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13 abril 2013

LA CULTURA DEL DESCONTROL




Los que saben mucho más que yo de todas estas cuestiones me enseñaron que la morbilidad y la mortalidad en las etapas adolescente y juvenil están provocadas, en la mayoría de las ocasiones, por factores conductuales y extrínsecos al propio individuo, como por ejemplo el consumo de alcohol y otras drogas, accidentes de tráfico o en el tiempo de ocio, violencia, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, fracaso escolar, trastornos de la alimentación, suicidios… No creo que estos hechos hayan variado demasiado en las últimas décadas.

Preservar la salud y prevenir la enfermedad en estas etapas tempranas de la vida, difieren de las medidas recomendadas desde el ámbito sanitario para otras edades.

El inquisitivo Aloysius está tratando de encontrar la justificación a determinados comportamientos de riesgo desarrollados por algunos jóvenes, más allá del mero interés por conocer o experimentar nuevas sensaciones al margen de la prudencia que nos enseña la experiencia. En este sentido, Jamie Derringer, investigadora de la Universidad de Minnesota, recientemente ha empleado una técnica para averiguar cuál es la genética que subyace en el deseo de experimentar sensaciones nuevas. Para ello, seleccionó 8 genes con funciones relacionadas con la dopamina, un neurotransmisor vinculado al preciso deseo de probar nuevas experiencias. Y aunque resulta prematuro para establecer conclusiones definitivas, el equipo investigador encontró evidencias genéticas capaces de explicar el comportamiento humano, aunque sea parcialmente. Pero, la pregunta sin respuesta persiste: ¿hasta dónde llega la influencia de nuestros genes y hasta dónde alcanza la de nuestra sociedad y cultura?

Hoy traemos a colación estos argumentos para ilustrar una práctica moderna y preocupante: el “slimming”, tal y como comenzó a conocerse en los EEUU, donde se inició ante la existencia de diversas trabas legales destinadas a evitar el consumo alcohólico por menores de 21 años. El procedimiento resulta sencillo: se trata de empapar tampones en bebidas alcohólicas que a continuación son introducidos en la vagina o en el ano del consumidor. Obviamente, estas mucosas no están preparadas para el contacto continuado con el alcohol, lo que provoca lesiones locales y el incremento de infecciones. Pero, dadas las especiales características anatómicas de la región genital, el alcohol así absorbido pasa fácilmente a la sangre y los efectos embriagadores se consiguen de manera mucho más rápida. Al ser muy difícil calcular las dosis de alcohol empleadas, las intoxicaciones etílicas graves resultan mucho más frecuentes y peligrosas.

Por desgracia, en demasiadas ocasiones, unas prácticas de riesgo llevan a otras, consumiendo además otras drogas por estas vías, lo que multiplica el riesgo de accidente y enfermedad. Se me viene a la memoria aquella frase que siempre decía un amigo de juventud cuando se pasaba con el alcohol: tranqui tío, que ya controlo… Un accidente de tráfico segó su vida cuando apenas contaba 21 años. Un hermoso y joven cadáver que descansa en paz.


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