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05 agosto 2007

DE MUERTOS Y ENTERRADORES


"El Enterrador" (óleo sobre tela)
BRAULIO SALAZAR, 1941
Algunos expertos en tortura afirman que, ciertos países de Oriente Medio, asimilaron de manera óptima las lecciones aprendidas durante la colonización británica, sobre todo en lo referente a la aplicación de las penas capitales. Atrás quedaron las bárbaras costumbres de las tribus nómadas que pastoreaban sus ganados por inhóspitos pedregales y desiertos, más proclives a sajar la carne humana con el tajo de sus afiladas cimitarras y cuchillos, amputando, desmembrando y descabezando a los facinerosos y a los delincuentes. Y a los pecadores. La expiación de la culpa mediante el sacrificio del cordero degollado. Más civilizada parecería entonces la ejecución de la sentencia de muerte colgando al condenado por el cuello hasta morir. Así, a modo de ejemplar escarmiento, se les dio diligente pasaporte hacia el Más Allá a los piratas de la mar océana, osados desobedientes de las órdenes de Su Graciosa Majestad, a los cuatreros y a los tahúres del cinematográfico Salvaje Oeste, a los esclavos de color que conseguían huir de las plantaciones de algodón donde tanto sufría el Tío Tom y a los díscolos convictos hijos de la Gran Bretaña, reos de condena cargados de cadenas en los tétricos penales del continente australiano.

Por el cuello también colgaron al temible Saddam Husein, y de paso convirtieron su ejecución en un exitoso vídeo comprimido, de esos que saltan como colibríes de celular en celular, como los mensajes de los coleguis avisando del botellón "saturday night fever" en la Plaza de las Mercedes. En una plaza pública iraní, acaban de ahorcar a los dos supuestos asesinos de un magistrado; esta vez no había cadalso ni horca de madera, sino una pequeña grúa móvil con un gancho, del que prestos colgaron el lazo estrangulador. Los tiempos avanzan, y en lugar de gruesas y ásperas maromas, los verdugos emplearon cuerdas sintéticas de vivos colores, como las que sirven para tender la ropa a secar en el humilde mediodía de los barrios de la periferia.

Mientras tanto, en estos calurosos páramos de Auriavella, hace unos días se desató una pequeña trifulca municipal. Dicen las malas lenguas que responsables del Concello de Ourense mandaron a su casa a cinco enterradores por falta de trabajo. Mi muy procaz Aloysius, orgulloso defensor del sufrido sistema sanitario público, afirma que este hecho singular es debido en parte a los excelentes cuidados asistenciales dispensados a nuestros prójimos en esta ciudad. Una genética especial, garante de la característica longevidad de los ourensanos, seguramente hará el resto. Por curiosidad, ese mismo día consulté las esquelas publicadas en La Región y no había fallecido nadie. Tan solo cabos de año y alguna que otra comunicación familiar de agradecimiento por la asistencia a pasados funerales. Y es que, como escribió António Lobo Antunes, "cuanto más envejezco, más futuro tengo".
(Por si quieres oir el tema "Hang Me Up To Dry" de The Cold War Kids...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

En fin.Lo mejor es escribir sin informarse.

Aclaro.

Esto sucedio por varias bajas de mas de la mitad del personal del servicio, (de gravedad),y a casa sin cobrar nada de nada. 6 Enterradores para 3 cementerios durante los tres meses de verano. Se abrian los cementerios con una persona siempre dentro, y los otros estaban siempre localizados y sin librar durante los 3 meses, para realizar todos los entierros, cremaciones y exhumaciones.