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30 septiembre 2008

LA AVENTURA DE PARIR



BENA LULUA.
Figura protectora y curativa del Congo.
Representa el momento propicio del parto.

Visto lo visto, vaticinaba la otra tarde Stephen Hawking en Compostela la posibilidad de una catástrofe planetaria que durante los próximos 100 años pudiera borrar definitivamente a la raza humana de la faz de la Tierra. Por puro y duro egoismo, espero, deseo que se equivoque. También estima el sabio cosmólogo que las mujeres y los hombres actuales seremos sustituídos en un futuro no muy lejano por unos seres suprahumanos, superhumanos, dotados y reforzados con especiales características y bondades obtenidas a partir de los avances de la ingeniería genética. Sostiene Aloysius que nuestros descendientes bien pudieran convertirse en inmortales criaturas viajeras en la inmensidad del cosmos, explorando ignotos astros para habitarlos en paz y armonía, sin repetir errores pretéritos. Loable deseo. Parece que la ciencia va perdiendo poco a poco su pátina de ficción.

Incluso la figura materna, tal y como hoy la entendemos, podría dejar de ser necesaria: clonaciones, úteros artificiales, reproducción asexuada…; pero mientras todo esto ocurre, de momento nuestras mujeres continúan pariendo. Pero un acto tan maravilloso como traer un niño al mundo se convierte en una peligrosa experiencia en determinadas latitudes.

Por ejemplo, en Níger, 1 de cada 7 mujeres fallece por las complicaciones derivadas de su gestación. Una cifra impensable e inadmisible en nuestro medio, donde este infortunado desenlace afecta a 1 de cada 8000 embarazadas.

Disculpen mi reiteración, pero ya me habrán escuchado defender en otras ocasiones que el éxito de la medicina se debe en mayor proporción a los avances conseguidos en el campo de la salud pública que al propio desarrollo tecnológico; los primeros incrementan el bienestar colectivo, como las vacunas o la potabilización de las aguas, mientras los segundos, como los trasplantes, suelen más bien salvar vidas individuales.

Las hemorragias representan la primera causa de mortalidad en las embarazadas asiáticas y africanas. Al lado de factores propiamente médicos, como el propio estado inmunitario de la gestante o la posible infección por el VIH, otros factores típicamente sociales, como la pobreza o la desigualdad de género, tienen nefastas repercusiones sobre la salud materna.

Mientras se cumplen o no las predicciones de indulgente Hawking, desde aquí abogamos por la extensión de la cobertura de la atención prenatal para todas las mujeres que decidan tener un hijo. Sin distinciones. Tomen cumplida nota los gobernantes. No es una utopía.

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