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17 agosto 2006

INCONTINENCIA

Podríamos debatir largo y tendido sobre el término incontinencia; si consultamos los diccionarios nos encontraremos con amplias definiciones que oscilan entre la lógica ausencia de continencia (por ejemplo verbal, tan típica de Aloysius), hasta cierta circunstancia de la persona que no puede reprimir sus deseos y pasiones. Dentro de este segundo dictamen tendría perfecta cabida el caso de Cleto Ruiz Díaz, el Tigre de Corrientes, obligado a litigar contra la administración sanitaria argentina porque le deniegan una y otra vez una a todas luces muy necesaria intervención de vasectomía. Este dilema persiste a pesar de que este incontinente sexual elevado al cubo ha procreado 37 vástagos a la esperanzadora edad de 44 años.

Pero la palabra incontinencia también puede referirse a la enfermedad provocada por el déficit en la retención de la orina (incontinencia urinaria). Este trastorno afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, debido fundamentalemente a particulares circunstancias de la vida femenina que actúan acentuando esta especial vulnerabilidad: el embarazo, el parto y la menopausia. La causa fundamental de la incontinencia de orina es la debilidad de la musculatura del suelo pélvico. Además, un porcentaje no desdeñable de estos casos (alrededor del 17%) se encuentra relacionado con una debilidad muscular de tipo hereditario.

Los expertos estiman que alrededor de 2 millones de mujeres españolas refieren problemas de incontinencia urinaria. Nuestras paisanas se ven atormentadas por incómodos escapes líquidos en circunstancias cotidianas tan banales como toser, estornudar, reir, bailar, hacer ejercicio, andar o simplemente ponerse de pie.

La mayoría de ellas no lo consulta por vergüenza o por miedo a la cirugía. Recordemos aquí una vez más al agudo Baltasar Gracián, afirmando que hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos. Otras féminas además son presa de la desesperación al pensar que su problema no tiene solución. Datos referentes al estudio NOBLE, realizado en los Estados Unidos, revelan que más del 50% de los afectados por incontinencia no habían acudido nunca al médico, a pesar de algunos de ellos estuvieran utilizando ya absorbentes urinarios.

A medida de que las mujeres van cumpliendo años, sobre todo al superar la menopausia, la incontinencia urinaria puede hacerse más prevalente. Hace poco tiempo escuché a un colega ginecólogo comentar acertadamente que podríamos sospechar si una señora mayor padece este trastorno observando simplemente el tamaño de su bolso.

Es obligación del médico de cabecera interrogar sobre los posibles síntomas de incontinencia a todas nuestras pacientes. Suena a perogrullada, pero resulta muy adecuada aquella máxima atribuída al escritor francés Georges Duhamel: cuando se quiere saber una cosa, lo mejor que se puede hacer es preguntarla. No debemos olvidar luchar contras las barreras del sonrojo, de la ignorancia y de la desconfianza que cercan con demasiada frecuencia todo aquello referente a nuestra geografía genital y sexual. No olvidemos que ni todos los pacientes tienen la misma vivencia de su trastorno, ni todas las incontinencias urinarias son iguales.
Para tratar correctamente a estas pacientes, el facultativo debe en primer lugar conocer si está ante un caso típico de incontinencia de esfuerzo (escapes de orina al hacer ejercicio, por ejemplo) o más bien ante un descontrol debido a una vejiga hiperactiva, que a veces provoca un deterioro aún mayor de la calidad de vida de la paciente. La urgencia miccional y la incapacidad de llegar a tiempo para orinar obligan a la afectada a vestir ropas oscuras ocultadoras de manchas, a llevar pañales o a vivir inmersa en zonas de seguridad que nunca se alejen demasiado de un servicio público urinario. No lo duden: si se les escapa el pis, consulten con su médico. Seguro que les ayuda.

10 agosto 2006

LA LUNA Y LAS HOGUERAS


FOTO DE LA LUNA SOBRE LENGUAS DE FUEGO.
AUTOR: JOSÉ JOAQUÍN MORENO (C)
Escribía Cesare Pavese algo sobre la luna y las hogueras. Mientras leo su novela, arrecia el olor a chamusquina en esta Galicia nuestra que ha quedado convertida de repente en una terrible gran queimada. Nuestros gobernantes ponen cara de póker. Entre tanto, los paisanos gallegos se convierten en los héroes anónimos de esta desigual batalla contra el fuego. Benditos sean.

En plena vorágine incendiaria, La Región se hacía eco hace unos días de una información ciertamente sorprendente: las preferencias laborales del 95% de nuestros niños nada tienen que ver con la profesión de sus padres.

A la cabeza de las predilecciones masculinas figura, como no, el trabajo de futbolista. De futbolista millonario, añadiría yo, porque nadie piensa en arrastrar sus patas por otras canchas que no sean el Santiago Bernabeu o el Nou Camp. En la cara de la moneda se sitúan nuestras féminas, que prefieren la más loable profesión de profesora, a pesar de cómo se las gastan hoy en día los alumnos en nuestras aulas patrias.

Muy poquitos quieren ser médicos, y menos todavía, bomberos. Todo ello a pesar de que Aloysius porfíe que una de las profesiones más valorada por la sociedad actual continúe siendo la de médico. Tal vez tenga algo que ver en esta admiración la lucha permanentemente contra el sufrimiento y la enfermedad; el noble oficio de sanador covertido en el paladín de nuestra comunidad. Chamanes, brujos, hechiceros o curanderos, han venido empleando para tratar el mal misteriosas energías espirituales y mágicas. Los médicos, sin embargo, se han apoyado en la razón, en la ciencia y en la evidencia (o por lo menos así debería ser).

