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14 febrero 2010

WITT

Wittgenstein en Guerra, la “transmutación” del Tractatus.

Después de leer la entrada anterior sobre las imágenes, las palabras y la mente, el perspicaz CRONICUS me ha enviado la siguiente información:


Bertrand Russell recibe una última carta de Wittgenstein fechada el 22 de octubre de 1915, la siguiente noticia que vuelve a tener de él será en febrero de 1919 desde un campo de prisioneros en Como. En su última carta Wittgenstein insistía en su proyecto de escribir por fin el esperado libro de lógica con el que pretendía haber resuelto los problemas derivados de la Teoría de los Tipos. El manuscrito que le envió desde el campo de prisioneros, y que llevaba por título: “Logisch-philosophische Abhandlung”, fue para Russell un autentico desconcierto.

De marzo a abril de 1916, los días que duró la marcha al frente, Wittgenstein hace continuas referencias en su diario a Dios e insiste obsesivamente en la necesidad de no fallar en esta prueba:

“¡¡Es duro llevar una vida honesta!! Pero es bueno llevar una vida honesta. Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la Tuya”

Escribe el 29 de marzo.

“He pensado en Dios. Hágase tu voluntad. Dios esté conmigo”

Escribe el 29 de Abril.

Wittgenstein pide que se le asigne el destino más peligroso, el puesto de observación. Tras una noche de guardia expuesto al fuego enemigo escribe:

“He sentido miedo, eso se debe a que veo la vida desde una perspectiva falsa”.

¿Encontramos ecos de la ética contenida en el Tractatus en esta frase? Yo creo que sí, el miedo, la incertidumbre, o la insatisfacción incluso no se derivan de condiciones objetivas externas, sino de la manera falsa de “vivir”, es decir, de una malinterpretación de la propia vida.

Vuelve a estar solo, igual que en el Golpana, pero ahora sí, enfrentándose a la muerte, que espera al otro lado de la trinchera. Desprecia a sus compañeros, y ellos a él, al menos así es como Wittgenstein lo interpreta, y cree ver en su decisión de alistarse como voluntario la razón de ese desprecio. Por otro lado hay que decir que las condiciones en el frente no eran de una violencia extrema, estamos en plena guerra de posiciones, y el ímpetu inicial del ejército ruso se agota. En cualquier caso esa vivencia cotidiana de la muerte, que Wittgenstein experimenta en los tiroteos y en los bombardeos, es suficiente para catalizar pensamientos que se habían estado forjando durante toda la guerra.

En junio se produce una gran ofensiva del ejército ruso, la unidad en la que está encuadrado Wittgenstein sufre innumerables bajas. El día 11 de junio aparecen en su diario las siguientes frases de forma lapidaria y sin explicación:

“Sé que el mundo existe.

Que estoy emplazado en él al igual que mi ojo en el campo visual.

Que su sentido no reside en él sino fuera de él.

Que la vida es el mundo.

Que mi voluntad penetra el mundo.

Al sentido de la vida, por ejemplo el sentido del mundo, lo podemos llamar Dios.”

A partir de este momento el tono lapidario empieza a imponerse, es como si Wittgenstein hubiera empezado a utilizar su lógica de manera inadvertida en una investigación que ya ha traspasado los límites de la misma.

“He pensado mucho sobre cada tema posible. Pero curiosamente no puedo establecer la relación con mi manera matemática de pensar”

Escribe el 7 de julio.

“MI trabajo se ha ensanchado más allá de los fundamentos de la lógica, hacia la esencia del mundo”

Escribe el 2 de agosto.

En este punto la lógica ya no es un mero pretexto, o un modo de presentar los pensamientos entorno al mundo y a su sentido, sino aquello que los fundamenta. La extensión natural de su lógica le conduce hasta aquí de manera casi inevitable:

“La ética no trata del mundo. La ética debe ser una condición del mundo, al igual que la lógica”

Wittgenstein no dice “como la lógica” sino “al igual que la lógica”.

“Hay, desde luego, cosas que no pueden expresarse en palabras. Se manifiestan. Son lo místico”

Son frases que aparecerán de manera literal en el Tractatus. Esa extensión inevitable de la lógica descansa por completo en la distinción entre decir y mostrar, idea alrededor de la cual construye no solo su lógica sino su ética, que para Wittgenstein comienzan a ser una misma cosa. En lógica las proposiciones muestran su sentido, el sentido de la vida puede ser mostrado, no explicado, “La solución al problema del sentido de la vida ha de verse en la desaparición del problema”. Es la idea de que el sentido se ostenta, de que las proposiciones éticas son ociosa y carentes de sentido, y que el lenguaje marca los límites entre aquello de lo que se puede hablar y lo inefable. Si el lenguaje puede ser visto como una totalidad limitada y cerrada, así el mundo también debe de ser visto como una totalidad limitada: “Yo soy el límite de mi mundo”, “Su sentido reside fuera de él”. Lógica y ética tienen el mismo fundamento, puesto que son inseparables.

En su correspondencia con Frege durante el verano de 1916 Wittgenstein no le comunica nada del nuevo rumbo que está tomando su lógica, todavía inseguro ante los pasos que está dando. El 24 de julio disparan a Wittgenstein, se ve cara a cara con la muerte, y ese mismo día anota en su diario:

“A cada disparo todo mi ser se estremecía. Deseaba tanto seguir viviendo”

Y el día siguiente continúa:

“¡Estaba asustado! Temía a la muerte. Ahora tengo tal deseo de vivir… Y es difícil abandonar la vida cuando uno la disfruta. Eso es precisamente en lo que consiste el ‘pecado’, una vida irracional, una falsa visión de la vida”


1 comentario:

Anónimo dijo...

Oh...