"Recuerdo lo que no quisiera recordar, y en cambio no puedo olvidar lo que quisiera dar al olvido..." MARCO TULIO CICERON. Y todo esto es así porque los dioses no conocen la memoria y los hombres son capaces de convertir el destino en recuerdo...
Extracto de la correspondencia corriente con CRONICUS:
Hoy, por casualidad, me he encontrado un ejemplar de los "Diarios Secretos" de Ludwig Wittgenstein sobre la mesa de estudio de mi hija pequeña... Lo ha sacado en préstamo de la biblioteca de su colegio... Trataré de averiguar por qué lo ha hecho, si fue por obligación (para realizar algún trabajo escolar) o no... Sólo me comentó que su lectura le resultaba complicada y si yo también quería leerlo...
Repasándolo por encima, me he encontrado lo siguiente:
26 de agosto de 1914:"ayer me propuse no ofrecer resistencia, aligerar completamente mi exterior, por así decirlo, para dejar impertubado mi interior..."Y me acordé de Valente, y también de ese combate sin tregua que mantienes contra todos esos prójimos que se empeñan en no considerarte una persona...
26 de noviembre de 1914:"cuando uno tiene la impresión de estar atascado en un problema no debe seguir meditando sobre él, de lo contrario, se queda pegado a él..."
"Oregon State Hospital" de LukeOlsen, en Flickr TM
Este es el estado actual del Hospital Estatal de Oregon, que sirvió como escenario en 1975 para la filmación de "Alguien voló sobre el nido del cuco" (Milos Forman)... La abandonada construcción muy pronto será derruida ...
El pequeño Aaron recibió su último regalo de Navidad mientras se encontraba hospitalizado en la planta de pediatría. Un camión colorado con cuatro grandes ruedas negras y un volquete de color amarillo. No se lo entregó Santa Claus, ni siquiera el Rey Mago Baltasar...
Cuando le dieron el alta, cogió a su padre de la mano, y con una voz sentida y triste le dijo:
- No entiendo como al abuelo le gusta tanto vivir en los hospitales...
"Lying awake in my hospital room Silas Creek Parkway is my only view And the doctor just came by and told me the news I need a second opinion I don't believe that it's true".
Alguien se ha atrevido a mencionar en alto la palabra maldita, la que conjura a todos los demonios capaces de condenar a un estadista al rincón más olvidado del averno político, aquella capaz de hacer perder las elecciones a cualquier osado candidato a gobernante. Su sonido es tan terrible que no me atrevo a pronunciarla.
Ya se está convirtiendo en un aburrido soniquete afirmar que contamos con una de las mejores sanidades públicas del mundo. Se han alzado voces protestando porque consideran que demasiado hace nuestro sistema sanitario con los medios económicos de que dispone. Otros más escépticos, ponen el ejemplo de los Estados Unidos y aseguran que mayor inversión no es sinónimo de mejor atención sanitaria.
El caso es que desde hace un tiempo empezamos a darnos cuenta que el tejido cobertor de la sanidad ha encogido. Si tiramos de él para arriba, para cobijarnos el cuello cuando hace frío, los pies se nos quedan congelados, a la intemperie.
La otra tarde el meticuloso Aloysius asistía a una discusión de cafetería. Un tertuliano, jubilado dependiente de la mutualidad de funcionarios del Estado, defendía el copago en los medicamentos porque a él ya le viene afectando desde hace tiempo. Otro pensionista bramaba contra la injusticia del copago y a favor de la gratuidad, porque para eso llevaba cotizando toda una vida. Un tercero, partidario de terceras vías, se mostraba a favor de un copago ponderado, donde un trabajador activo con una nómina de mil euros mensuales tuviera un mayor descuento a la hora de pagar los medicamentos, mientras que los pensionistas con las más altas pensiones tuvieran que desembolsar algo en cada receta. Ponía el ejemplo de las multas de tráfico, totalmente injustas en su opinión, porque ante idénticos delitos, a un obrero le supone un palo mayor pagar 500 euros que esa misma cantidad a un infractor de rentas elevadas.
Tal vez existan otras soluciones. Disponemos de ciertos medicamentos de uso generalizado que resultan tan baratos que cuesta entender cómo siguen estando financiados por la sanidad pública española. Ponemos un ejemplo: una caja de ibuprofeno conteniendo 40 comprimidos de 600 miligramos tiene en la farmacia un precio de venta al público de apenas 2 euros. Y encima existen muchas marcas con este mismo principio activo no amparadas por las recetas oficiales, es decir, que aquel prójimo que las solicite en la farmacia, las paga a tocateja. Se llaman especialidades OTC y se compran sin receta médica. Algo similar ocurre con el paracetamol.
