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04 abril 2006

RESPONSABILITÉ


En estos recién estrenados días primaverales de efervescencia republicana plena, sostiene Aloysius que durante la gestación de la Revolución Francesa los primeros insurrectos contra la monarquía absolutista se olvidaron de añadir el lema “responsabilité” (responsabilidad) a los actualmente archiconocidos libertad, igualdad y fraternidad; (unité indivisibilité de la republique: liberté, egalité, fraternité ou la mort). Si así hubiera sido, probablemente otro gallo nos cantaría hoy.

Pero qué podemos esperar de este atormentado personaje cuya obra teatral favorita es “El condenado por desconfiado” del muy ocurrente Tirso de Molina. Como escéptico irredento trajo a colación una serie de sesudas reflexiones durante nuestro último y fugaz encuentro. Una adolescente viguesa acababa de fingir un fantástico secuestro tratando de evadirse de la bien merecida reprimenda paterna por haber suspendido cuatro asignaturas en su última evaluación. Como si se tratase de un mítico universo imaginario digno de la PlayStation, de repente los malos se convirtieron en despiadados cabezas rapadas con acento alemán y cruces gamadas grabadas a fuego sobre la piel, depravados personajes de cómic que bien pudieran haber nacido de la maravillosa pluma de Mike Mignola, insigne creador del descornado Hellboy.

Resulta tradicional la picaresca sustentada en la invención de enfermedades para escaquearse de las responsabilidad en la escuela y el instituto. Como muchos de mis compañeros, a lo largo de mi experiencia profesional como médico de cabecera he tenido que desenmascarar a jóvenes tramposos afectados por repentinos catarroteguis de virulencia inusitada los lunes por la mañana. Toses ficticias, imprevistos ataques de náuseas sin vómitos, bruscas e intensas cefaleas con aura y sin ella; hasta incluso espasmos y contracciones tónico – clónicas. Pero tengo que reconocer que el cuento del secuestro es lo máximo. En lugar de enfadarnos mostrémonos pues orgullosos ante la abundante cantera teatral que las naciones gallega e hispánica han de aportar a futuras galas de los premios
Óscar.

Nuestras chicas y chicos menores de edad disfrutan de una libertad sin fin para mantener relaciones sexuales desprotegidas, para emborracharse dentro y fuera de los botellones, para darse trompadas sin fin que terminen con alguno de ellos en un servicio médico de urgencias, para fumar canutos, para tomar pilulas y otros modernos ingenios químicos, para acosar a sus compañeros de clase hasta conseguir que se lancen al vacío desde turísticos muros de nuestra amplia geografía nacional, para amenazar y hostiar a profesores, padres y abuelos.
Pero ¿dónde esta la responsabilidad necesaria que contrarresta e ilumina con su blanca palidez racional todas estas maravillosas decisiones? Progenitores, educadores, jueces, sanitarios, sociedad en general...pongámonos ya manos a la obra; las frías estadísticas de los abortos en nuestras adolescentes y de las muertes precoces en la carretera siguen engordando día tras día.
Y no olvidemos que así sentenciaba el excelso Tirso en su famoso drama moral: “es cierto que desconfía de Dios el que a su fe no da crédito”. Amén.




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