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03 diciembre 2011

LA VIGENCIA DE LALONDE



Pocas veces quedan para la posteridad los nombres nombre de los ministros de Sanidad. En el Reino Unido, en plena posguerra, Nye Bevan sentó las bases del que sería el Sistema Nacional de Salud británico (NHS), un pionero respecto a la universalidad y gratuidad de los servicios sanitarios públicos.

En España existe un caso curioso. Fernando Abril Martorell, que dirigió varios ministerios y fue incluso Vicepresidente del gobierno en la etapa de Adolfo Suárez, posteriormente fue encargado por Felipe González de la elaboración de aquel famoso análisis sobre la reforma del Sistema Nacional de Salud español, más popularmente conocido como el “Informe Abril”.

Pero el que se lleva la palma es Marc Lalonde, ministro de Sanidad canadiense en 1974, y que como Fernando Abril tampoco era médico. El “informe Lalonde” supuso un antes y un después en la historia de la Salud Pública, en la forma de entender la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. 

Lalonde se percató que el 90% del estado de salud de un individuo depende de la biología, del entorno y del estilo de vida, y que sólo el 10% restante es responsabilidad del sistema sanitario. Parafraseando a los clásicos populares, somos lo que comemos, lo que respiramos, lo que hacemos, lo que nos hacen y lo que llevamos escrito en nuestros genes.

Pero, considerando todos estos preceptos, ¿qué nos depara la medicina del futuro? Respecto a los determinantes biológicos, los expertos opinan que nuestra genética decide la mitad de nuestra salud. Llegará el día en que la secuencia de nuestros genes sea muy barata y asequible; pero mientras tanto podemos avanzar hacia el futuro propiciando una medicina más predictiva, participativa, personalizada y preventiva (las 4 P).

Los determinantes ambientales son los responsables del 25% de nuestra patología. Esta realidad tampoco resulta novedosa. La influencia del medio ambiente en la salud y la enfermedad se conoce desde los tiempos de Hipócrates. Solamente un dato al respecto. Según el “Proyecto Aphekom”, que analizó la contaminación de 25 ciudades europeas,  vivir en un entorno polucionado podría restar 2 años de media del tiempo de vida.

Y qué decir de los estilos de vida, de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo, con el abuso del alcohol, con el sedentarismo y la dieta inadecuada, heraldos de esos cuatro jinetes del Apocalipsis que llamamos cáncer, diabetes, EPOC y enfermedades cardiovasculares…

Finalmente, los sistemas sanitarios continúan en el candelero. Habrá que hilar muy fino para seguir manteniendo su eficacia en unos tiempos que demandan gestión y racionalización de los recursos.

Porque, como sostiene Vicente Ortún, decano de Económicas y Empresariales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en la gran crisis china de los años 50 la gente no se moría por falta de medicinas, sino por falta de democracia.




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