Insignes expertos han avisado también que la única de manera de contener la excesiva afluencia diaria a las consultas de urgencias por patologías banales sería establecer un copago por acto asistencial. Y es que en España vamos más al médico que en ningún otro país de Europa, porque es gratis…
Para terminar el litigio de los parroquianos, el pendenciero Aloysius echó más leña al fuego lanzando unas llamaradas envenenadas: mientras unos nos preocupamos por el copago sanitario, la Unión Europea planea gastarse 5 millones de euros en Ipads para los diputados, para que se lleven la oficina allá a donde vayan.
No nos quejemos, que nuestro Senado patrio se acaba de gastar 6000 eurazos en intérpretes para que el Presidente de la Generalitat de Catalunya se comunique con sus señorías en catalán, gallego y euskera… Con tanto trabajo ¿se habrán olvidado nuestros próceres de la lengua de Cervantes que a todos nos enseñaron en la escuela?
Algunas veces tenemos la impresión que las campañas preventivas de tráfico se centran más en los efectos del alcohol sobre la conducción olvidando mostrarnos lo que ocurre cuando alguien pretende tomar los mandos de un automóvil (o una moto) habiendo consumido otras drogas.
Popularizados por el canal alemán SAT.1, la serie "Kessler Knigge" nos presenta una serie de sketches tramendamente gráficos sobre diferentes situaciones de la vida cotidiana, protagonizados por el actor y humorista Michael Kessler.
He aquí uno de ellos, que bien podría ser utilizado institucionalmente para llamar la atención de los conductores que decidan elegir las drogas como compañeras de viaje.
Siempre ha sido Aloysius más partidario de Quevedo que de Góngora. Dicen los eruditos que Don Francisco sostenía que nadie ofrece tanto como el que nada puede cumplir. También ensalza aquella famosa frase del presidente Adolfo Suárez, la del puedo prometer y prometo, algo que echamos muy en falta en estos tiempos hechizados por falsos augures. Para no desdecir a tan admirables caballeros, prometí escribir sobre la disfunción eréctil y lo prometido es deuda.
Hace años, cuando abordábamos esta patología en la facultad de Medicina se llamaba impotencia masculina, y recuerdo pasar por ella casi de puntillas. Sin embargo otros compañeros estudiantes de Derecho, venían a preguntarme sus dudas relacionadas con la impotentia coeundi y la impotentia generandi y me obligaban de paso a profundizar en tan escabrosas cuestiones.
Los romanos ya distinguían entre los varones incapaces de mantener un coito y los ineficaces para procrear. En la primera de las situaciones, el trastorno debería afectar al complejo mecanismo hidráulico que posibilita la erección del miembro viril. En el segundo, la escasez de espermatozoides o las alteraciones en la forma y en la movilidad de los mismos sería la responsable. Nos encontraríamos más bien entonces ante un caso de esterilidad, y no de impotencia.
Recuerdo también la primera vez que se sentó delante de mí un paciente afectado por una cardiopatía coronaria y que necesitaba unas recetas de alprostadil. Para no caer en conflictos de intereses, intentaré escaparme de los nombres comerciales. El alprostadil era entonces el único fármaco aprobado para el tratamiento de la disfunción eréctil de tipo vascular, neurogénica, psicógena o mixta. Incluso podría emplearse para confirmar su diagnóstico con certeza. Su principal inconveniente: debe administrarse mediante inyección en cuerpos cavernosos del pene del propio afectado antes de mantener relaciones sexuales. Vaya hándicap.
Como otro recurso, los urólogos especializados colocaban prótesis viriles mediante complicadas intervenciones quirúrgicas no exentas de indeseables efectos secundarios.
En la década de los 90 comenzaron a comercializarse un grupo de fármacos capaces de mejorar estos trastornos. Su fama se extendió como la pólvora, apoyados también por campañas publicitarias masivas y efectivas. Todos recordamos al futbolista Pelé, que a lo largo de su carrera marcó más de 1200 goles en competiciones oficiales, invitando a los hombres a consultar sus problemas de erección con su médico. Eran los tiempos dorados del sildenafilo y sus atractivos comprimidos romboidales de color azul. Yo los hubiera preferido verde esmeralda, por aquello de identificarlos más con la esperanza. Un poco más tarde llegarían el vardenafilo y el tadalafilo, quedándose por el camino el hidrocloruro de apomorfina.
