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16 febrero 2015

DOULAS


En la introducción de su libro “La cadera de Eva” (2005), el Dr. José Enrique Campillo, catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura, define como características exclusivas de la especie humana: (1) la receptividad sexual constante y la ocultación de la fertilidad femeninas, (2) la posición ventral para la cópula, (3) el orgasmo femenino, (4) la menstruación, (5) el parto, generalmente complicado, que suele precisar la ayuda de otras personas, convirtiendo así este acontecimiento en un acto social, (6) las crías prematuras, que no pueden valerse por sí mismas hasta aproximadamente  los 5 años de edad, y (7) la menopausia, que conlleva el fin de la actividad reproductiva décadas antes de la muerte, con la consiguiente aparición de la figura de la abuela. 

El Profesor Campillo, al que tuve el placer de conocer personalmente cuando visitó Ourense para presentar otro magnífico libro suyo, “El mono obeso”, nos plantea una hipótesis sencilla pero muy innovadora: el papel esencial del sexo femenino en la evolución de la especie humana. Durante millones de años, esa serie de cambios drásticos producidos en la anatomía femenina posibilitaron la adaptación a nuevas circunstancias ambientales y cambios ecológicos, de manera que los antecesores de los humanos actuales pudieron abandonar la vida en los grandes bosques para aventurarse en un más que incierto futuro de supervivencia en las sabanas.

A propósito de embarazos, partos y puerperios, estos días de carnaval ha adquirido mayor intensidad el debate entre el Consejo General de Colegios Oficiales de  Enfermería de España y diversas asociaciones de doulas. Con esta palabra de etimología griega, se definía a las sirvientas esclavas más importantes en el mundo heleno antiguo. Estas mujeres probablemente se encargaban de ayudar a sus amas en la crianza de la prole. 

Las modernas doulas intentan encuadrar su labor en el acompañamiento y consejo de aquellas mujeres que deciden ser madres, durante las etapas de embarazo, parto y puerperio. En Internet proliferan los blogs y las páginas especializadas al respecto, algunas con las tarifas correspondientes a este tipo de servicios, convertido ahora en lucrativo negocio, incluyendo servicios de comadrona y atención del nacimiento a domicilio. 

Nos referíamos anteriormente al Dr. Campillo cuando el catedrático extremeño comentaba la naturaleza social del parto. A lo largo de la historia de la humanidad, inclusive en la actualidad, millones de mujeres han traído al mundo a sus hijos en la soledad más absoluta.

Sin duda alguna, parteras y comadronas primero, y más tarde la necesaria atención sanitaria profesional y de calidad aportada por médicos (especialistas en Obstetricia y Ginecología, pediatras neonatólogos) y enfermeras (matronas), ha contribuido a reducir drásticamente la mortalidad materno – infantil allí donde dichos servicios se encuentran perfectamente estructurados y organizados en los ámbitos de la atención primaria y hospitalaria. 

Y no debemos olvidar, por ser de justicia, la formación académica y profesional de las matronas actuales, frente a otras opciones que, en bastantes ocasiones, han llegado a proponer a las puérperas el consumo de sus propias placentas.

09 febrero 2015

SALUD Y PERSONAS MAYORES


El último número de la prestigiosa revista “The Lancet”, cuya referencia ha sido mencionada en estas páginas en varias ocasiones anteriores, presenta ciertas valiosas aportaciones sobre la salud de las personas mayores. La primera de ellas, firmada por un grupo de expertos de la OMS, confirma algo que venimos observando desde los años 80 del pasado siglo XX. 

En los países desarrollados, la esperanza de vida a los 60 años se ha incrementado en mujeres y hombres. En el sexo masculino, estos datos positivos se apoyan en el descenso del número de fumadores y en el mayor control de las enfermedades cardiovasculares, fundamento común compartido con el sexo femenino. Resumiendo: menos tabaco, mejor alimentación, práctica de ejercicio físico y mejor diagnóstico y tratamiento de la hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia. 

Sin embargo, este fenómeno no se constató en los varones habitantes de América Latina, el Caribe, los países menos desarrollados de Europa ni en Asia Central, ni tampoco en el global de las ciudadanas de los países con menos ingresos económicos. Una evidencia más, y ya van unas cuantas, de que en la preservación de la salud y en la lucha contra la enfermedad de momento resulta más importante el código postal que el genético.

En segundo lugar, aunque la senectud no tiene por qué ir indefectiblemente de la mano de la enfermedad, sí es cierto que el 23% de la carga mundial por enfermedades corresponde a las personas mayores de 60 años. A esto contribuyen, en primer lugar, las enfermedades cardiovasculares, seguidas por el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas, las enfermedades del aparato locomotor, como por ejemplo la artrosis, y los trastornos neurológicos y mentales, como por ejemplo las demencias. 

Una vez más, los expertos internacionales insisten en la prevención primaria de todas estas patologías, especialmente durante las etapas más precoces de la vida, una responsabilidad éste tanto individual como colectiva. Debemos seguir mejorando en materia de política sanitaria, pues una buena gestión se basa precisamente en abandonar las prioridades equivocadas en salud mental, en no discriminar a la población según su sexo y edad, en preparar los sistemas de salud para atender las enfermedades crónicas, así como en integrar la atención en modelos socio-sanitarios capaces de responder a la demanda de una población cada vez más mayor y afectada por patologías múltiples. 

El coste social y económico provocado por demencias, accidentes cerebrovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y deficiencias visuales surge más de la propia discapacidad que de la mortalidad.

En una provincia como Ourense, que destaca por encontrarse entre las más envejecidas de España, incluso de Europa y del planeta, está claro que las medidas de política sanitaria deberán enfocarse cada día más en la prevención de la enfermedad, desde edades infantiles y juveniles, y en la mayor atención a un nada desdeñable grupo de nuestra población en riesgo de padecer discapacidad y pluripatologías. Conocemos perfectamente de qué nos enfermamos y por qué morimos. Pues entonces, manos a la obra.