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19 enero 2009

RAÚL

RAÚL MIRANDA

En estos tiempos de tribulaciones institucionales dentro del Real Madrid, más de una vez he sentido la tentación de manifestarme públicamente en contra de algunos filibusteros y arrogantes pandilleros. Pienso, además, que tamaña diatriba tendría perfecta cabida en esta sección, donde cada semana reflexionamos sobre la salud y la enfermedad. Sostiene Aloysius que la soberbia, la indolencia y el cinismo son patologías del espítiru, subsidiarias de una cura tan diligente como unas agujetas o un dolor de muelas. Y aunque el título de hoy despiste, tampoco voy a referirme al capitán de la desarbolada nave blanca.

Sin embargo, voy a contarles una historia deportiva que tal vez alguno conozca ya. Había una vez un deportista modélico dentro y fuera de las canchas, tan querido y admirado por la afición que siempre lo ensalzaba como modelo a seguir por la juventud. Se llamaba Lou Gehrig, y durante la década de los años 30, fue la estrella del mítico equipo de beisbol de los Yankees de Nueva York. Una tarde, mientras entrenaba, notó que perdía fuerza en sus extremidades, que los objetos se le caían fácilmente de las manos y que de su cuerpo se iban adueñando la torpeza y la descoordinación. Padecía una grave enfermedad neurodegenerativa llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que puso fin a su brillante carrera deportiva. Desde entonces, esta patología pasó también a denominarse “enfermedad de Lou Gehrig”.

A día de hoy, su causa todavía no ha sido encontrada, y consiguientemente tampoco existe un tratamiento efectivo para la misma. En cierta manera, continúa siendo una patología misteriosa. Retomando los denostados senderos balompédicos, sólo en Italia han fallecido más de 40 futbolistas en las últimas décadas afectados por esta enfermedad. El último damnificado es Stefano Borgonovo, aquel correoso ariete que compartió la gloria y el triunfo haciendo pareja con el mítico Marco Van Basten, en la delantera del todopoderoso Milan FC.

Estoy orgulloso de ser colaborador de AODEM, la Asociación Ourensana de Esclerosis Múltiple, ELA, Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas. Comparto sus anhelos y sus reivindicaciones. Y así, buscando información sobre estos ingratos trastornos, me encontré con un magnífico blog.

Lo mantiene vivo Raúl Miranda, un joven madrileño afectado por ELA. Su objetivo es encomiable: contar en primera persona su lucha contra la enfermedad. Se titula “Ya no puedo pero… ¡AÚN PUEDO!” y, si me lo permiten, les recomiendo encarecidamente su visita. Está en:

http://yanopuedoperoaunpuedo.blogspot.com/

Tal vez su lectura pueda hacernos un poco mejores.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aloysius te felicito por tu escrito , mi cuñado murio de Ela hace 6 meses con 59 años , lo malo que solo duro 18 meses ya que hay varias ramas el tenia la bulbar que es la peor, aunque lo peor es que despues de tantos años que existe esta enfermedad no haya mas voluntad de investigar para poder frenarla. Raul es un campeon y Nuria ni te cuento, un abrazo desde Mataró.

aloysius dijo...

Recuerdo que cuando estudiábamos en la Facultad de Medicina la esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica, teníamos la impresión de que eran enfermedades raras. Hasta que un tío mío falleció con 63 años, tras 7 largos años de penosa enfermedad. Sus síntomas empezaron por una rodilla.

Son necesarios mayores avances en la investigación y en el tratamiento. Estos enfermos, no pueden esperar demasiado tiempo.

Anónimo dijo...

Gracias por tu escrito de verdad. Es importante que la ELA sea conocida, supongo que es la única forma de que en algún momento todo se acelere más y se piense más en el enfermo y no en los protocolos.

Gracias de verdad de parte de Raúl y Nuria

Unknown dijo...

Acabo de ver el programa por internet, vivo en Nueva Jersey, EEUU.
Gracias por compartir vuestras experiencias. Me habeís dado mucho esta noche. Un abrazo a los dos.
Elisa

Anónimo dijo...

Acabo de ver el programa de Raúl Miranda y Nuria, vivo en Argentina. Un saludo desde aquí y mi admiración por vuestro esfuerzo y espíritu.
Silvina