En Méjico, escogieron a la exuberante actriz argentina Margarita Gralia para encender la llama del vardenafilo desde su espléndida madurez. Y desde entonces, ebrios de modernidad, hemos pasado al uso recreativo de todos estos medicamentos; algunos atletas del sexo incluso los combinan con la dapoxetina, empleada para el tratamiento de la eyaculación precoz. Un poco de sentido común para el club del hombre ariete.
Estudios muy recientes nos alertan sobre la importancia de la disfunción eréctil como marcador precoz del riesgo cardiovascular. Ya se sospechaba en los diabéticos, pero ahora este hallazgo va a obligarnos a los médicos a no pasar tan de puntillas sobre tan importantes cuestiones.
Y para los excépticos, aquí les ponemos el remedio que recomendaba n los irreverentes de "Siniestro Total" contra la disfunción eréctil...
Una hora antes de comenzar el concierto, los mejores sitios en las mesas ya estaban ocupados. Entre los habituales, muchas caras conocidas, lo que significaba que la visita de Nicholas Payton había creado la conveniente expectación previa a su actuación en el XIV Festival de Jazz de Primavera 2010.
A prioiri y por su aspecto, me dio la impresión que los músicos acompañantes del trompetista de New Orleans formaban un grupo demasiado joven... Una vez más equivocado.
Para calentar el ambiente, el prestigioso percursionista Daniel Sadownick comenzó a engrasar la maquinaria rítmica: timbales, congas, djembes, crótalos, cascabeles, platillos... Magia en las manos de un hombre blanco que por momentos fueron capaces de transportarme al África más profunda, al Caribe, al Lejano Oriente. Fue entonces cuando este hombre máquina comenzó a sudar su camisa negra...
Para completar la sección rítmica, Marcus Gilmore, nieto del incombustible baterista Roy Haynes aportó a la percusión todo el vigor de su joven musculatura. Por cierto, Haynes fue el encargado de abrir esta edición del festival el pasado 4 de mayo... ¡y acaba de cumplir 85 años!.
Un notable mereció la labor de Vicente Archer, serio pero taciturno al contrabajo, y también Lawrence Fields, un larguirucho de biotipo asténico, pero tan correcto como efectivo a la hora de crear ambientes envolventes desde los teclados eléctricos.
Y entonces, poco a poco, la trompeta de Nicholas Payton fue surgiendo de la nada, primero con intervenciones cortas, dosificadas, que permitieron el lucimiento de su banda de acompañamiento, para luego ir creciendo en intensidad y potencia. De su instrumento metálico surgieron notas imposibles y también vientos cálidos y susurrantes, como en "Drusilla", una vieja canción de amor escrita por el padre del músico y dedicada a la madre de Nicholas.
Me quedo con los dos mejores momentos de la noche: el crescendo de "Tryptic" y una colosal versión de "Days of wine and roses". Irrepetibles...
Por invitación expresa del trompetista, un público comprometido y compenetrado incluso animó con las palmas.
Para redondear la función, Payton se atrevió a cantar con esa peculiar voz suya de terciopelo rasgado. Por supuesto, ancestrales espíritus viajaron por el espacio y el tiempo desde la vieja Nueva Orleans para acompañar esa noche de mayo al afectuoso Nicholas Payton.
Antidivo y genial. Su nuevo disco se llama "Into the Blue".
Esperamos verte de nuevo muy pronto en el "Latino"...
Moverme. Ocupar un nuevo espacio
entre el aire y la molicie
que fluyen a mi alrededor.
Desplazarme, como una inclemencia,
dependiendo siempredel parte meteorológico.
Mañana,
cierta querencia cumplirá años
y dos caballitos de mar serán sus invitados.
Un inofensivo viento, azul y naranja, se encargará de apagar las velas de la tarta, una leve brisa que la loba levanta entre las mesas con los manteles planchados, una corriente que burla la conciencia,
la indecencia de un mercado recientemente derrumbado.
Sostiene el persuadido Aloysius que un físico amigo suyo le ha asegurado que sería posible viajar en el tiempo, pero solamente en una dirección, hacia el futuro. Desde Einstein y su teoría de la relatividad conocemos todas estas cuestiones, si bien viajar al pasado siempre resultaría más fascinante, por aquello de enmendar los errores cometidos.
Últimamente, cuando escucho hablar sobre las vacunas, cuando leo ciertas noticias publicadas en los medios de comunicación, o cuando participo como mero espectador en algún foro de debate, he tenido la impresión de haber adquirido esa mágica facultad que me posibilita desplazarme hacia atrás en el tiempo.
Recientemente han coincidido en un corto espacio de tiempo las intervenciones de dos compañeros, excelentes médicos y además estupendas personas, defendiendo la utilidad de las vacunas.
