encuentran en los desiertos genómicos que algunos científicos se aventuraron a denominar “ADN basura”, y que hasta ahora nadie sabía como interpretar. Esta especie de materia oscura del genoma humano (un 98.5% de su totalidad) es el objetivo del programa ENCODE, en el que se han embarcado 400 científicos de todo el mundo.

Se abre ante nuestra asombrada mirada un futuro excepcional. El conocimiento completo de las secuencias genómicas permitirá avances hoy en día solamente soñados. Pero, como otros utensilios y técnicas al servicio del ser humano, cuenta con ventajas e inconvenientes: un cuchillo sirve tanto para cortar en rodajas los panes de Eurysaces como para herir a nuestros semejantes. Porque, al fin y al cabo, los médicos que nos sobrevendrán deberán seguir enfrentándose a las patologías provocadas por los genes, los panes… y los cuchillos.

21 septiembre 2013

PATOLOGÍA FICCIÓN



Repasando el buzón de mi correo electrónico, ese misterioso espacio virtual que a nada que me despiste enseguida se colma de ingente cantidad informativa, me topé con una reseña del blog “Primun Non Nocere” en la que su autor nos proponía la elección de un día de septiembre para dedicarlo a la Jornada Mundial de las Enfermedades Inventadas. 

Sostiene al respecto el avinagrado Aloysius la bipolaridad de la sociedad moderna occidental que, por un lado parece desvivirse en la consecución de la eterna juventud y la salud permanente, sin escatimar esfuerzos para ello, y por otro, se mantiene empeñada en descubrir una nueva enfermedad cada día, como si no fueran suficientes los males que causan tremendos dolor y mortandad a toda la humanidad. Por ejemplo, si nos referimos a los virus que afectan a los mamíferos, los expertos estiman que podrían existir al menos 320000 esperando su descubrimiento. Con que sólo el 1% de los mismos sea capaz de provocar enfermedades en los seres humanos, echen ustedes la cuenta y verán lo que nos espera.

Una de las enfermedades ficticias más criticadas es, por supuesto, el llamado síndrome post-vacacional, del que alguno de nuestros prójimos afirma no haberse recuperado todavía. Se denomina síndrome porque abarca un conjunto de varios síntomas: desde el malestar general a la tristeza, desde la astenia y la fatiga hasta la incapacidad para concentrarse. A pesar de que esta entidad patológica no cuenta con el reconocimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), algunos se empeñan en dotarlo de un verdadera entidad patológica. Y donde hay un trastorno, probablemente haya también un remedio, un tratamiento, o varios, y seguramente algún avispado saque suculenta tajada del síndrome o del síntoma en general. 

Si no me creen, enciendan ustedes la televisión o la radio, o naveguen un ratito por la red de redes: Podrán constatar cómo se promocionan sin pudor milagrosas dietas, ungüentos, pulseras imantadas, plantillas para el calzado y hasta complejos y coloridos multivitamínicos personalizados capaces de cambiar unas moneditas por dosis crecientes de bienestar y felicidad. 

Y ¿qué decir de la banalización de la lucha contra el colesterol? Todavía hay quien cree a pies juntillas en las bondades de un pequeño comprimido que le permita seguir comiendo igual de mal que siempre a cambio de unos ajustes en las fracciones buenas y malas del colesterol en su sangre.


El otro día me comentaba un amigo que haríamos mejor en cuidar y mejorar nuestro planeta antes que embarcarnos en locas aventuras siderales para conquistar otros mundos y otros satélites. Quizás tenga razón. Algo similar opinaría él mismo respecto a los esfuerzos dedicados por los sistemas sanitarios para mantener a raya las patologías que todavía hoy continúan azotando a gran parte de la humanidad (cáncer, lesiones cardiovasculares y enfermedades infecciosas) más que en perder nuestro valioso tiempo en la procura de una amplia gama de patología ficción. Al fin y al cabo, ya conocen aquella máxima de los clásicos afirmando que los pacientes se curan, a pesar de los médicos.


14 septiembre 2013

17 SISTEMAS




Mientras repasaba con Aloysius la historia reciente de la antigua Yugoslavia, tratando de entender cómo determinadas desigualdades económicas y sociales influyen en la desintegración de las naciones, cayó en mis manos el último ejemplar de “Diario Médico”. 

Centré mi atención en un artículo que chequea la actual sanidad autonómica española, realizado a partir de datos correspondientes a 2011, los últimos disponibles aportados por nuestro Ministerio de Sanidad. Según dicha información, la esperanza de vida al nacer disminuyó en nuestro país ligeramente respecto al año anterior. Disculpen mi insistencia, pero las cifras y porcentajes corresponden a 2011, no a 2013. Así está reflejado, descartando la supuesta influencia de ciertos factores a los que algunos políticos, interesadamente, imputan ese ligerísimo descenso del parámetro (de 82.22 a 82.1 años) Curiosamente, corresponde a Madrid la mayor esperanza de vida, 83.6 años de media, mientras la peor se sitúa en Andalucía, con una media de apenas 80.7 años. 

Y empleamos “apenas” porque comparando con las estadísticas del Banco Mundial nos preocupamos por los 47 años de Afganistán y los 50 del Chad, frente a los 79 de Estados Unidos, 80 de Dinamarca, Bélgica y Finlandia, 81 años de Alemania, Austria, Portugal y Grecia, o los 83 del longevo Japón. En Galicia, alcanzamos una esperanza de vida media al nacer de 81.9 años, que tampoco está nada mal. 

Hay quien defiende que los padres de la Constitución Española, cuando diseñaron y consolidaron su proyecto autonómico, no pensaron en 17 comunidades autonómicas, varias de ellas uniprovinciales, con la duplicidad e ineficacia administrativa que este sistema quizás representa en demasiadas ocasiones. Repasando los datos sanitarios, contemplamos como existen diferencias indeseables, lo que en nuestra modesta opinión podría cuestionar este modelo de gestión.

Además, así parecen percibirlo también los ciudadanos. En 2011, un 24.7 de la población española valoraba de forma negativa su estado de salud. En 2009, este porcentaje ascendía al 30%, por lo que, en líneas generales, estaríamos mejorando. Pero, si nos centramos ahora en las diferentes autonomías, el 31% de los canarios y los gallegos se quejaba de su mal estado de salud general, frente a tan sólo el 19% de los navarros. La evolución de otros indicadores de salud también resulta curiosa, como por ejemplo el porcentaje de fumadores. Globalmente, en España cada vez hay menos fumadores, apenas el 20% en Galicia frente al 27% de Madrid y Andalucía, curiosamente las comunidades con la mayor y menor esperanza de vida. 

Otro tanto ocurre con los porcentajes de sobrepeso, en descenso a nivel nacional, pero que oscilan entre el 34% de los madrileños, pasando por el 40% de los gallegos, hasta el 42% de los cántabros, o con el porcentaje de mujeres que refieren haberse hecho una mamografía, 66% en Andalucía, 83.2% en Galicia y 88.7% de Navarra. 

Andalucía se lleva la cuchara de madera en varios apartados, destacando su gasto público más bajo y su peor ratio de médicos. Galicia, junto a Aragón y Navarra despunta en la aplicación de recursos tecnológicos sanitarios. Para finalizar, considerando la satisfacción por la atención recibida, a nivel general los españoles se muestran mayoritariamente satisfechos: un 87% de la atención primaria y un 83% de la especializada. Habrá que seguir trabajando, mucho más en unir y confluir que en separar y disentir. Disponemos de mecanismos y herramientas útiles; lo que queda es aplicarlas.