Anda muy escamado Aloysius por lo que él considera un enaltecimiento permanente del trallazo, de la vejación y del salivazo, receloso del elogio y el culto a la violencia, irredento de la brutalidad. Pobre iluso, pensaba que mientras la humanidad fuera progresando, las irracionales actitudes tribales, la ley del más fuerte, las junglas de asfalto, los corrales mixtos de mansos y cabestros, la impiedad con los desvalidos… irían desapareciendo de la faz de la tierra. ¡Ni con vacunas! Y es que últimamente ya ni se atreve a encender su televisor. Tampoco a leer la prensa, ni siquiera a sintonizar su viejo aparato de radio. Preocupado se pregunta si realmente la humanidad continua progresando. La mayoría de las tardes lluviosas de todos los marzos, entorna los ojos y libera de ataduras su imaginación. Contentos y radiantes, aparecen entonces los superhéroes.
Una Heidi risueña que sobre las densas nubes coge carrerilla con su columpio, se balancea cada vez con más fuerza, y cuando llega al máximo de su energía cinética, juntos los dos pies descalzos le propina un sonoro puntapié a todos esos pederastas que mancillan el honor de los inocentes, a los que alborotan el sueño de los juguetes, a los detestables secuestradores de niños que se recrean con el dolor de los desaparecidos.
Un Capitán América vestido con los colores del Atlético de Madrid, protege de todo mal bajo la blanca estrella de su escudo a todos los bárbaros, a todos los intransigentes, a todos los iracundos y a los desvariados de la rabia y el odio desatados por sus semejantes, por las turbas ultra del aquí te pillo, aquí te mato.
Un Sandokán gallardo y barbado, con un corazón de tiza tatuado en un brazo, persiguiendo cimitarra en mano a los atilas hogareños, a los acosadores de las aulas, a los machos de sopapo ligero, a los verdaderos tigres encargados de cuidar apriscos de corderos.
Una Mafalda con acento porteño, experta en artes marciales, con el cabello cardado con laca para que nunca se despeine en las peleas, como el diminuto Alan Ladd que se curraba con los gañanes en las películas de vaqueros de la sesión infantil, patrullando en el Metro de la gran ciudad acompañada por Snoopy y Rin Tin Tin, ahuyentando a los lobos xenófobos, para que ninguno vuelva a clavar sus dentelladas en las morenas carnes de las muchachas que solitarias regresan a sus casas desde el tajo.
Un Capitán Trueno recién salido de la canción de Asfalto, para que siempre gane el bueno, espantando con los roídos calzones de Goliat a todos los que emponzoñan las aguas del planeta, a los que arrasan los bosques, a los que matan focas a palo limpio, a los opulentos que campan sobre el ruido de las tripas de los menesterosos. Aloysius le manda sentidos recuerdos, para él y para Sigrid, su novia sueca.