El primero de ellos, un alergólogo, resumía los avances obtenidos en el tratamiento del asma y de determinadas rinitis crónicas desde que se extendió el empleo de las vacunas de extractos desensibilizantes. Mientras le escuchaba, me acordé de Vivaldi, de Marcel Proust, del Ché Guevara… Me pregunté cómo pudieron llevar unas vidas tan productivas atacados periódicamente por esa incómoda opresión que te impide respirar. Recordé mi propio pasado y repasé métodos terapéuticos tan dispares como las duchas matutinas con agua fría (supongo que para provocar una descarga adrenérgica que abriera los bronquios de para en par), las cataplasmas de mostaza o aquellos inhaladores que te canjeaban asfixia por taquicardia, tos por temblor.
El segundo, un ginecólogo, trató de convencer a una audiencia formada mayoritariamente por público en general de la conveniencia de vacunar a las adolescentes contra la infección por el virus del papiloma humano (VPH). Nuevamente me transporté al pasado, pues cuando realizaba mi tesina de licenciatura sobre el cáncer de cuello uterino comenzaba a sospecharse la estrecha relación entre virus, la patología maligna del cérvix y las verrugas genitales (condilomas acuminados).
Pero también existe una corriente antivacunación. Responsabilizan a estas terapias como la causa de enfermedades, del autismo por ejemplo. En muchas ocasiones, la culpa no recae en la propia vacuna, sino en los adyuvantes añadidos para estimular la inmunogenicidad. Otras veces las dudas surgen porque las vacunas no son vistas como un medicamento, sino más bien como un próspero y lucrativo negocio para la industria farmacéutica.
Sumergido en esta vorágine de elucubraciones, se me quitaron las ganas de viajar por el tiempo. Me centré en el presente. Y me encontré un brillante artículo de Juan Gervás comentando los principios bioéticos de Tavistock. En ellos todavía persisten el derecho del ser humano a recibir atención sanitaria cuando lo necesite, la responsabilidad individual y colectiva para mejorar el bienestar de la población, la promoción de la salud, el deber de aliviar el sufrimiento, la preocupación por las minusvalías y el sempiterno primun non nocere, en otras palabras nunca lastimar gratuitamente.
Por cierto, Edward Jenner, el descubridor de la vacuna contra la viruela, falleció el 26 de enero de 1823, apenas un año antes de que Beethoven estrenase su Novena Sinfonía...
Un fragmento epistolar acuático entresacado de "El libro de Cronicus", un diálogo que bien pudiera haber mantenido el caballero Redmond Barry con un pariente cercano, pues Chandrexa de Queixa y sus paisajes nada tienen que envidiarle a los del condado de Tipperary, en Irlanda:
- "El dia se me fue en descubrir si puede haber arenas a miles de metros de profundidad. Curioso como me vuelvo ciego y sordo de mi mismo, de mi alma atenazada al mirar de repente la vida en escorzo, la vida de la que tú eres parte tan esencial. Lo habia olvidado, o habia querido olvidarlo. Ante el valor primitivo de los baños sobrevolando el mundo subacuático de nuestros ancestros (me recorre la escalofriante sensación que tenía entonces de quizás sentir un empujon desde abajo de algún espiritu jugueton y anegado, de alguno de nuestros ancestros enterrado bajo un arbol de esos que se percibian en el fondo del agua mientras sobrenadabamos como pajaros) todo el recorrido que siguió parece invalido. Llegaste mas lejos que yo, mucho más, cuando la partida fue tan proxima. Debajo de los puentes de Rio de Janeiro, en las zonas mas hostiles, reinos del trafico el ruido y la miseria, un hombre que se hacia llamar "Gentileza" escribia en blanco y negro geométricas mayusculas que guiaban hacia un mundo mas amable".
- "Se cuenta que a los pocos años de cerrase el pantano de Chandrexa, allá por el año 54, los lugareños estaban asombrados del paisaje que por la construcción en un lustro había alcanzado su propio microcosmos, el que hasta entonces había sido llamado "Chandrexa" sin agua encorada y el riachuelo allá abajo entre tramos de verdadera umbría. Se idearon miles de argucias para cruzar de un lado a otro, y todavía hoy quedan restos de los trampolines de las barcazas que unían una ribera a otra. La cosa fue de otro color cuando uno de los primeros veranos de Chandrexa con agua embalsada desapareció uno de aquellos lugareños y a los pocos días apaceció ahogado junto a Casdiego, flotando cerca de las casas. El difunto tenía sus brazos anudados por las manos, y esos brazos componían un verdadero abrazo, pero a nadie y a nada ya, eran sólo brazos en círculo, como si estuviera perseverando por una sombra o hiciese una despedida sin pañuelo... Y lo que sentenció el forense es que falleciera intentando asirse a un árbol para flotar y así salvarse. Siempre que me hablas de nuestros comunes ancestros, pienso en esta historia/leyenda de nuestro mundo común. Posiblemente no tengamos ni tantos ancestros ni tanta tradición como de constumbre mentas. La misma Galicia y el gallego adoran autofagocitarse".
