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19 enero 2006

LOS PERTURBADORES



Siguiendo con Juan José Millás, comentaba en su habitual columna de un diario nacional las peculiares relaciones entre la política y el sistema endocrino, productor de las hormonas necesarias para que funcione correctamente el metabolismo humano. El debate sobre el futuro estatuto de Cataluña está haciendo correr ríos de tinta en la prensa y los comentarios a favor y en contra no quedan exentos de cierta carga visceral. Pero no teman; no voy a centrarme hoy en estas cuestiones de casquería parlamentaria.

Me han pasado unos recortes de periódicos en los que se alerta de los niveles especialmente elevados de ciertos fármacos y hormonas en el agua de nuestros ríos, lagos y mares. Nos encontramos ante un grave problema generado por lo que los expertos denominan perturbadores endocrinos, principios capaces de provocar alteraciones en la reproducción de ciertas especies, cuando no están además implicados en la génesis de cierto tipo de cánceres y con un efecto nocivo demostrado sobre sufridos animales de experimentación.


Los carnívoros acuáticos se ven particularmente afectados al ser el último eslabón de la cadena ecológica; por ejemplo, se han denunciado reducciones alarmantes en el número de focas del Mar Báltico, mermas considerables en las poblaciones de ranas y de saurios en aguas contaminadas e incluso la feminización artificial de peces y crustáceos. Y en esta ocasión no existen los beneficios adquiridos como en el caso del transexual recientemente readmitido en la Benemérita, sino más bien el riesgo negativo para la supervivencia de la especie.

El proyecto Aquaterra tiene como objetivo principal evaluar la calidad de las aguas de cinco grandes ríos europeos, entre ellos el Ebro. Según estos expertos los fármacos constituyen el principal contaminante emergente de las aguas. Si se analizan las que entran y salen de nuestras depuradoras nos podemos encontrar con una verdadera farmacia soluble.


Pronto quedarán atrás los tiempos en que los galenos recomienden el uso y empleo de determinadas aguas medicinales, como la de As Burgas o la de O Tinteiro, porque el agua de nuestros ríos es portadora de cantidades ingentes de analgésicos, antinflamatorios, antiepilépticos, betabloqueantes, estrógenos y hasta reguladores del nivel de colesterol. El problema se agrava porque las plantas depuradoras españolas no están preparadas para limpiar estas especiales sustancias. Pero, ¿por qué aparecen todas estas medicinas en el agua?. Principalmente porque nosotros las tiramos por el lavabo o los retretes, sobre todo los analgésicos y los antinflamatorios que se venden sin receta médica en las farmacias.

Un ejemplo: el muy extendido diclofenaco ha demostrado causar daños en el hígado y en los riñones de las truchas. Vayan tomando nota y entreguen las medicinas que no usan en la farmacia; allí existen puntos selectivos de recogida de fármacos para su posterior tratamiento y eliminación. No olviden que España ocupa el séptimo lugar en el ranking de los países mayores consumidores de fármacos del mundo.

¡No, si al final va a ser cierto aquel cuento de un pescador que capturaba salmones con el sujetador de su señora!. Pescadores mintireiros.

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