Mientras se mantienen en la estratosfera las notas medias necesarias para acceder a las facultades españolas de Medicina, los jóvenes todavía quieren ser médicos. Pero no los hijos de los médicos. Ni tampoco sus nietos. ¿Será porque perciben lo que se cuece a diario en sus vidas familiares?. La respetada figura del galeno tradicional ha sido sustituída por la del médico funcionario. En muchas otras profesiones, las nóminas son más gordas a final de mes, sin que además lleven intrínseca la responsabilidad sobre la vida y el bienestar del prójimo. Además, andan diciendo por ahí que la profesión de médico quema. Ven a la escuela de calor.

Un reciente estudio norteamericano indica que el 45% de los estudiantes de medicina se autodefinen como quemados (burnout), presentando síntomas tan preocupantes como el agotamiento emocional, la despersonalización (tratar a los semejantes como si fueran objetos) y la realización personal seriamente mermada. Por si las moscas habría que estudiar también este fenómeno en España.

Por aquello de consejos vendo, pero para mí no tengo, los facultativos no solemos llevar a la práctica lo siguiente: sabemos que las personas optimistas sufren menos enfermedades y sobreviven más. Al contrario, los pesimistas consumen más medicamentos y frecuentan las consultas médicas con mayor asiduidad. Según el Dr. Flórez Lozano, catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Oviedo, el asma, la artritis, las cefaleas, las úlceras gástricas, los problemas cardíacos y hasta las enfermedades infecciosas afectan más a los individuos propensos al odio, a la rabia, al desprecio, a la ingratitud, a la intolerancia y al resentimiento. Ya saben, la mucha tristeza es muerte lenta. Pero es difícil ser optimista cuando vemos tanta vida arrasada por el fuego a nuestro alrededor.

04 agosto 2006

WHIZZINATOR


Me cuenta enardecido Aloysius que de esta guisa se llama el último grito de la moda en doping. Este trebello se compone de un pene sintético unido a un pequeño depósito (que el deportista tramposo lleva preparado con orina “limpia”). Si por sorpresa le toca control, podrá engañar al comisario haciendo que mea cuando en realidad no mea. Muy pícaro. Como estamos inmersos en un mercado mundial globalizado, el Whizzinator se comercializa en cinco tonos diferentes de piel.

La serpiente de este verano, además del execrable conflicto armado de Oriente medio, nació del huevo depositado por otra gran serpiente multicolor llamada Tour de Francia. Dicen que el ganador de la edición 2006 ha hecho trampa y que de rebote habrá un gallego campeón. Por méritos propios ya lo mereció con creces, pero hubiera sido mejor que Oscar Pereiro se hubiera subido a lo más alto del cajón de manera estrictamente deportiva.

Sabemos que los métodos dopantes son amplios y variados: estimulantes (cafeína, cocaína y anfetaminas), analgésicos (codeína – permitida con justificación médica), betabloqueantes y diuréticos, etc. Pero cuando se destapa un escándalo de este tipo, generalmente se refiere al consumo de determinadas hormonas y sus derivados. Dejando a un lado a la ya famosa eritropoyetina (EPO), se emplean los anabolizantes porque aumentan la masa muscular.

En estos días hemos contemplado unos hechos llamativos: ante la confirmación por parte de la Audiencia Nacional de los 2 años de sanción para el futbolista Gurpegui, el presidente del Atlético de Bilbao desata su ira contra el Secretario de Estado para el Deporte, al que acusa de querer ser ministro a costa de este caso. Recordemos que Gurpequi dio positivo por nandrolona. Los mismo que el céltico Giovanella.

De manera casi inmediata, el velocista Justin Gatlin dió positivo por estanozolol, un esteroide bastante pasado de moda. Tal vez pensó que una carrera de tercera categoría nadie se iba a preocupar de controlar el doping de los atletas. Lo pillaron. Y por mucho que declare su inocencia basándose en la teoría de un complot en su contra, lo pillaron.

Los análisis de orina de Floyd Landis, el ciclista con nombre de masaje de afeitar, acaban de revelarnos que la testosterona que eliminó no era natural, sino sintética. Los modernos laboratorios de control disponen de análisis precisos para discriminar si el origen de esta hormona es endógeno (segregada por el organismo) o exógena. Hace 2 años, en atletismo se redujo de 6 a 4 el coeficiente testosterona / epitestosterona necesario para iniciar una investigación sobre dopaje. Valores naturales bajos de epitestosterona hacen que el coeficiente aumente de manera matemática. Este fenómeno también ocurre con la ingesta de alcohol, porque el etanol interfiere en el metabolismo hepático de la testosterona. Por ello, en un intento desesperado por conservar el maillot amarillo del Tour, los abogados de Landis alegaron que el ciclista norteamericano había ingerido whisky la noche antes del control positivo.
Ya andaba algo mosca Aloysius cuando vio cómo se recuperaba Landis en la etapa 17ª del Tour (disputada entre Saint Jean de Maurienne y Morzine) tras haber sido prácticamente barrido de la carretera el día anterior por la magnífica actuación del campeón de Mos; lo del yanqui o era garrafón o era un anabolizante. Veremos en que queda todo. Como con el cabezazo de Zidane, una vez más pierde el deporte.