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05 diciembre 2016

EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA



Discutíamos la otra tarde sobre la evolución humana, cuando de repente Aloysius esbozó una enigmática sonrisa. Miró al gato que sesteaba mansamente sobre un cojín y afirmó que la evolución de las especies tal y como fue concebida por Charles Darwin en el siglo XIX sería muy pronto un cuento chino. No para aquel felino durmiente, por supuesto, ni para la mayoría de los seres vivos que habitan este planeta, pero sí para nosotros los primates humanos. 

La celeridad intrínseca a los cambios tecnológicos en esta era contemporánea provocará en pocas décadas la aparición del Homo digitalis como sustituto artificial del Homo sapiens o del Tercer Chimpancé, como prefiere denominarnos el popular fisiólogo evolucionista Jared Diamond. 

Clones, prótesis robóticas, implantes cerebrales, exoesqueletos, genomas mejorados y enriquecidos, nanotecnología, medicina cromosómica y molecular, máquinas inteligentes… todos vendrán a potenciar su efecto para hacer realidad situaciones que hoy en día constituyen todavía una cercana ciencia ficción. Nuestra estructura física se irá modificando a la par que nuestras costumbres. Pero también irán surgiendo novedosos problemas que deberán resolver las leyes y la bioética. Y los médicos deberán abordar nuevos trastornos que hoy en día ya empiezan a florecer en nuestras consultas. 

No vamos a referirnos a los pacientes que acuden a Internet antes que al médico, sino a las pequeñas situaciones que se derivan del uso cotidiano de sofisticados dispositivos, como las tabletas y teléfonos interactivos. 

Una de ellas es la nomofobia, pánico irracional que sufren algunas personas cuando no pueden acceder a sus teléfonos móviles - es como faltara una parte de de mi - alegan estos sujetos, como si la ausencia de esta interfase fuera equivalente a la sección del cordón umbilical que les conecta con el mundo virtual circundante. 

De manera similar, los expertos han definido el síndrome visual informático, una patología que afecta a nuestro sentido visual, con fatiga ocular, visión borrosa, cefalea, ojos secos y enrojecidos. Un reciente artículo de la revista científica Medical Practice estima en 70 millones los afectados a nivel global. 

Consecuencias menos graves supone el síndrome de la llamada imaginaria, que más de uno hemos sufrido alguna vez que otra creyendo que nuestro móvil está sonando o recibiendo mensajes cuando así no es. Y es que nuestro cerebro está aprendiendo a vivir en una alerta constante, circunstancia que impide nuestro normal descanso nocturno. 

El Phubbing es el responsable de que muchas veces nuestros interlocutores se muestren ausentes, más pendientes de sus teléfonos y tabletas que de lo que les estamos diciendo. Parecen oírnos, pero no nos escuchan. 

Finalmente, expertos de las universidades de Harvard, Columbia y Wisconsin nos han alertado sobre el llamado efecto Google, porque somos portadores de una especie de memoria externa infinita (la web) que podemos consultar en cualquier instante, pero que cuando perdemos contacto con la misma desencadena una serie de sentimientos negativos equiparables a la pérdida de un ser querido.

Idos preparando, galenos del mundo.

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