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11 febrero 2013

AMOR CEREBRAL




En estas últimas semanas nos hemos adentrado por los vericuetos de la ciencia amatoria. Publicamos los flujos hormonales que dominan las diferentes fases del amor, desde la  desbocada pasión inicial hasta ese mar calmo de satisfacción que representa el compromiso. Nos mostramos partidarios del corazón como la víscera ideal para albergar tan bellos e intensos sentimientos. Incluso tratamos de explicar por qué los desengaños amorosos duelen tanto como las quemaduras.

Hoy, continuando por esta senda, el vehemente Aloysius me ha consultado algunas cuestiones, quizás todavía tocado por algún dardo lanzado el pasado Día de San Valentín por el travieso Cupido en su entorno más cercano.

La primera de ellas vaticina el inminente cierre de los gabinetes regentados por pitonisas, adivinos, quiromantes, tarotistas, videntes y consejeros sentimentales. Un grupo de investigadores de la Universidad de Brown (Rhode Island), encabezado por la Dra. Xiaoming Xu, ha estudiado la actividad neuronal de un grupo de enamorados empleando escáneres cerebrales. Fueron capaces de cuantificar el nivel de sus reacciones neuronales y encontraron una relación de las mismas con la estabilidad y la intensidad de sus sentimientos, pronosticando incluso si la relación entre los enamorados iba a ser duradera o no. 

Para la Dra. Xu, la experiencia del amor en el cerebro es consistente para todas las culturas, contradiciendo a los clásicos de la literatura oriental y occidental, que describieron en sus obras diferentes patrones amatorios tradicionales. Las zonas cerebrales que presentaron una mayor actividad neuronal al contemplar los voluntarios la fotografía de su persona amada se situaron en el núcleo estriado ventral, en el sistema límbdico, para algunos considerado el centro universal de la motivación. 

Año y medio después de haber realizado las primeras pruebas de imágenes cerebrales, la Dra. Xu volvió a entrevistarse con los voluntarios de su estudio. Algunos habían roto con sus parejas, mientras otros todavía las conservaban. Los nuevos escáneres demostraron una menor actividad neuronal en los sujetos que habían puesto punto y final a su relación sentimental, y más concretamente en las áreas cerebrales vinculadas con el juicio crítico, el control emocional y el hambre, todas ellas conectadas con la mayor satisfacción y compromiso en sus relaciones.

Más allá de esta mera curiosidad científica, el Dr. Arthur Aron, un psicólogo social de la Universidad de Stony Brook (Nueva York) entiende que este tipo de investigaciones podrían tener una traducción práctica en el tratamiento de personas que presentan problemas para relacionarse con sus semejantes.

Sostiene Aloysius que los cerebros de Romeo y Julieta funcionaban exactamente igual que los de Liang Shanbo y Zhu Yingtai, amantes chinos cuya muerte trágica culminó con el vuelo de dos mariposas escapando de su tumba.

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