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03 junio 2016

LA EXTRAÑA PAREJA


¿Recuerdan aquella comedia de finales de los sesenta en la que dos divorciados completamente antagónicos compartían un apartamento en Nueva York? Jack Lemmon y Walter Matthau encarnaron a los inolvidables Felix Unger y Oscar Madison, incompatibles pero al fin y al cabo entrañables amigos. No solamente en la ficción nos encontramos a veces con extraños compañeros.

Sostiene Aloysius que la polémica generada en estos últimos días respecto a la conveniencia de celebrar unos Juegos Olímpicos en un país como Brasil, castigado especialmente por la plaga del virus del Zika, está obligando a los investigadores del mundo entero a explotar su ingenio al máximo en la procura de una solución. Frente a la peligrosa asociación entre virus y mosquitos, por cierto habitantes de este planeta desde mucho antes que nosotros los seres humanos, causa de enfermedades y malformaciones en nuestra descendencia, una particular alianza formada por genética y smartphones trata de ponerle freno al avance de la patología.

El hombre está acostumbrado a luchar contra estos insectos empleando remedios tradicionales, instalando sencillas mosquiteras o desecando insalubres pantanos, pero también aplicando potentes armas químicas como los insecticidas. Tecnologías emergentes en el siglo XXI se suman ahora a la batalla. Desde hace una década se vienen aplicando los rayos X para bombardear a los mosquitos macho, intentando que su esperma se vuelva infértil. En este campo se han conseguido avances con otras especies, como por ejemplo la mosca de la fruta. Los mosquitos macho así tratados en los laboratorios son liberados más tarde en su medio natural. Al aparearse con las hembras gestarán huevos defectuosos, lo que indefectiblemente llevará a la merma de la población de insectos salvajes. Pero esta técnica, sin el apoyo de otras medidas, resultará insuficiente. 

Aunque les parezca ciencia ficción, existen empresas capaces de modificar genéticamente a tan dañinos insectos, incorporándoles genes bacterianos capaces de exterminar a colonias enteras de mosquitos. Estos experimentos se han realizado a pequeña escala. Tratar grandes extensiones requeriría medios económicos todavía hoy insuficientes. 

Los teléfonos inteligentes de última generación que cada día manejamos pueden registrar los desplazamientos de sus usuarios. Este sistema es muy eficaz para detectar precozmente focos epidémicos y predecir la aparición de nuevos brotes. Este procedimiento ya se ha empleado para luchar contra la malaria en África y contra el dengue en Pakistán. Aunque resulta una quimera, me gustaría saber qué hubieran pensado de toda esta parafernalia los entrañables Félix y Óscar disputando entre sí en aquel viejo apartamento de Nueva York.

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