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29 abril 2016

EXPERIMENTOS CON ANIMALES




Hay libros que iluminan determinadas zonas oscuras de nuestro conocimiento. En mi caso particular me voy a referir a tres de ellos.

El primero se titula “Matanza de inocentes” de Hans Ruesch, casi 750 páginas argumentando contra el empleo de animales en la investigación médica. Este autor define como vivisección a todos aquellos experimentos que se realizan con animales vivos. Entre sus páginas conservo el recorte de una noticia publicada por el diario La Región el domingo 30 de marzo de 2014, un titular que aseguraba que la ciencia usaba medio millón de animales de laboratorio al año, algo necesario para continuar avanzando en la investigación sobre el cáncer y otras muchas enfermedades. 

Sin embargo hay científicos que piensan todo lo contrario. Uno de ellos es el Doctor Moneim A. Fadali, prestigioso cirujano torácico y presidente de DLRM, Doctores y Abogados para la Medicina Responsable. En su libro “Animal Experimentation. A Harvest of Shame” llega a afirmar que resulta una mentira ridícula achacar los avances de la medicina a la investigación con animales. Hay que leer sus 10 capítulos repletos de explicaciones científicas que soportan sus tesis. 

El tercer libro es todo un clásico. Conservo un ejemplar de su edición inglesa pues no ha sido todavía traducido al español. Se trata de “Vivisection or Science? An Investigation into Testing Drugs and Safeguarding Health” del veterano profesor Pietro Croce, médico, cirujano y patólogo con amplia experiencia profesional en Italia, España y Estados Unidos. Respecto a la experimentación con animales, el profesor Croce se pregunta cuál es el modelo experimental animal más útil para el hombre. Son tantas y bien diferenciadas las especies animales, con bien dispares respuestas a la administración de fármacos, en algunos casos incluso antagónicas, que resulta difícil establecer cuáles de estos análisis resultan extrapolables a los primates humanos. 

En sus páginas comenta el célebre descubrimiento de la penicilina. Sir Alexander Fleming fue un hombre doblemente afortunado. A pesar del hallazgo casual de tan valioso antibiótico, gracias a la contaminación accidental de unos cultivos bacterianos por parte de unos hongos, la prueba definitiva para avalar su uso en humanos fue la administración del antibiótico a ratones de laboratorio. Aquel venturoso día Fleming no disponía de cobayas, especie habitual para este tipo de pruebas. De haber administrado penicilina a los cobayas, para los que resulta completamente tóxica, el descubrimiento hubiera terminado en el fracaso y el olvido. 

Los monos pueden consumir chocolate, un producto bastante familiar para nosotros; sin embargo, la teobromina presente en dicho alimento es tóxica para los gatos y los perros. 

Al parecer el futuro pasa por la humanización genética de los animales, sustituyendo genes del animal por otros humanos. La compañía Taconic Biosciences ha patentado dos modelos de ratones en Japón cuyo sistema inmune y su hígado son iguales a los humanos. 

Y todavía hay quien piensa que “La isla del Doctor Moreau” (H.G. Wells 1896) continúa siendo una novela de ciencia ficción...

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