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07 noviembre 2006

CAFÉ CON LECHE PARA TODOS

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Nuestra vieja amistad viene de la época en la que compartíamos a diario el café con leche y los ideales de la Revolución Francesa. Café con leche para todos, pues todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos derechos (o deberíamos tenerlos). Entonces no existían ni el comunismo, ni el bushismo, ni el marxismo, ni el nacionalsindicalismo, ni el fascismo, ni el castrismo ni el maoismo. Tan sólo Dadaísmo y mucho café con leche per tutti en el Café Voltaire. Café con leche para todos, sin distinción de sexo, raza, religión, clase social ni lugar de nacimiento. ¿Existe algo más veleidoso que el lugar de nacimiento, del que nadie es culpable, únicamente la madre que a cada uno buenamente lo parió? ¿Qué culpa tiene un prójimo de nacer en una aldea o en una urbe, dependiendo solamente de cuándo se les ocurra a las maternas contracciones uterinas expulsarlo al hostil mundo exterior? Sostiene Aloysius que la causa de todos las carencias en la convivencia pacífica habidas en el mundo actual se debe al mal funcionamiento de la guillotina desde 1789. Y a la carencia de máquinas de hacer café con leche para todos.

Resulta que Oliver Curry, un moderno experto de la prestigiosa Escuela de Economía de Londres, anda por ahí defendiendo una teoría subjetiva donde establece que dentro de unos 100000 años, coexistirán sobre la faz de la tierra dos subespecies humanas: una superclase acaudalada y una infraclase destinada a trabajos digamos más inhumanos. El economista británico vaticina además, para dentro de un millar de años, un planeta habitado por unos seres de dos metros de estatura, con una expectativa de vida de 120 años, pertenecientes a una única etnia caracterizada por su piel café con leche. ¡Por fin, café con leche para todos!; aunque se ponga por las nubes, como el Blue Mountain jamaicano.

Me muestro más desesperanzado. Profundas diferencias sociales y económicas, unidas al continuo avance insolidario de los medios de formación y a la tecnificación divergente de nuestra civilización, hacen que en el actual momento evolutivo existan ya diferentes subespecies humanas. Lo de la infraclase dedicada al trabajo sucio es ya un hito al alcance de nuestra moderna sociedad. Sólo hace falta asomarnos a nuestros televisores para darnos cuenta de ello. Por si fuera poco, considerando el ritmo al que avanza el deterioro ecológico del planeta, no creo que alcancemos a habitar la Tierra como especie animal dentro de 10 centurias. Por no tener, ni siquiera tendremos el planeta de los simios.

Los avances genéticos, la eugenesia y el carnet de inmigrante por puntos harán el resto. Pronostica Oliver Curry que los hombres se harán cada vez más holgazanes, y como si de lobos domesticados se tratase, hasta las mandíbulas se nos van a atrofiar de tanto masticar fofos alimentos procesados. Café con leche y boquitas de piñón para todos. Y muchas pajitas con mando a distancia incorporado para poder sorber los nutrientes. Por si acaso alguien se queda con dudas, Curry advierte que los avances en medicina y la obsesión por la higiene terminarán por rematar la destrucción del sistema inmunitario humano. Profecía nada anticipada, pues hace tiempo que conocí a un galeno que recomendaba no lavarse nunca el cabello para combatir la alopecia. ¡Viva el manto ácido!

Mucho más productivas se me antojan las investigaciones genéticas del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia, donde han desarrollado vegetales capaces de resistir las sequías y la salinidad de los terrenos de cultivo. La especie elegida para estos experimentos posee un nombre digno del más refinado poeta latino: Arabidopsis Thaliana. Si por casualidad alguno de estos expertos leyera estas líneas, con su mayor humildad Aloysius le propone una línea de trabajo: ya que en Estados Unidos han descifrado el código genético del álamo negro, hagan lo mismo con el del pino canario. Busquen el valioso gen que regula el grosor característico de su corteza, como responsable de su particular inmunidad ante el fuego. A continuación, se lo transplantan a nuestros sufridos pinos galaicos. Muchos somos los que se lo agradeceremos. No esperen 1000 años, por favor. Los duendes de la floresta esmeralda se lo pedimos. Encarecidamente.

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