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18 marzo 2011

LA MUERTE EN JAPÓN



Me confieso un profundo admirador de la idiosincrasia y la cultura japonesas. El comportamiento de sus habitantes en estos días de tremenda tribulación viene a reforzar todavía más este especial sentimiento. Una nación asolada por la furia desatada en la tierra y en el mar, lacerada sin piedad por el flagelo de los incendios y de la radioactividad, a duras penas trata de erguir sus estructuras aislada por su insularidad y sumida en un drama del que nadie apenas ha mencionado una palabra: su demografía en declive. Al contrario de lo ocurrido durante la milagrosa recuperación tras la derrota en la 2ª Guerra Mundial, el Japón actual padece una bajísima natalidad junto a un escaso flujo migratorio. Si dicha tendencia no es corregida se estima que en lo que resta de siglo la población nipona quedará reducida a la mitad, con una tasa de dependencia insoportable para sus asfixiadas arcas públicas. Entonces, ¿quiénes levantarán un nuevo país de sus cenizas? Sostiene Aloysius que hasta la Yakuza (mafia japonesa) ha apelado a su particular código de honor para aportar sus ingentes recursos económicos a la ansiada reconstrucción nacional.
Hace un tiempo me maravilló una película titulada "Okuribito" (Yôjirô Takita, 2008), traducida al español como “Despertares” (título que realmente nada tiene que ver con la cinta), y que  tejía su afable trama argumental en torno al secular ritual funerario japonés. ¿Cómo aceptará tamaña sangría una nación moderna y a la vez apegada a sus ancestrales tradiciones? ¿Tendrán los violoncelistas que enterrar a los muertos?


Mientras desde el confort de nuestros hogares asistimos como testigos impotentes ante tanta desgracia, me vienen a la memoria aquellas fantásticas películas de bajo presupuesto sobre catástrofes que anticipaban el Apocalipsis a las metrópolis del país del sol naciente, o aquellas otras obras maestras del genial Kurosawa edificadas sobre el estoicismo y el sentido de sacrificio del héroe japonés. Precisamente este tipo de categoría es la que ya han adquirido en vida los 50 liquidadores que se enfrentaron desde un primer momento al desastre nuclear en la central de Fukushima. Como recompensa les espera la muerte, al igual que ocurrió con aquellos otros valientes que lucharon para controlar la catástrofe de Chernobyl.


Esta vez también la solidaridad internacional se ha puesto en marcha. El amor al prójimo debería estar activado siempre, pero en estas ocasiones dramáticas parece despertar de su letargo. La Sociedad Española de Medicina General (SEMG) me ha hecho llegar un correo electrónico informándome sobre la posibilidad de que los médicos españoles que así lo deseen puedan viajar a Japón para ayudar en tareas sanitarias. A la llamada seguro que acudirán aquellos compañeros especialistas en medicina de emergencias y catástrofes. Y quizás con intencionada casualidad, Aloysius está escuchando el clásico de Deep Purple, de su Lp “Made in Japan” titulado “Smoke on the water”… El humo se eleva sobre las aguas y el fuego está en el cielo. Sin embargo yo prefiero aquel haiku de Yamagushi Sodo (1643-1716) que decía: 
esta primavera en mi cabaña
absolutamente nada
absolutamente todo

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