Existe una escena en la última
película de Pedro Almodóvar en la que el protagonista, un prestigioso cirujano
encarnado por Antonio Banderas, se detiene ante una mesa sobre la que reposa un
ejemplar original de “The Selfish Gene”, de Richard Dawkins. Desconozco si se
trató de una casualidad o si la presencia de este libro en “La piel que habito”
fue intencionada.
Publicado en 1976, “El gen
egoísta” representó una revolución en la teoría de la evolución al considerar
ésta desde el punto de vista genético, abandonando perspectivas personales o
raciales. Para entendernos, y de manera extremadamente sucinta, los organismos
somos meros vehículos de supervivencia para los genes.
Siguiendo aquella máxima de Mark
Twain, un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfe, desde
entonces los planteamientos de Hawkins han captado adeptos y provocado las
críticas de sus desafectos.
Dándole una vuelta de tuerca,
hay quien se pregunta si el determinismo genético es capaz de explicar el
egoísmo humano. Varios han sido los investigadores al respecto.
Por ejemplo, Jessica
Sommerville, profesora asociada de Psicología de la Universidad de Washington,
defiende que los niños adquieren el sentido de la justicia y del altruismo a
los 15 meses, antes de lo que hasta ahora se pensaba.
En el Instituto Max Planck de
Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) realizaron estudios con niños de
18 meses obteniendo resultados similares. Los bebés del ensayo ayudaron a los
adultos espontáneamente y un 84% de ellos lo hicieron apenas transcurridos 10 segundos después de la
demanda visual de ayuda. ¡Nada de palabras!.
En 2007, el equipo de Ariel
Knafo, del departamento de Psicología de la Universidad Hebrea de Jerusalén,
demostró que la generosidad tiene una base genética. Comprobaron que los
voluntarios poseedores de variantes en el gen AVPR1 eran más desprendidos y
altruistas.
Hay quién se pregunta si la
genética de la generosidad representa una salvaguarda para nuestra supervivencia.
En este aspecto, la naturaleza se empeña en demostrar que los seres vivos
capaces de convivir en grupo presentan claras ventajas respecto a los
solitarios.
Pero, el altruismo y la
cooperación también se imitan, y los comportamientos egoístas están claramente
influenciados por la cultura y la sociedad. Ya lo decía Jean Cocteau: un egoísta
es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de
ganas de hablarle de ti…