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18 junio 2007

TESTOSTERONA


Niños comiendo melón y uvas - Bartolomé Esteban Murillo (1650)
Uno de los folletos informativos de la Sociedad Española para la Salud Sexual dice literalmente: “hacia los 40 años, comienzas a notar los primeros cambios relacionados con la edad (¡qué miedo!)…y es que la testosterona juega un papel fundamental en tu bienestar sexual, físico y mental”.

Al leer estas afirmaciones, se me vino a la cabeza el recuerdo de la sorprendente historia protagonizada por W. B. Yeats, escritor irlandés Premio Nobel de Literatura en 1923; a los a los 69 años, se sintió acongojado por una permanente sequía en su inspiración poética y creativa, achacada por el propio poeta dublinés a la pérdida de su vigor sexual. Fue entonces, en 1934, cuando decidió someterse a una misteriosa operación de testículos en Londres, que curó su impotencia e incluso le permitió iniciar una relación con la actriz Margott Ruddock, 40 años más joven que él.

Su solución estuvo en la “Operación Steinach”, técnica desarrollada por el cirujano vienés así apellidado, de la misma manera que lo había sido también para el Nobel noruego Knut Hamsum y para el mismísimo Sigmund Freud. Parece ser que el cierre de los conductos espermáticos de los testículos incrementaba su producción de testosterona, que de esta manera volvía a fluir por el plasma sanguíneo en cantidad poderosa y suficiente.

Por ese tiempo, realizaba en París el especialista ruso Dr. Voronoff otra intervención quirúrgica destinada al tratamiento de la impotencia sexual. Sostiene escandalizado Aloysius que en las gónadas de estos pacientes eran insertadas 6 finas rodajas de testículo de mono, responsables al cabo de unas semanas de la reinstauración del equilibrio hormonal masculino perdido por el avance inexorable de la edad.

Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces, y la moderna terapéutica dispondrá en poco tiempo en el mercado de parches transdérmicos de testosterona para el tratamiento del llamado trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH), entidad que puede afectar a determinadas mujeres menopáusicas, especialmente a las que han alcanzado este estado de manera precoz por haber sido sometidas a una castración quirúrgica.

En el caso de los varones, la disminución de la testosterona puede provocar disfunción eréctil, pérdida de la líbido, debilidad muscular, osteoporosis, cansancio, humor depresivo, dificultad para conciliar el sueño e incluso sofocos. Sería recomendable que todo hombre así afectado sea valorado por el médico para poder beneficiarse (si no existen contraindicaciones) del tratamiento con geles de testosterona o inyecciones hormonales de larga duración.

En tiempo de vendimia, como todos los demás pillastres infantiles de la aldea, a escondidas solíamos ir a comernos las uvas hurtadas en las viñas de los vecinos. Los ladronzuelos más atrevidos sabían escoger unos racimos muy especiales y suculentos: aquellos preñados por los dulcísimos ovoides dorados de collón de mico, o los cargados con gordas lágrimas tintas de collón de galo. ¡Qué listos!

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