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10 enero 2007

LA ASIGNATURA PENDIENTE


¿Me disculpará José Luis Garci por parafrasear el título de su primer largometraje, visionado en 1977 en las pantallas cinematográficas de la España de la transición? Yo voy a referirme a otra asignatura pendiente, la aceptación de la homosexualidad, especialmente en determinadas sociedades modernas.

Y es que termino de leer un interesante artículo de la antropóloga y feminista mexicana Marta Lamas, en el que sintetiza el estado actual de las uniones homosexuales en América Latina. Aporta datos sobre su propio país, donde las llamadas “sociedades de convivencia” acaban de ser aprobadas por la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México. Se reconoce así el derecho de dos o más personas físicas a vivir en un lugar común, con voluntad de permanencia y ayuda mutua, pudiendo además beneficiarse entre sí de la sucesión y de la tutela. México se ha convertido en el tercer país latinoamericano en aceptar (en un Estado o ciudad) la unión civil de personas del mismo sexo, por detrás de Argentina (la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo hizo en el 2002) y de Brasil (en el 2004, el estado de Río Grande do Sul). En este recién finalizado 2006, el Tribunal Supremo de Justicia brasileño ha reconocido que las relaciones estables de personas del mismo sexo constituyen una pareja de facto, debiendo ser tratadas a todas luces como un matrimonio convencional, incluso por la propia Seguridad Social estatal.

Estos ejemplos han sido imitados por otros países hispanos como Chile, Uruguay, Colombia y Costa Rica, con legislaciones específicas algunas aún en proceso de tramitación. Aquí finalizaría, por el momento, el listado del progresismo. Revisando diversas informaciones sobre el tema, la mayoría de los expertos atribuyen las causas de la homofobia en América Latina al profundo arraigo del catolicismo entre amplios sectores de la sociedad y a un machismo tradicionalmente recalcitrante, que todavía hoy contempla como inaceptables los derechos de mujeres y homosexuales.

Pero, ¿qué ocurre en la Cuba castrista o en la Venezuela bolivariana, por poner dos ejemplos de naciones dirigidas por gobiernos de izquierda? En el caso cubano, la homosexualidad sigue considerándose una “zona de silencio” en la prensa estatal. Resulta sorprendente que el diario “Juventud Rebelde” (el segundo más leído en la isla) publicase este agosto pasado la historia de unos padres arrepentidos por haber rechazado a su hijo gay. Fue en ese mismo periódico en el que, a finales de los años 90, se publicaron unos reportajes sobre la prostitución en Cuba, tema que desde entonces ha regresado al ostracismo más profundo. ¿Volverá a ser el helado de fresa y chocolate el preferido en El Copelia? La represión homosexual en Cuba ocurre de dos maneras: la políticamente incorrecta, es decir la persecución del individuo por sus tendencias sexuales (mediante la reeducación en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción – UMAP -, las condenas de cárcel – la famosa prisión del Cayo Diego Pérez -, las redadas, las vejaciones y las expulsiones) y la políticamente correcta (la represión entre los propios homosexuales, distinguiendo entre afines y contrarios a la revolución). Mientras el Che era un homófono de tomo y lomo, Fidel fue más tolerante al permitir ciertos refugios culturales oficiales (“nidos de locas”), como La Casa de las Américas, el ICAIC o el Ballet Nacional.
En 1934, el todopoderoso Adolf Hitler ordenó la muerte de su amigo homosexual Ernst Roehm y de sus seguidores. Entre los bárbaros ejecutores de las Tropas de Asalto nazis destacó entonces algún reconocido dirigente gay. Llegados a este punto resultaría injusto no señalar que desde la reforma penal de 1997, la legislación cubana no incluye regulaciones de corte homofóbico, si bien tampoco existen organizaciones organizadas de gays y lesbianas, ni movimientos en defensa de los derechos humanos de estos ciudadanos.

En Venezuela se desarrolla la historia de Juan Ramón Merentes, candidato a diputado para la Asamblea Nacional en el 2005. Se trata del coordinador general de la Unión Afirmativa de Venezuela, asociación civil sin ánimo de lucro, creada para dar a conocer los pactos internacionales de protección de homosexuales, bisexuales y transexuales. Estos ciudadanos defienden además su reconocimiento jurídico y social. En octubre de 2003, el propio Merentes introdujo un recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia para obtener el reconocimiento de las parejas del mismo sexo a la hora de contraer matrimonio, tener hijos y heredar. El recurso se aceptó en diciembre de 2004, pero todavía no existe el dictamen legislativo definitivo. Parece ser que si la Constitución venezolana ratifica un pacto internacional, su cumplimiento ha de ser inmediato. Por lo tanto, resulta un tanto esquizofrénico apoyar tratados para luego no cumplirlos.
Me soplaN al oído que la Venezuela chavista se ha adherido a la Carta Andina para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos (incluyendo los de las personas homosexuales ¿NO?). Finalizmos aquí recordando la admirable interpretación que Javier Bardem hizo del represaliado escritor cubano Reinaldo Arenas, tanto más valiosa por proceder de un actor originario de una conocida familia comunista, y que como protesta contra toda forma de totalitarismo e intolerancia, se metió en la piel de un maricón repudiado hasta en su infortunado exilio.


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