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09 junio 2010

TYRELL CORPORATION


Anda un poco mosca el inquieto Aloysius desde que le adelanté el título de estas reflexiones. Los muy cinéfilos, como mi amigo y compañero el Dr. Alberto del Álamo, ya saben de qué va la cosa. De haber existido realmente esta megacorporación, dedicada al negocio de la ingeniería genética, el bueno de Alberto seguramente ocuparía uno de los puestos más destacados entre los diseñadores del endotelio vascular de los replicantes.

Para los que hasta ahora no hayan entendido nada, les contaré que estas palabrejas tienen relación con la película “Blade Runner”, una de mis favoritas, una obra de culto dirigida en 1982 por el irregular Ridley Scott. El guión está basado en una novela del genial escritor americano Philip K. Dick, que tuvo la feliz ocurrencia de morirse el mismo año en que se estrenó la cinta. Su libro se tituló “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” y ambas obras plantean un futuro pesimista de la humanidad en el que los hombres conviven con los replicantes, criaturas creadas en los laboratorios mediante ingeniería genética, seres a medio camino entre los resistentes y laboriosos robots y los soberbios e imperfectos seres humanos. Por cierto, la acción de “Blade Runner” se sitúa en el año 2019, dentro de casi nada, si llegamos allá…

El iconoclasta Philip K. Dick

Traigo a colación tanta cinefilia no por pedantería, sino porque me ha provocado cierta inquietud la lectura de recientes informaciones sobre la vida sintética que pretende crear y patentar el controvertido biólogo Craig Venter. Me pregunto, ¿dónde quedaría situada la difusa frontera existente entre la investigación y el negocio?; ¿sería lícito patentar fragmentos de ADN, de vida, genes creados artificialmente en un laboratorio?

Estos temas resultan demasiado complejos, no disponemos todavía de suficientes datos para poder emitir una opinión cabal. Sin lugar a dudas, el mayor esfuerzo económico en bioinvestigación procede las arcas privadas. Por ejemplo, muchos científicos públicos, becados con el dinero de nuestros impuestos, se sienten tentados constantemente por potentes empresas particulares. La industria farmacéutica ha de rendir cuentas a sus accionistas, demandantes de más beneficios y menos beneficencia. Es comprensible, aunque no justificable, en un mundo tan competitivo como el nuestro.

Pero, en incontables ocasiones se nos viene alertando sobre el riesgo de investigar solamente lo rentable, abandonando a su suerte, o a la pírrica asignación anual dentro de los presupuestos generales del estado, a enfermedades raras que afectan a muy pocos individuos, o a trastornos muy frecuentes, pero que lesionan a muchos prójimos que no puedan pagarse los tratamientos. El debate está servido.

Mientras tanto, Synthetic Genomics (la compañía de Venter) y la petrolera Exxon han alcanzado un acuerdo para destinar 490 millones de euros al desarrollo de un alga unicelular artificial capaz de fabricar combustible a partir del CO2 atmósférico.


5 comentarios:

Francisco Doña dijo...

No sé que me puede más: la esperanza o el miedo. Estoy como Aloysius "un poco mosca". De lo que no me cabe duda es de que la música de Vangelis es maravillosa, el joven Harrison Ford se deja ver y a la siempre bella Sean Young (ella sí que era "joven") hay que verla.
Un abrazo.

virgi dijo...

Me encanta visitarte.
Tan variado, tan lúcido, tan personal...

aloysius dijo...

Mi morada tiene siempre las puertas abiertas...

Anónimo dijo...

Alguna vez te comenté que esa es precisamente MI PELICULA?
Sigue así..., GENIO

aloysius dijo...

Gracias Alberto: tu nunca dejas huellas anónimas...

Un abrazo