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10 diciembre 2010

MEMORIA DE MOSQUITO



Anda mi querido Aloysius muy preocupado ultimamente porque se olvida de muchas cosas, pulula un tanto despistado y con memoria de pájaro, como dicen los británicos, aunque en nuestro idioma coloquialmente prefiramos empequeñecer todavía más esta cualidad de nuestro cerebro cuando no funciona debidamente.
Y es que una cosa diferente es olvidarse de algo más o menos trascendente, como dónde aparqué ayer el coche, dónde puse las dichosas gafas para ver de cerca, quién se ha olvidado de cerrar el grifo de la cocina… y otra bien distinta es ir perdiendo progresivamente todos nuestros recuerdos, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer. Para evitar los olvidos, hay quien activa la alarma de su teléfono móvil, se cambia el reloj de muñeca o se llena los bolsillos con escuetas anotaciones. Un amigo mío, reconocido artista plástico, prefiere pintarrajearse el dorso de las manos para que el sudor de las palmas no contribuya a hacer todavía más frágil su memoria.
Más diminutos que los mosquitos son las bacterias. Unos científicos de Hong Kong acaban de conseguir un hito: almacenar 90 GB de información en 1 gramo de bacterias. Sostienen estos investigadores que esta cantidad supone unos 10 millones de células, y que sólo harían falta 18 de ellas para archivar el texto completo de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo. Ya hay quien anda imaginando por ahí que este tipo de memorias biológicas podría terminar sustituyendo a los actuales dispositivos USB e incluso a los discos duros de los ordenadores. Las puertas de la ciencia ficción vuelven a estar abiertas, de par en par.
El último informe PISA (Programme For International Student Assessment) como ya viene siendo habitual, no deja en muy buen lugar al sistema educativo español. Nuestros bachilleres no carburan. Si el experimento chino made in Hong Kong funciona, ni hará falta que sigan estudiando, porque con el cerebro de un mosquito tendremos suficiente espacio para almacenar toda la información que hoy en día ocupa montañas de páginas en los libros.
Como seres humanos somos fascinantes. Hemos domesticado animales para que nos ayuden en las tareas cotidianas, para que contribuyan a nuestra alimentación, para que nos sirvan de compañía. Hemos utilizado levaduras para fabricar pan, yogur o cerveza, y hemos aprovechado determinadas hongos y bacterias para sintetizar valiosos antibióticos. Científicos norteamericanos han sido capaces de emplear bacterias para mover diminutos engranajes suspendidos en soluciones acuosas. Los microorganismos nadan en grupos nutridos capaces de generar una fuerza que impulse estos microengranajes. Así, al final, un pretendido insulto como microbio se puede convertir en la más lisonjera de las alabanzas. Y sino, al tiempo.

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