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17 mayo 2012

DE BUENOS Y MALOS



"Il mio cuore"



Sostiene Aloysius que incluso el mundo de la salud no puede abstraerse del maniqueísmo imperante en nuestra sociedad, donde sólo existe lo bueno y lo malo, lo blanco o lo negro, quedando fuera el término medio y la amplia gama de los grises.

Hasta hace pocos años, a los pacientes que tenían el colesterol elevado se les desaconsejaba consumir pescado azul y frutos secos. Más tarde quedó demostrado mediante curiosos argumentos epidemiológicos que esta teoría estaba errada. Hizo falta estudiar la dieta de los esquimales o experimentar con la de unas monjas de clausura, voluntariamente alimentadas durante varios meses a base de aceite de oliva y jamón de pata negra de calidad extra superior.

El pescado azul, por su riqueza en ácidos grasos omega 3, tan de moda en la actualidad que incluso son incorporados a productos lácteos, cereales y galletas, o los frutos secos, especialmente las nueces por su elevado contenido en antioxidantes, son las estrellas de moda en el rutilante universo nutricional.

Gracias a los antioxidantes, el otrora tan denostado café protagoniza un potente alegato patrocinado por el Centro de Información Café y Salud (www.cicas.es), la Fundación Española de la Nutrición (FEN) y la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN). Y qué decir del resveratrol, presente en el vino tinto.

Respecto al colesterol, con frecuencia escuchamos hablar de un colesterol bueno, transportado en nuestra sangre unido a las lipoproteínas de alta densidad (HDL-C), con efectos supuestamente protectores en niveles cardíaco y arterial, y de su antítesis, el colesterol malo, ligado a proteínas específicas de baja densidad (LDL-C), cuyo incremento plasmático representa una alerta de riesgo cardiovascular.

Pues, bien, la edición on line de la prestigiosa revista científica “The Lancet” acaba de publicar los resultados de un trabajo dirigido por el Dr. Sekar Kathiresan y su equipo del Hospital General de Massachusetts.

Estos investigadores han detectado que individuos con una predisposición genética a la hora de presentar concentraciones elevadas de HDL-C en su sangre no tienen menor riesgo de sufrir un infarto de miocardio. Este hallazgo pone en entredicho los hallazgos de una amplia serie de estudios previos de tipo observacional.

Sin embargo, aquellos sujetos con una predisposición genética para tener concentraciones elevadas de LDL-C en su plasma sí presentaron un riesgo mayor de sufrir un infarto, como ya se venía advirtiendo desde hace tiempo.

Como en otras ocasiones, se abre una puerta para la investigación; de momento, la teoría de la relatividad nos advierte que no todo lo bueno es tan bueno, aunque respecto al mal parece haber más consenso. Ya lo advertía Terencio: “cuando un mal se puede evitar es necedad aceptarlo”.





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