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05 junio 2007

WATSON, CRICK....Y FRANKLIN

El Dr. James Watson con una copia de su propio ADN descifrado
Extracto del artículo publicado en La Región el 17 de abril de 2005
Creo recordar que uno de los primeros libros que adquirí en la decana Librería Galí de la Rúa del Villar, al comenzar mis estudios de medicina en la añorada Compostela de los años 80, fue precisamente "El azar y la necesidad" de Jacques Monod (Premio Nobel en 1965), cuyo título hace referencia a una frase célebre del filósofo griego Demócrito.


De su lectura me llamó poderosamente la atención el concepto de INVARIANZA GENÉTICA, entendida como la cantidad de información que asegura la conservación de la especie, trasnmitida de generación en generación.


En mi opinión, uno de los procesos más fascinantes de la biología es el procedimiento mediante el cual se trasmite la información genética de célula a célula, de padres a hijos. El 13 de abril de 2005 acudía al II Salón Internacional de la Salud, en el Palacio de Congresos de Santiago. Iba muy ilusionado pues pretendía escuchar al profesor James Watson en persona (premio Nobel de Medicina el año de mi nacimiento). Esa manifiesta necesidad particular mía entró en colisión con el inexorable azar de la vida, ya que este insigne científico justificó su ausencia debido al padecimiento de un proceso alérgico agudo, complicado a su vez con una infección respiratoria.


El Dr. carlos Cordón, presidente del comité científico, fue el encargado de leer una breve nota de salutación que el Dr. Watson le había hecho llegar a los presentes.


Las investigaciones llevadas a cabo en la década de los 50 por James Watson y FRancis Crick en la Universidad de Cambridge culminaron con el descubrimiento de la llamada doble hélice del ADN, estructura que atesora toda la información genética del ser humano, y que ha sido reconocido por los expertos como el mayor avance histórico de la Medicina.


Pero no debemos ol vidar la figura de Rosalyn Franklin, cuyas investigaciones previas sobre la difracción crsitalográfica del ADN, probablemente iluminaron el descubrimiento del afamado tándem de Cambridge. Ya se pueden imaginar ustedes los obstáculos que entonces debía superar una mujer científica; glosando a Honoré de Balzac, los errores de la mujer derivan casi siempre de su fe en el bien o de su confianza en la verdad.


Durante el verano del 2004 falleció el Dr. Crick. A propósito de esta irreparable pérdida, James Watson comentó: "convivir con él durante dos años en una pequeña habitación de Cambridge fue verdaderamente un privilegio. Siempre esperaba con anticipación reunirme o hablar con él, hasta el momento de su muerte. Se le echará muchísimo de menos".


En los tiempos que corren, donde se nos propone vivir en diminutos pisitos, esto no resulta un hándicap para el desarrollo de una elevada actividad científica, contando por supuesto con el peso intelectual del habitante del aparatamento. Al igual que Mario Benedetti opino que las modas pasan, mientras sus escombros permanecen.

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