Tal vez no quedara satisfecho mi circunspecto Aloysius con las explicaciones que hace una semana le proporcioné sobre el Síndrome de Stendhal, esa patología supuestamente generada por el éxtasis provocado ante la visión de algo magnífico y bello. Haciendo acopio de ánimo ha vuelto a la carga. Para defender sus tesis me ha recordado una película estrenada hace ya 20 años, “Una habitación con vistas”, pequeña maravilla dirigida por James Ivory ambientada en la Florencia de finales del XIX. La obra está basada en una novela homónima de E.M. Foster y recuerdo la felicidad que se generaba en los protagonistas al pasear sus amores por la campiña toscana.
Después de tanto debate, por fin ambos hemos coincidido en los beneficios de andar. Sin pretender ser paternalista, estimo que caminar es un ejercicio que los médicos podemos recomendar a nuestros pacientes (y a nosotros mismos). Sin forzar, cada quien a su ritmo, según su capacidad y sus limitaciones. Los expertos entienden que se trata de un ejercicio completo y además seguro. Para practicarlo tan sólo sería necesario un calzado deportivo adecuado y una ropa cómoda. Los escaparates de las tiendas especializadas están repletos de sugestivas ofertas. Argumentum ad crumenam. Pero, ¿cuánto debemos caminar diariamente? La otra tarde, mientras apretaba en Auriavella un prematuro calor primaveral, Aloysius proponía la mágica cifra de 10000 pasos.
Vayamos por partes. Para solucionar este problema médico – matemático lo más práctico sería adquirir un podómetro, un sencillo aparato que computa los pasos que vamos dando cada día. Pero, aunque son baratos, tampoco serían estríctamente necesarios. Los expertos en la materia han calculado que dependiendo del tamaño de las piernas de cada individuo, normalmente empleamos entre 1100 y 1650 pasos para recorrer un kilómetro. El gasto energético aproximado de esta actividad física supondría alrededor de 65 calorías por kilómetro caminado. En la situación más ventajosa, los 10000 pasos de Aloysius representarían aproximadamente unos 6 kilómetros; en otras palabras, una caminata rápida de una hora. Y de paso, estaríamos quemando alrededor de 400 calorías; el apetito generado respondería a la razón.
Unas puntualizaciones finales. Caminar para adelgazar exige cierta energía, pero el esfuerzo nunca debe resultar fatigoso ni agotador. Deben elegirse entornos agradables, evitando las horas del día en las que el calor es más elevado. También es recomendable el diseño de un plan de ejercicio, comenzando con distancias modestas que se irían incrementando progresivamente, esquivando las molestias y las lesiones musculares. Como colofón, hemos de recordar que el bien viene andando, pero el mal volando.
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