Ultimamente, por alguna razón que por supuesto desconozco, mis sueños han vuelto a ser demasiado vívidos: latrocinio, adolescencia, zapatos del mismo pie, amor, huir corriendo a través de un parque... Tal vez de todo ello tenga culpa el lugar donde reposa mi cabeza. Por favor, te lo ruego: mándame la almohada con la que sueñas, que yo te mandaré la mía...
"Some girls are bigger than others... Send me the pillow The one that you dream on And I´ll send you mine..."
The Smiths: "Some girls are bigger than others"
Y tú, haciendo oídos sordos a mis ruegos, sólamente me mandas el vendaje que ayer apenas apretaba tus tobillos, la brillante oscuridad de tu mirada, el aroma limpio de tu ropa planchada y me preguntas cuándo iremos juntos a un concierto...
"Some girls give me money... Some girls give me diamonds... Some girls, heart attacks... Some girls give me childs... I never asked them for..."
Los pacientes no dejan de sorprenderme. Hace ya un tiempo una señora se sentó frente a mí, me deseo amablemente los buenos días y me mostró sus manos. Aquellas manos de ama de casa me resultaron especialmente entrañables. Me recordaron a otras muy queridas que sabe Dios cuántas camisas lavaron cuando no había lavadoras, con agua fría y jabón Lagarto ®, cuántos pantalones plancharon y cuántos desayunos, comidas y cenas prepararon sin queja ni descanso. Las articulaciones de los dedos se encontraban muy deformadas, tan inflamadas y doloridas que me costaba pensar cómo podía defenderse con ellas. Peinarse es un suplicio - se quejó, - pero es que ahora casi no puedo comer porque se me caen los cubiertos de las manos. La exploración reveló también la afectación de los codos, de las rodillas, de los tobillos. Las radiografías mostraron el declive arquitectónico de una columna vertebral que tantas y tantas jornadas de duro trabajo habían soportado en el campo, de sol a sol, cuidando frutales, hijos y animales de granja. Con una sonrisa en los labios, aquella sufrida anciana que venía a pedirme algún alivio para soportar sus males, añadió: nunca he visto un nombre tan bien puesto.
Dolores le echó la culpa de sus dolores a la pila bautismal, a su madrina y a su abuela que habían elegido para ella un nombre tan desconsolado. En la hagiografía, la Virgen de los Dolores representa a la madre atormentada al pie de la cruz tras el descendimiento de Cristo. En Carballiño, por ejemplo, durante la Semana Santa los cofrades trasladan la imagen de la Dolorosa desde a Igrexa Vella hasta el templo de A Veracruz. Creo recordar que Dolores había visto las primeras luces en la parroquia de Pazos, allí donde el Arenteiro desemboca en el Avia.
Por culpa de unos experimentos realizados recientemente en la Universidad de Jena, resulta que ahora a Dolores voy a tener que llamarle Lola, como en la canción de Los Suaves. Los científicos alemanes han descubierto que el mero hecho de escuchar palabras relacionadas con el dolor es capaz de activar en el cerebro zonas específicas encargadas de procesar tan desagradable sensación. De esta manera no sólo el recuerdo de un dolor determinado y de sus asociaciones activaría el centro neurálgico cerebral, sino también los estímulos verbales.
Ya me explico yo entonces el efecto de esa coña marinera que se les gasta a los niños cuando no se están quietos en la consulta. Verás como el doctor te va a pinchar. Así, si algún día ven la aguja de una jeringuilla, antes de que ésta roce su cuerpo ya sentirán dolor.
Mientras escribo estas líneas, el desalmado Aloysius ha puesto en el tocadiscos “Lola” de The Kinks. Entonces caigo en la cuenta de que los pacientes que padecen un dolor crónico, cuanto más verbalizan esta situación más intensifican su percepción cerebral, reforzando si cabe todavía más sus sufrimientos.
En el futuro, seguramente la parte positiva vendrá dada por un mejor abordaje psicoterapéutico del dolor crónico, entrenado a los pacientes para que sean capaces de superar sus achaques. Habrá que ver.
Tal vez Lola, Dolores, además de enfermar por el dolor también padeció un calvario por su soledad...