CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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31 diciembre 2006

PROMESAS


Las casualidades del azar han determinado que el primer día del año 2007 caiga en lunes. Generalmente, los seres humanos manifestamos una tendencia curiosa: al comenzar cada semana intentamos poner en marcha nuestras promesas de cambio vital. De la misma manera, nuestros buenos propósitos también se reiteran el primer día del año nuevo. ¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de que el próximo lunes me pongo a dieta?; ¿y lo del próximo año dejo de fumar? Te lo juro cariño, esta vez va de veras, desde el primer día. La definitiva. Resulta un buen sistema para lavar nuestras conciencias, en cualquier situación y a cualquier temperatura. Además se trasmite de generación en generación.

Por culpa de las lecturas que Aloysius me recomienda ultimamente, yo también voy a publicar mis promesas venideras. Afirma el escritor Juan Manuel de Prada que nunca cultivó el fetichismo del autógrafo por culpa de una sentencia que leyó en La Ilíada cuando apenas era un adolescente: “cual la generación de las hojas, así es la de los hombres”. No cabe duda que hasta las gestas más gloriosas de la humanidad son perecederas y que la gloria del hombre es efímera. Comparto que lo importante del autor es su obra y no una firma garrapateada bajo una dedicatoria impersonal en la primera página de un libro o sobre la carátula de un disco musical. Por lo tanto, mi primera promesa será no volver a pedir autógrafos. El último ha sido el del pianista Kenny Barron en un CD de “Quintet Images”. Por cierto, fue muy amable al atenderme en plena calle, delante del Café Latino.

La segunda promesa consiste en no volver a emplear frases célebres en mis escritos. Sostenía el eminente paleontólogo y biólogo Stephen Jay Gould que, en la mayoría de las ocasiones, las citas famosas son inventadas. ¿Cómo podría estar alguien atento, en pleno fragor de la Guerra de las Galias, si Julio César decía o no aquello tan manido de “veni, vidi, vinci”? Seguro que el más ocioso de los legionarios romanos estaría más pendiente de que un colega de Astérix no le rebanase el pescuezo. Además, tal y como andan las asociaciones en defensa del copyright, resulta que un buen día te levantas de la cama y mientras desayunas, te encuentras con una demanda por haber mencionado en un artículo unas palabras pertenecientes a otro autor.

Con las últimas hojas del calendario de este moribundo 2006, silenciosamente se ha ido un entrañable amigo, el Dr. Manuel Montero, con su mirada clara y su porte caballeroso, como de Cid Campeador de bata blanca al que han traicionado demasiadas veces. Hace poco más de un mes, casualmente me hicieron llegar unas páginas suyas manuscritas, abandonadas y perdidas en el fondo del cajón de un despacho, apenas un borrador con correcciones de un discurso electoral de aquella época en la que juntos participamos en una candidatura a la presidencia del Colegio de Médicos de Ourense. ¿Qué valor tienen ahora todas aquellas prometidas intenciones? Su bienhechora labor profesional y personal es la que realmente perdurará en el recuerdo de todos los que alguna vez le apreciamos.
Querido Manolo: llegado este momento, no consigo evocar ningún célebre pensamiento tuyo. Tan sólo dos anécdotas que me guardo como modelo de médico y persona. Un día me contaste cómo todos los domingos, después de oír misa en la capilla del viejo hospital, ibas a pasar visita a tus enfermos hospitalizados porque ellos no tenían culpa de que fuera festivo. Otro día, recién cesado por D. Manuel Fraga de tu cargo de Conselleiro de Sanidad (el de las incómodas transferencias sanitarias a Galicia), sorprendido me encontré sentado a tu lado en un curso sobre ecografía abdominal que se celebraba en Madrid, cerca de El Retiro. Estabas animado y sonriente, como un bisoño alumno más. Intentaré (lo prometo) seguir tu ejemplo. Lo malo de las promesas es que hay que cumplirlas.

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